Apartando apenas un momento la mirada de guerras y desastres en el mundo, como las masacres cometidas por los sionistas israelíes contra mujeres, niñas, niños y ancianos palestinos indefensos, o los ataques terroristas en El Líbano, el mundo puso su atención en un hecho histórico de envergadura, la toma de posesión en México de la primera mujer presidenta en la historia de la hermana nación.
Como lo afirmó en su discurso la mandataria, Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, la espera duró al menos 503 años, “después de 200 años de la república y de 300 años de la colonia, porque previo a ello no tenemos registros claros”.
La ceremonia representó la continuidad del proyecto de reforma profunda del Estado mexicano conocida como la Cuarta Transformación, inaugurado seis años antes por el saliente presidente Andrés Manuel López Obrador. Parecía que en el resto del mundo nadie quería perderse el acontecimiento, en particular entre políticos de diverso signo, pero con visiones que reconocen en la voluntad del pueblo decisiones soberanas.
Representaciones de 105 países acompañaron el acto, entre ellos John Briceño, Primer Ministro de Belice; Luiz Ignacio Lula da Silva, Presidente de Brasil; Gabriel Boric, Presidente de Chile; Gustavo Petro, Presidente de Colombia; Miguel Díaz-Canel, Presidente de Cuba; Sylvanie Burton, Presidenta de la Mancomunidad de Dominica; Luis Abinader, Presidente de República Dominicana; Bernardo Arévalo, Presidente de Guatemala; Régine Abraham, Consejera Presidenta del Consejo Presidencial de Transición de la República de Haití; Xiomara Castro, Presidenta de Honduras; Santiago Peña, Presidente del Paraguay; Bucharaya Hamudi Sidina, Primer Ministro de la República Árabe Saharaui Democrática; Philip Joseph Pierre, Primer Ministro de Santa Lucía.
Se sumaron a la asistencia la Doctora Jill Biden, en representación del Presidente de los Estados Unidos Joe Biden; Peter Boehm, en representación del senado de Canadá y Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidente de la Comisión Europea; el expresidente Wilhelm Wulff de Alemania y Tie Ning, Vicepresidenta del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de la República Popular China; Kembo Mohadi, Vicepresidente de la República de Zimbabwe; Teodoro Nguema Obiang, Vicepresidente de la República de Guinea Ecuatorial. Se contó también con la presencia de 23 organismos internacionales, además de la asistencia de Jeremy Corbyn, miembro del Parlamento del Reino Unido, dirigente del Partido Laborista y el diputado español Gerardo Pizarello, entre muchos otros líderes y representantes de jefes de Estado y gobierno.
Todo mundo pareció estar -y querer estar- en Ciudad de México el pasado 1 de octubre. Todos menos Nayib Bukele y Javier Milei, dos parias de la política mundial cuando se trata de celebrar avances democráticos, de los cuales ellos reniegan a todas luces, porque si hay algo que no respeta ninguno de ellos, es la auténtica voluntad popular; por eso manipulan, mienten y retuercen los hechos, ignoran los deseos y protestas de su propia gente, y todo vale si de favorecer el enriquecimiento de sus amigos a costa del hambre de sus pueblos se trata.
Las visiones de ambos personajes se encuentran en las antípodas del diverso -y a la vez abigarrado- grupo de personalidades que se dio cita en la Ciudad de México.
Para el salvadoreño y su homólogo argentino, nada parece más importante que ellos mismos y su propia popularidad. El desprecio internacional que representó no haber sido invitados ha sido un duro golpe a sus egos, desacostumbrados a desprecios de ese calibre. Tal vez por eso decidieron reunirse, pretendiendo que el hecho que concitaba la atención mundial no existió.
Así, el centroamericano huyó a las tierras del mandamás del sur, quien le preparó un show a la medida del visitante. Resultaba enternecedor observar las imágenes de dos patéticos personajes agitando sus manos en el balcón de la casa de gobierno argentino, como si estuviesen saludando a multitudes agolpadas para verlos.
Quedaron en evidencia cuando, en un descuido de las propias cámaras que los grababan desde ese mismo balcón, se incluyó un pequeño fragmento del plano general de la Plaza de Mayo, a los pies de los mandatarios. Allí se podía contar escasamente medio centenar de personas, agitando sin entusiasmo las manos en saludo hacia el balcón.
El aislamiento simbólico de los dos presidentes, y la presencia en ese mismo balcón, de personajes tan despreciables como la ministra de Seguridad argentina y represora de ancianos, Patricia Bullrich, decía más que mil palabras que pudieran ser escritas acerca de la parodia representada en la Casa Rosada de Buenos Aires.
