El Salvador se está acostumbrando a que el presidente, Nayib Bukele, deje en ridículo a nivel internacional al país. Primero en México, al reunirse con López Obrador, los comentarios poco afortunados y con falta de conocimiento de los aspectos diplomáticos, han generado en los medios de comunicación internacional burlas no solo para el presidente sino para el resto del país.
La “cantinflesca” forma de hablar del presidente Bukele, ayer en la ONU, donde arremetió contra la Asamblea General al llamarla “obsoleta” demuestra que la agenda del presidente es presentar cortinas de humo y no afrontar los verdaderos problemas de la población, ya que no abordó ni siquiera el problema de la migración que golpea a los latinoamericanos y particularmente a los salvadoreños.
En estos casi cuatro meses de gestión, Bukele y su camarilla de aduladores no han hecho mas que buscar congraciarse con los Estados Unidos, trayendo para el país nulos beneficios. Claramente ,la canciller al servicio de la oligarquía ha defendido furibundamente la posición de los Estados Unidos en varios espacios como la OEA y la ONU, donde se ha plegado a los dictados de esta potencia.
A nivel interno, las acciones de Bukele respecto a la migración han sido desastrosas, primero al no pronunciarse contras las vejaciones que el gobierno imperial inflige contra los migrantes salvadoreños. Por otra parte, la firma de los convenios para crear la patrulla fronteriza en El Salvador, en el marco del tercer país seguro, es una bofetada para los migrantes de toda América; es risible como un país con estas características de violencia social y crimen organizado puede ofrecer asilo a ciudadanos de diversos países de la región ( o de otras regiones del mundo) que constantemente dejan sus hogares para encontrar un mejor destino, que el neoliberalismo les ha impedido encontrar en sus patrias. Recurren al último recurso, la venta de su fuerza de trabajo al mejor postor. Esto se explica en la medida que la diferencia entre los salarios de hambre de sus países de origen y los salarios que pagan en “el Norte”, aunque constituyan a su vez enormes niveles de robo de plus valor (es decir, trabajo jamas pagado al trabajador) permite a los inmigrantes, enviar remesas a sus familias y mantener la esperanza de que sus hijos e hijas quizás puedan correr una mejor suerte.
En otro orden de cosas, el gobierno salvadoreño votó esta semana para que se incrementaran las sanciones contra Venezuela, la entreguista canciller Hill desde que inició su mandato ha fustigado el proceso bolivariano y se alinea descaradamente a las acciones desestabilizadoras gestadas desde el imperio. La actitud servil del gobierno salvadoreño es ampliamente conocida en círculos internacionales; en poco tiempo ha demostrado que detrás de Bukele se encuentran los intereses de sectores de la oligarquía salvadoreña, importantes capitales de la burguesía árabe (posiblemente no solo local) y del imperialismo norteamericano, que en los últimos años ha querido recuperar el terreno perdido en Latinoamérica. Para muchos salvadoreños esa retórica y defensa enfermiza de las posturas de otros países, la creciente entrega de la soberanía nacional, son ofensas que representan una vergüenza nacional.