¿Embajada argentina, una cárcel en Quito?

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Por Leonardo Parrini

La salida de la exministra de Transporte, María de los Ángeles Duarte, de la
sede diplomática de Argentina, es calificada de «fuga» por los personeros del
gobierno ecuatoriano. De alguna manera les asiste la razón, porque el mismo
gobierno había usado a la Embajada de Argentina en Quito como una” cárcel”,
que retenía a la funcionaria del correísmo al negarle el salvoconducto de
abandono del país con destino a Buenos Aires. Duarte permaneció
aproximadamente dos años y medio en la sede diplomática, imposibilitada de
hacer uso del amparo político argentino porque el gobierno de Guillermo Lasso
negó a la asilada dicha condición y el correspondiente salvo conducto.

El canciller Juan Carlos Holguín, titular de la diplomacia ecuatoriana, insistió en
que no podían otorgar el salvoconducto a la exministra Duarte porque “era
buscada por la justicia por delitos de corrupción, y no por una persecución
política”. He ahí el primer impasse entre los dos países. Luego el embajador
argentino, Gabriel Fuks, dijo al vicecanciller ecuatoriano, Luis Vayas, que no es
responsable de que Duarte permanezca en la sede diplomática argentina en
Quito, porque no era “el carcelero de nadie”.

El Gobierno argentino otorgó el asilo a María de los Ángeles Duarte por
considerarla una perseguida política. Decisión que provocó la polémica entre
ambas naciones: “En el mejor de los casos (…) no solamente hubo una
negligencia en el cuidado de la señora Duarte, sino en el peor de los casos
hubo complicidad”, reiteró el canciller Holguín. Mientras que la misión
diplomática argentina deslinda responsabilidades en el hecho. Ese fue el
segundo desentendimiento entre ambas naciones.

Mientras que Ecuador y Argentina han expulsado a sus embajadores
acreditados en sus territorios, lo que está en juego son las relaciones
bilaterales entre ambos países, según la prensa ecuatoriana. Dicho en otras
palabras, esa relación debería ser revisada, en versión de Carlos Rojas,
presentador de Ecuavisa que, en entrevista al canciller ecuatoriano, no dudó
en azuzarlo a tomar la decisión en ese sentido.

Un caso inoportuno
La salida de Duarte de la sede diplomática argentina vino, en forma inoportuna,
a complicar las cosas en el frente correísta que había logrado recomponer sus
fuerzas y su imagen ante el país. A la obsecuencia del “canal del cerro” y su
anchor convertido en “abogado del gobierno”, se suma la poca diplomacia
ecuatoriana, con cizaña oficial de ciertos funcionarios como el ministro Juan
Zapata, que se apresuró a insinuar que “este caso es de extremo interés para

quienes estuvieron dentro del caso arroz verde”. En tanto, el canciller J. C.
Holguín insistía en posicionar la idea de que por razones de seguridad “los
detalles en torno al escape de la exministra de Transporte, María de los
Ángeles Duarte, deben tratarse de forma reservada”.
Duarte tenía la facultad de salir de la embajada y renunciar al asilo solicitado
ante la sede diplomática argentina en Quito y dirigirse al lugar donde a bien
tuviera.

Así lo hizo, y a renglón seguido abandonó el país, habiendo sido
sentenciada por una corte ecuatoriana. Más allá de los polémicos entretelones
del caso, una vez más la política se contradice a la justicia. La retaliación
política, por lo general, viene acompañada de una figura “legal” que justifica las
decisiones de carácter ideológico, más aún cuando en el caso de Ecuador, la
justicia actúa funcionalizada a la política y viceversa.
El caso Duarte muestra claras evidencias de que el gobierno ecuatoriano
convirtió a la sede diplomática argentina en “cárcel” de su adversaria política,
con el solo hecho de negarle el salvoconducto de salida del país, según
contemplan los procedimientos internacionales de asilo político a los cuales
permanece suscrito Ecuador. Una vez más, la ley se contradice a los derechos
políticos.
Leonardo Parrini: Periodista. Fotógrafo. Director-Editor de la revista digital
LAPALABRABIERTA. Colaborador de las revistas ROCINANTE y BABIECA
(Campaña de Lectura Eugenio Espejo). Conductor del programa La Oreja
Libertaria, Radio Pichincha 95.3 FM. Autor de los libros La hora del lobo (2000),
Decapitar a la Gorgona: ¿la corrupción, una moral de la crisis? (2001), Eva sin
paraíso (2003), Diálogo comunitario en democracia (2013), Égüez. La memoria
insumisa (2016), Escritos en clave morse (2018), Retrato Íntegro, testimonio
vital (2019), El canto de todos (2022). Ha colaborado en Revista Diners como
comentarista de obras literarias.