Lectura de un cisma político, o la izquierda es más que siglas y colores

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A propósito de votos nulos, votos duros, votos de castigo y una "hecatombe" política que sacudió a la izquierda partidaria en El Salvador.

Por Miriam García*

Hoy nos despertamos en una correlación de fuerzas en la Asamblea Legislativa como en años previos a 2012 y 2009. Y ¿Está bien? Es una forma de medir la sociedad. Se pueden decir muchas cosas de este arrollador resultado electoral, entre ellas, que va a recrudecer la ofensiva derechista privatizadora y poco razonada para decidir el rumbo del país. Pero, al César lo que es del César. Nunca en una AL con mayoría derechista se hubieran aprobado cosas como el reconocimiento a los Pueblos Originarios (prefirieron ausentarse cuando se votó por ello) o aprobar la prohibición del matrimonio infantil (por que la “base de la sociedad” es la familia, sin importar que una niña sea obligada a casarse a sus 14 años con su violador, porque la dejó embarazada)

Una vez me dijo alguien “¿Te dejás impresionar por hospitales y carreteras?” Bueno… sí, ¿no es para eso que están los funcionarios públicos, para edificar hospitales y carreteras, entre otras cosas? Pensemos en cuantos hospitales públicos de Maternidad levantó la derecha. Ninguno. Y el actual permitió que dos amigas mías, sin seguro social ni dinero para un hospital privado, se realizaran operaciones para prevenir problemas de salud. Por mi trabajo, varias veces transité por el bulevar Monseñor Romero, no quiero ni imaginarme cómo hubiera llegado a Opico o Santa Ana sin esa vía de escape.

Y el Sitramss, que ya está puesto y ha sido abierto a los automóviles particulares (en lugar de exigir una mejor gestión del transporte público), sigue siendo, aunque me tarde una hora en llegar a mis destinos, el transporte más seguro y cómodo. Tampoco se aprobó antes una Ley especial integral para una vida libre de violencia contra las mujeres. ¿Y la Ley contra la minería metálica? Jamás, con una derecha que se beneficia del extractivismo, se hubiera aprobado. Nunca.

No obstante, es verdad que el “partido” ha cometido errores y esto es lo que pasó factura. Y quizá era necesaria esta cachetada. Mantener a toda costa la candidatura de José Luis Merino aún a pesar de lo que dictó la sala de lo Constitucional (que tampoco son santos) mantener medidas represivas y de criminalización contra la juventud, no aprobar las 4 causales, no aprobar cuando se pudo una Ley general de aguas con contraloría social, no aprobar la Ley de soberanía alimentaria, no haber cambiado de forma sustancial el Sistema de Pensiones, no impulsar una visión de cultura que no instrumentaliza a los artistas y realmente les tome la palabra. No aceptar que se equivocaron, pues.

Mi padre me dijo, cuando ganó la presidencia el FMLN en 2009 y yo aún no votaba, “para nosotros no va a cambiar mucho la situación; pero sí para muchas personas que no tienen nuestras posibilidades” y así ha sido y siempre lo he tenido claro. Si la izquierda accede al poder, quizá no todos veamos cambios sustanciales, si no aquellos que van con hambre y sin desayuno a estudiar, que no tenían uniformes, que no tenían al menos una ayuda de $50 dólares en su vejez. Eso es poco, es cierto; pero ¿cuándo sucedió con una derecha en el poder?

Ahora, con la correlación de fuerzas a favor de ARENA, pasará que los afectados no van a ser solo ellas y ellos. Acá si vamos a ser todos y todas. Con la derecha en el poder se da la creación de campos de golf y urbanizaciones en zonas de recarga hídrica, se favorecen los monocultivos azucareros, no hay reformas de medicamentos…

Pero no es tiempo de llorar por la leche derramada. Más bien es tiempo de ver qué vamos a hacer. Esta digna rabia que sentimos hoy debería funcionar para evaluarnos. En primer lugar, el FMLN, el único partido en el que me he sentido representada desde que tuve la capacidad de ejercer mi sufragio, tiene que aceptar sus errores y que sus montañas siguen siendo las masas. Y las masas piensan, critican, exigen y  hoy han hablado fuerte y claro. No pueden seguir gobernando aislados de la opinión de toda esa izquierda no partidaria, coqueteando con sectores de poder económico que nunca van a retribuir favores políticamente. No pueden seguir adelante sin escuchar e incluir a juventudes diversas, a artistas, a intelectuales, a feministas. Todos estos sectores sabemos que la derecha no nos representará jamás; pero tampoco lo estuvo haciendo la izquierda con su sordera a las opiniones.

Y para nosotros y nosotras,  que con justa razón quisimos (o no) escarmentar al único instrumento partidario de izquierda de El Salvador; este resultado es un llamado a que nos articulemos. Una vez, una izquierda unida y diversa venció no 20 años, sino más  de 80, casi 200 años de derechas (llámese militares, democráticas, dictatoriales, caudillistas); pero el poder es una herramienta de doble filo si genera comodidad. Ahora tenemos que vernos todas y todos: Colectivos de artistas, de jóvenes, de comunicadores, feministas, organizaciones, asociaciones, LGBTI, estudiantes, Nuevas Masculinidades, entre otros… Todos y todas, tenemos que sentarnos y entender que esta izquierda es más que siglas y colores.

Si el único instrumento político no aprende la lección, entonces tenemos que preparar nuestra propia estrategia. Sin duda somos más que en 2009. El gane parcial en la AL no es muestra de la “flamante campaña arenera”, es muestra de toda esa gente descontenta con el actuar del FMLN. Es un reflejo de un gran poder popular y es un llamado a utilizarlo con responsabilidad y coherencia. Si leemos bien estas señales, este no es el final de la izquierda salvadoreña. Puede ser el amanecer de una renovación justa y necesaria.

*Periodista de Vanguardia El Salvador