La guerra no espera: Entrevistas a corresponsales de guerra cubanos (+ PDF)

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En el marco del aniversario 20 de Cubadebate, se publica el libro “La guerra no espera”, producido por Ocean Sur, la Facultad de Comunicación de la UH y nuestro portal digital, que recopila entrevistas realizadas por el autor Andy Jorge Blanco a corresponsales de guerra cubanos que estuvieron en primera línea en conflictos como Playa Girón, Líbano, Angola, Nicaragua y Libia.”La guerra no espera” es un testimonio conmovedor de la labor de estos corresponsales cubanos y una muestra de su valentía y compromiso con la verdad.

Prólogo de Iraida Calzadilla

Es difícil para una mujer de paz escribir sobre la guerra y los corresponsales. Sin ir a ella, la he vivido en varias oportunidades desde la zozobra y el dolor de la retaguardia, de quienes quedan a cargo de la familia, del sustento, del bienestar de los suyos para evitarles traumas que luego son difíciles de vencer. Es una perspectiva pocas veces redimida ante la magnitud de quienes están dispuestos a perder la vida por salvar ideales y retornan, vivos o muertos, con la hombradía del deber acabado.

Quizás porque conozco de primera línea ese altísimo valor humano y profesional de los corresponsales, desde las aulas me anima la voluntad de desmitificar la participación de los periodistas tal como se ofrece en los filmes de espectaculares efectos tecnológicos. Tras las medallas y distinciones enaltecedoras de haber estado en una trinchera, una emboscada, un atronador “al combate” o un “alto al fuego”, hay demasiadas acciones que sobrepasan el sufrimiento, experiencias nunca olvidadas, vivencias insoportables y marcas de afecto rebeldes a cirugías. La guerra, la real, es un conflicto que los seres humanos aún seguimos reinventando, casi siempre por sentimientos egoístas, en vez de enarbolar la paz digna.

Pero no por ello dejo de asumir la guerra como una expresión adulta a la que casi todos los periodistas quisieran llegar en el ejercicio supremo de la profesión para dar fe de amor y odio; un proceso en el que incluyen su cuota de compromiso humano, ideológico, político y ético: el compromiso por una causa, por la defensa de su país o de otros, por dar a conocer de la manera más verídica posible los intríngulis de los conflictos y los hombres y mujeres involucrados.

Así, saludo a La guerra no espera, libro de entrevistas a corresponsales de guerra cubanos, quienes desde cinco zonas en conflicto y en el largo período comprendido entre 1961 y 2011, estuvieron en campos beligerantes de Playa Girón (Cuba), Líbano, Angola, Nicaragua y Libia.

Esas conversaciones tuvieron ambientes tan disímiles como la sala de un hogar, el tránsito hacia el trabajo, el salvador WhatsApp, la comunicación telefónica y otras vías más en el mundo fantástico y apresurado de la prensa. En todas ellas, su autor, Andy Jorge Blanco, muestra a los protagonistas como mediadores proactivos entre los acontecimientos y el público, en la misión cimera e irrevocable de informar a los lectores y, sobre todo, los entregó como seres humanos con dudas y miedos a cuestas, sin prejuicio para narrar las vivencias en esos escenarios, reportar el contexto sociopolítico, hablar de la gente sufriente en los conflictos, las secuelas y las historias que dejan y conforman.
Es decir, ellos describieron su visión de una guerra real.

De la que le tocó en particular, de la vivida y no la contada por otros. Esa en la que estuvieron latentes intereses plurales, desigualdad de poderes entre las partes, lucha de clases, y donde actuaron no solo para ofrecer cifras de heridos y muertos, sino para convertirse en observadores internacionales, narradores de los puntos de vista de las partes en contienda, de la población civil, de las organizaciones humanitarias intervinientes y también desmintieron las noticias falsas siempre impactantes en su incitación desmovilizadora.