Mientras los propagandistas de ambos regímenes pretendían forzar la idea de la construcción de una alianza de derecha, sobre la base de las “exitosas medidas de seguridad del salvadoreño”, y con ello dar un cierto aire estratégico al encuentro, lo cierto es que las realidades de ambos países son incomparables, al punto que Argentina presenta una de las tasas más bajas de homicidios de Sudamérica.
Algo, sin embargo, caracteriza a ambos presidentes: están llevando sus economías a la bancarrota, privilegiando a sus élites particulares para quedarse con el botín de sus Estados saqueados, que están vendiendo y desmantelando.
Para terminar de derribar de un golpe los niveles de credibilidad, confianza y hasta de razonable verosimilitud acerca de las capacidades propias de un jefe de Estado, la televisión argentina desnudó al visitante salvadoreño en una entrevista donde éste no solo mintió sin límites, negando hasta la existencia de desempleo en el campo, abandonado a su suerte desde hace cinco años para favorecer a sus amigos importadores de granos básicos y otros alimentos, sino que en un muy fallido intento de aparecer informado y, sobre todo, formado en cuestiones de economía, ofreció respuestas incoherentes, enredándose en datos y cifras relativas al interés compuesto, que desnudaron al personaje.
Su capacidad de mentir desafía toda lógica; las encuestas de hogares de propósitos múltiples, es decir, publicaciones oficiales del Gobierno de El Salvador, revelan que la población ocupada en el agro pasó de 473,847 en 2019 a 413,493 en 2023, es decir que disminuyó en más de 60 mil personas.
El rostro de su interlocutora, la Vicepresidenta y Presidenta del Senado, Victoria Villaruel, igual de negacionista y retrógrada que el salvadoreño, pero sin duda mejor articulada y con mayor sentido del ridículo, lo decía todo. Las imágenes circulan en internet como un acertado material para explicar las razones del creciente aislamiento y desprestigio de quien se autoproclama un “dictador cool”, pero jamás ha dejado de ser otra cosa que “dictador” a secas.
De regreso a su país, el viaje pasó sin pena ni gloria, a excepción del escandaloso recuerdo de haberse realizado en un jet privado de lujo, injustificable para el mandatario de un país cuya población vive en una pobreza creciente; un líder que reniega de cualquier contacto con una realidad que choca con su reciente promesa de presentar un presupuesto sin deuda.
Presupuesto mentiroso y medicina amarga para el pueblo
El proyecto de presupuesto de 2025, fue presentado a la Asamblea Legislativa el 30 de septiembre, último día autorizado por ley para hacerlo. En él se comprueban una vez más las mentiras de Bukele; así, el plan de gastos 2025 contempla desembolsos de préstamos por $1,203 millones, incluida una parte para gastos corrientes.
Uno de los recursos financieros a los que con más frecuencia recurre el gobierno de El Salvador (GOES) son los fondos de pensiones. Actualmente la deuda con esos fondos (a los que no paga intereses) alcanzó los $10,232 millones, habiendo crecido este año en $737 millones
La deuda pública total, con la de pensiones incluida, llegó en agosto a $31,236 millones, $146 millones más que en julio. De acuerdo a los datos brindados en el plan de gastos, el endeudamiento continúa; de los $9,663 millones, se financiará con tributos e ingresos internos el 87%, para el resto se recurrirá a préstamos.
Mientras tanto, el presupuesto muestra recortes en todas las partidas de carácter social. Disminuye en educación (-$34 millones), Salud ($155 millones), Agricultura ($68 millones). También se ven afectados por recortes, Cultura, Vivienda, Turismo, Medio ambiente, Desarrollo Local, y Obras públicas, pero se incrementa en Seguridad: Ministerio de Defensa ($56 millones), mientras CAPRES, que gestiona también la propaganda del régimen, aumenta el suyo en $16 millones. Sigue sin cumplirse con el pago adeudado de más de $50 millones a la UES.
13 ministerios sufrirán recortes, totalizando $456 millones; esa cifra incluye, además, la Procuraduría General de la República y la de Derechos Humanos, la Fiscalía General de la República, el Consejo Nacional de la Judicatura, el Tribunal de Ética Gubernamental y el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU).
El 30% del presupuesto será destinado al pago de la deuda. Solo para el pago de intereses el Estado destinará, $1,523 millones.
Así, lejos de lo afirmado por el presidente, el proyecto de presupuesto sigue incluyendo endeudamiento, mientras afecta negativamente a las mayorías más desprotegidas con recortes en fondos anteriormente destinados a las áreas sociales. Los despidos de empleados públicos seguirán estando a la orden del día, mientras disminuye la inversión en obras públicas, habitual generador de empleos.