Ser antiimperialista

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CENTRO INTERNACIONAL MIRANDA Investigar, debatir, participar, protagonizar, revolucionar

Gloria Guilarte Cisneros

Directora de Participación Social y Desarrollo Territorial

Las cínicas confesiones de Donald Trump sobre Venezuela desataron una ola de rechazo en contra de sus voraces pretensiones. Estas vienen a confirmar los testimonios del cesante Asesor de Seguridad Nacional John Bolton en La Habitación donde Ocurrió: Memorias de la Casa Blanca (2019) donde afirma que su ex jefe tenía todas las opciones sobre la mesa -incluida la militar- dadas sus apetencias por el petróleo venezolano y por el rédito electoral que le reportaría mantenerse enfrentado al gobierno de Nicolás Maduro. Siguiendo a Bolton, pareciera que Trump está otra vez apelando a esa tabla de salvación, surfea los 37 cargos que se le imputan y encara una nueva aventura electoral. Son supremacistas.

De la misma catadura son las revelaciones del Secretario de Estado Mike Pompeo en su libro Nunca Cedí una Pulgada (2022) y las del Secretario de Defensa Mark Esper en su escrito Un Sagrado Juramento (2022). Ante las víctimas agraviadas por la asfixia económica y la ilegal coerción extraterritorial, describen sin sonrojarse su flagrante conducta respaldada por la doctrina Monroe. Apelando a la posverdad explican cómo perpetraron actos catastróficos para sembrar en la población el desasosiego, el descrédito de gobernantes legítimos y el convencimiento de que una intervención militar extranjera, lejos de ser una afrenta, era una esperanza para acabar con su injusto sufrimiento. Son perpetradores injerencistas.

Por su parte, William Brownfield, Eliot Abrams y James Story, por citar sólo a algunos, con el decreto Obama y sus remozamientos en las administraciones de Trump y Biden, alimentan la abyecta matriz de Estado Fallido. Su receta: el colapso, el aislamiento, el brutal bloqueo a medicinas y alimentos, el mayor sufrimiento del pueblo y el embargo de bienes patrimoniales.

Con grosera impunidad Richard Nephew escribe en El Arte de las Sanciones (2017) que con estas medidas se busca un cambio de conducta por medio de la angustia, el dolor y el malestar, una tenaza tan agobiante y perturbadora que desembocaría en una reacción interna inesperada, vulnerando al sancionado y favoreciendo al sancionador. En fin, un castigo inclemente contra la soberanía y la autodeterminación. Son imperialistas.

Y para completar el cuadro, quienes solicitaron con desfachatez el recrudecimiento de las “sanciones” le piden hoy con vehemencia el voto a sus víctimas. Son impresentables proimperialistas.

Puertas giratorias para voceros, mientras la política de los EEUU sigue siendo imperialista, supremacista e intervencionista. El aforismo “a confesión de parte, relevo de pruebas” no es una opción. Estamos ante formas de conducir la política por otros medios. Para ventura del pueblo amante de la paz, esta estrategia belicista no ha conseguido concretar sus aspiraciones. Hagamos como Hugo Chávez en 2004: mantengamos enarbolada la bandera antiimperialista de la revolución.

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