Desde las tres contiendas por la definitiva independencia cubana y la Guerra Civil Española, hasta los conflictos de Playa Girón, la Crisis de Octubre y las misiones internacionalistas en Argelia, Siria, Angola, Etiopía, El Congo y Nicaragua, Cuba presenta un vasto ejemplo solidario en el accionar de los corresponsales de guerra, cuyos pioneros se divisan en el ya lejano El Cubano Libre.

En ese hacer, les continuaron otros hombres y mujeres brillantes para contar con toda crudeza los logros en el campo de batalla, los ataques enemigos, la gloria y la traición, utilizando la palabra impresa, la radio, la televisión, las imágenes y la amplia red integrante de una profesión que pone el conflicto en el debate de la sociedad en general, y del hogar en particular donde siempre hay un miembro, un amigo, un conocido con una experiencia para relatar.

Las de estos corresponsales son historias que llegan desde una narración aparentemente sencilla, como si el autor de las entrevistas apenas intercediera. Esa, justamente, fue la pretensión: dejar hablar a los otros, insertar preguntas sugerentes cual pautas conductoras, y permitir al lector conformar por sí mismo el universo mostrado.

Así, sin didactismo, destaca en todos su compromiso, llevado hasta sus últimas consecuencias al cambiar, incluso, las agendas de notas por fusiles, trascendiendo su esencia de contar lo que sucede para participar en lo que sucede y dar cuenta. Estos corresponsales cubanos entrevistados por Andy Jorge Blanco, obviaron la matriz de “tipos duros” para develar historias, muchas de las cuales les rompieron el umbral de resistencia y, aun así, sobreponiéndose, escribieron, radiaron, televisaron y acompañaron a las tropas de la cuales dieron parte.

El libro de este autor subvierte las perspectivas de los personajes. Si bien son, por antonomasia, contadores de los mundos de otros, ahora están en el fragor de protagonistas que rememoran el pasado, lo contextualizan, analizan e interpretan y salvaguardan la vieja condición del periodismo como registro histórico, como legado para el examen de una época y de una sociedad, cuyo desarrollo natural fue abortado por una conflagración.

Como lectora de La guerra no espera, cuyos textos Andy Jorge Blanco publicó en los medios Cubadebate y El Caimán Barbudo, agradezco la voluntad de hacer perdurable el sacrifico de corresponsales cubanos que simbolizan a decenas que lo han sido y no caben en la presión de un espacio editorial restringido. Ellos ahora interpretan un tiempo cuando el deber y la conciencia estuvieron por encima de la razón movilizadora.

Y si en otros lares y contextos políticos la guerra y su cobertura se ejecuta también desde salones de cancillerías, despachos presidenciales, lujosos hoteles, sedes habituales de las conferencias de prensa y habitaciones refrigeradas donde se elaboran informaciones vertiginosamente, entonces merecen medallas al valor estos corresponsales cubanos, quienes vivieron con las tropas, afrontaron sus peligros, comieron y bebieron lo que pudieron, y mantuvieron el crisol del sentido ético junto a la voluntad de informar a como diera lugar.

Cuando pregunto a los estudiantes de Periodismo sobre qué se necesita para ser un corresponsal de guerra, hablan de querer la profesión y estar dispuestos a arriesgarlo todo en las zonas de peligro. Divina ingenuidad para quienes tal vez, solo tal vez y por suerte cada vez menos, se despiden de padres, hijos, familia, de quienes aman, de amigos, compañeros, vecinos, de su entorno, de las calles de la ciudad, de las playas tibias y nobles de la Isla, de los almuerzos de fin de semana, de las duras realidades del día a día; y parten sin seguridad de regreso para enfrentar combates, la muerte de compañeros, las vivencias de triunfadores y derrotados, y los traumas que dimanan del infierno.

Admiro a quienes lo han hecho, los admiro enormemente porque partieron así mismo, asumiendo que la guerra no espera. Pero sigo siendo una mujer que vota por la paz.

Cortesía de: cubadebate.cu

Fuente: cubadebate.cu/