La oligarquía mediática agitó el fantasma de una inminente, y fenomenal, victoria de la derecha en las elecciones europeas. Con los resultados a la vista, se comprueba que ese intencionado pronóstico era errado. Hubo, sí, un aumento en la gravitación de las fuerzas de la ultraderecha y el fascismo, pero se trata de incrementos moderados. En España, el conservador Partido Popular se alzó con el 34% de los votos y acrecentó su presencia en el Parlamento Europeo con nueve bancas; el oficialista PSOE cosechó el 30% de los sufragios, y perdió una de las 20 bancas que antes tenía producto de las euroelecciones del 2019. Vox, finalmente, y pese a los desorbitados e irresponsables esfuerzos del presidente argentino, invitado como un agitador de masas, obtuvo poco más del 9% de los votos. Frustró, con estos guarismos, las expectativas de los opinólogos que auguraban una fuga en tropel de los votantes del Partido Popular hacia los ululantes nostálgicos del franquismo y la España medieval. La realidad propinó un tremendo golpazo a tales especulaciones.
En Alemania, la ultraderecha corrió mejor suerte, pero aún así la coalición demócrata cristiana cosechó el 30% de los votos y mantuvo sus 29 bancas en el Europarlamento. El neonazi partido AfD, Alternativa para Alemania, hizo una muy buena elección alzándose con un 16% de los votos y acrecentando en seis bancas su representación en Estrasburgo. AfD es un partido que tiene sólidas raíces en un país en el cual el proceso de «desnazificación» propuesto por los Aliados a la salida de la Segunda Guerra Mundial se implementó muy parcialmente y a desgano, como un gesto impuesto por las circunstancias y nada más. Por eso el AfD es el partido más votado en las postergadas regiones orientales de Alemania y el segundo a escala nacional. La tolerancia de Berlín ante el resurgimiento de grupos nazis en la última década creó un clima propicio para el crecimiento de esa fuerza. De todos modos, este avance no lo convierte en una alternativa real de gobierno, al menos por el momento. Los grandes perdedores de esta contienda fueron el PSD, del canciller Olof Scholz, que apenas arañó el 14% de los votos y perdió dos diputados en el Europarlamento; los verdes que con 12% de los votos perdieron 9 de las 12 bancas que habían conquistado en el 2019, y Die Linke, la Izquierda, que ni llegó al 3% de los votos perdiendo dos de sus tres europarlamentarios. No es un dato menor, que sería largo analizar aquí, que estas tres fuerzas políticas cuentan entre las más «otanistas» de Alemania, las más dispuestas a asumir como propias las directivas emanadas de la OTAN que es un instrumento creado por Washington para extorsionar y así subordinar a Europa a sus designios. La efectividad de este mecanismo depende de las canallescas campañas sobre la inminencia de una invasión rusa a Europa, lo cual hace que amplios sectores de la opinión pública acudan en masa a refugiarse bajo el paraguas nuclear estadounidense, en un movimiento cuya estupidez raya en lo infinito.
En Francia, la derecha neofascista en proceso de oportunista moderación, obtuvo un 32% de los votos e incrementó en 12 bancas su presencia en el Europarlamento, llegando así a un total de 30. La centro derecha de Macron y el partido socialista obtuvieron un apoyo muy similar, en torno al 14% de los votos, ambas manteniendo sus 13 bancas. La Francia Insumisa cosechó casi el 9% de los votos y acrecentó su presencia en Estrasburgo con 4 nuevas bancas. En todo caso, el lepenismo del viejo Frente Nacional –hoy rebautizado con el anodino nombre de Reunión Nacional– podría sellar una alianza de extrema derecha muy potente si lograra el apoyo de los Republicanos y del ultranacionalista Reconquista, que obtuvieron el 7,2% y el 5,5% de los votos respectivamente. Reunión Nacional sigue bajo el liderazgo de Marine Le Pen, pero cuenta ahora con una «bestia mediática», La Nación dixit. Su nombre es Jordan Bardella, un joven de 28 años que parece ser un mago en el manejo del TikTok y que, según el mismo periódico, reunió «una multitud» de 5.000 personas la noche de su victoria. Los Verdes, como ocurriera en Alemania, están a punto de perder su personería legal por su decepcionante desempeño en las urnas. La pobre performance electoral de las fuerzas del Emanuel Macron precipitó la inesperada disolución de la Asamblea Nacional y el llamado a nuevas elecciones a fines de este mes.
En Italia, el partido de la presidenta Giorgia Meloni se alzó con el 29% de los votos, un resultado previsible. La novedad fue la muy buena elección del Partido Democrático, de centroizquierda, que obtuvo un impensado 24%. Es cierto que otras agrupaciones de derecha, como el Cinco Estrellas, el Forza Italia fundado por Silvio Bernusconi, y la Liga del Norte, de Matteo Salvini, podrían formar un sólido bloque junto a Fratelli d’Italia de la presidenta Meloni, aunque esta, al igual que Marine Le Pen, ha venido alejándose cautelosamente del discurso más radical y extremo de la derecha neofascista.
Para resumir: evidentemente que el centro de gravedad de la política europea se ha inclinado levemente hacia la derecha y con matices muy significativos entre los distintos países. En Austria el fascismo ha triunfado, por un estrecho margen: 25,5% de los votos, mientras que la gobernante democracia cristiana cosechó un 24,7% y el opositor partido socialdemócrata terminó en tercer lugar con un 23,3%. En Bélgica, a su vez, el partido ultraderechista Vlaams Belang se impuso, pero con un módico 14,5% de los votos, mientras que el nacionalista flamenco N-VA quedó en el segundo lugar con el 13,9% y el centrista Movimiento Reformador obtuvo un 12,6%. Hechas las sumas y las restas, la derecha extrema y sus aliados no lograrían formar una mayoría en el Parlamento Europeo y en ningún caso su victoria, cuando la tuvo, fue arrasadora como la califican los medios de la oligarquía mediática. Claudia Scheinbaum obtuvo el 60% de los votos en México y los titulares hablaron de una «amplia victoria», pero con poco menos del 32% la ultraderecha francesa «arrasó» en las elecciones. Cosas del periodismo «independiente».