El pragmatismo y oportunismo, ideología de gobierno

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Por: Ricardo Ayala / Educador Popular

500 años se han cumplido desde la invasión ibérica a los pueblos indígenas que habitaron el territorio de lo que ahora es El Salvador. Aunque han pasado un poco más de 200 años desde la independencia política y social de la Corona española, el Pulgarcito de América sigue siendo dominado económica, cultural e intelectualmente por otro imperio.

«Y como vi esto yo envié mis mensajeros á los Señores de allí á decirles, que no fuesen malos y que mirasen que habían dado la obediencia a su Magestad, y á mí en su nombre, asegurándoles que viniesen, que yo no les iba á hacer guerra ni á tomarles lo suyo, sino a traerlos al servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Magestad (enviáronme á decir que no conocían á nadie) que no querían venir, que si algo les que- ría, que allí estaban esperando con sus armas.» Cartas de Pedro de Alvarado a Hernán Cortés sobre Conquista de El Salvador, 28 de julio de 1524.

A nuestro pueblo le expresamos nuestra solidaridad ante las pérdidas humanas y materiales sufridas por los estragos provocados por las lluvias que azotaron nuestro país.

Ha dado inicio el segundo gobierno de Nayib Bukele, electo inconstitucionalmente. Montado sobre los resultados de su plan de seguridad, en los dos años anteriores se ha granjeado el beneplácito de un pueblo harto de las extorciones (la renta), el crimen organizado y el terror causado por las pandillas, surgidas bajo la masiva emigración a EE. UU. a lo largo de los últimos 40 años y potenciadas por la miseria del subcontinente latinoamericano y el tráfico de drogas.

Pese a la aparente eficiencia de su plan, el problema no está resuelto ni de cerca ya que este sólo ha tenido un componente: el combate frontal contra las pandillas. Está en el tintero lo que corresponde a sanar y resarcir los daños psicológicos, materiales, espirituales y éticos causados a las víctimas, a sus familiares y a la misma sociedad, así como la prevención de la violencia y la delincuencia, lo que conlleva a un intenso trabajo cultural y social en las comunidades, cantones y colonias más empobrecidas.

Para acometer este trabajo, si llegase a proponérselo, este gobierno deberá destinar muchos recursos económicos, que no los tiene, y lo que ha tenido, lo ha dispuesto en estos cinco años a rubros que, hoy por hoy, no benefician a la población y su opaco manejo ha sido puesto bajo reserva hasta por siete años.

En este nuevo capítulo de la vida nacional, aseguró el investido presidente, que resolver el problema económico es su principal desafío, para lo cual convoca al país a aceptar silenciosamente y sin quejarse sus recetas económicas, que en anteriores ocasiones ya hemos analizado grosso modo cuál es su derrotero.

En este sentido, baste traer a cuenta que la pretendida reforma a la Constitución que preparan en el despacho jurídico presidencial no es más que la consumación de una reforma burguesa del Estado ataviada de modernización tecnológica y a la medida del nuevo grupo económico, que se ha configurado a partir de la fusión de la burguesía alrededor de la familia del presidente y de una parte mayoritaria de la oligarquía, que en 2019 no tenían a Bukele como su candidato ni a Nuevas Ideas como su partido político, pero convencidos que «a mal tiempo, buena cara» se han aliado con este para seguir explotando al pueblo salvadoreño.

Esta alianza entre antigua y nueva burguesía es lo que marca la esencia del primer y segundo gobierno de Bukele y de su «proyecto de nación». Otro rasgo es el tipo de relación entablada con el pueblo, propia del fascismo, caracterizado por la masividad de sus movimientos políticos y la censura y persecución de la oposición, como Mussolini y Hitler lo demostraron, y a tono del repunte de la ultraderecha mundial. En la política su concepción del poder y de la democracia es elitista y centralizado en su figura personal. En la religión y la moral es conservador, utilizando la figura de Dios para justificar su conducta política y manipular a la población. Y en cuanto a la característica principal de su composición ideológica puede inferirse el pragmatismo y el oportunismo.

Lo último sirve para analizar, comprender y prever su proceder local a partir de las múltiples alianzas entabladas con disimiles actores de la política nacional desde su inicial recorrido a finales de 2017, a buena parte de estos que ha utilizado y desechado posteriormente, y a otros que ha traicionado sin titubeos con tal de alcanzar sus objetivos.

Pero también sirve para analizar, comprender y prever su proceder a nivel mundial a través de las relaciones con diferentes gobiernos y lideres políticos de los países de la región centroamericana, de Latinoamérica, EE. UU. y el mundo (entre estos últimos y principalmente, los BRICS+).

Precisamente, a la sazón de la crisis hegemónica del imperialismo estadounidense y a la emergencia de un mundo multipolar, con la participación protagónica de China y Rusia, el nuevo grupo económico de Bukele se vale del pragmatismo y oportunismo que le caracteriza para aprovechar insertarse en este. Los recientes guiños de ojo al gobierno de Putin no son más que expresiones por aprovechar el liderazgo de este y del gigante asiático en beneficio propio (no del país ni del pueblo salvadoreño, sino de él y su «clúster» económico).

La ampliación de las relaciones diplomáticas de estas dos superpotencias contribuye a insertar a Latinoamérica en el advenimiento de ese mundo multipolar para facilitar intercambios culturales, económicos y políticos que ofrezcan oportunidades de desarrollo de los pueblos de la región. Para el gobierno salvadoreño es el salvavidas al que pueden recurrir para pretender cumplir las promesas hechas durante la toma de posesión, porque desde Estados Unidos y sus aliados republicanos los dejaran con los colochos hechos, incluso con Trump en la Casa Blanca.

Por ello recurre, 500 años después, a la misma fórmula de Pedro de Alvarado con nuestros pueblos originarios: “que no fuesen malos y que mirasen que habían dado la obediencia a su Magestad