Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se califica como desaparición forzada cuando una persona es arrestada, detenida o trasladada contra su voluntad por agentes gubernamentales, grupos organizados y mafias, entre otros
Hoy, en algún lugar del planeta, alguien está siendo víctima de la desaparición forzada. Este 30 de agosto, cuando el mundo rememora la lucha contra tan cruel flagelo, una familia sigue sufriendo, a la espera de tener noticias de sus seres queridos, mientras otra, luego de años sin respuestas, pierde las esperanzas.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se califica como desaparición forzada cuando una persona es arrestada, detenida o trasladada contra su voluntad por agentes gubernamentales, grupos organizados y mafias, entre otros.
Este deplorable método de coacción ha sido utilizado por décadas como una herramienta para infundir el pánico en las poblaciones.
Durante años, los gobiernos represivos como el de Augusto Pinochet en Chile, con más de 40 000 desapariciones, repartían el miedo y la incertidumbre a través de la tortura y los asesinatos sin compasión para «dar una lección» a aquellos que intentaban combatir sus medidas fascistas.
En tanto, en los años de la dictadura argentina se contabilizaron más de 30 000 desaparecidos.
Pero no son solo los casos de estos países los que disparan las alarmas en nuestra región, aunque no dejen de ser elocuentes sus índices de desaparecidos. Según un reporte de la multinacional Telesur, en una lista de diez, siete naciones pertenecen a nuestro entorno geográfico. Guatemala, Perú, El Salvador, Colombia, México y las mencionadas Chile y Argentina trascienden en las estadísticas de la muerte, reconocidas a partir de 1980 como desapariciones forzadas por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas.
En Colombia, según El Tiempo, solo en los últimos diez años son más de 42 000 los casos reportados en los que los familiares de una persona dada como desaparecida no volvieron a saber nada de su allegado.
La Jornada también ha abordado con preocupación el tema en México. Antonino de Leo, director en ese país de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, precisó que «el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas ha remitido un total de 56 363 casos a 112 Estados, y México se ubica tristemente entre los diez países con más casos remitidos a nivel internacional».
En declaración oficial del subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación de México, Alejandro Encinas, hasta el día de hoy por lo menos son
40 180 las personas desaparecidas en su país, hay 1 100 fosas clandestinas y más de 26 000 cuerpos sin identificar.
Las pérdidas de vidas humanas durante la guerra civil en Guatemala tampoco son desestimables, cuando los reportes dan cuenta de cifras que rondan los
40 000 y 45 000 desaparecidos. Y en Perú, aunque no hay una estadística exacta, Telesur refiere que se calcula que más de 15 000 personas desaparecieron entre 1980 y 2000.
Mientras, la Comisión de la Verdad de El Salvador ha precisado que desde 1980 hasta 1992, cerca de 5 000 personas fueron forzosamente desaparecidas en este país centroamericano.
Según los expertos, una de las razones por las cuales los familiares de las personas desaparecidas buscan respuestas es por la angustiosa incertidumbre.
¿Estará con vida? ¿Habrá muerto? Estas y otras preguntas se debaten entre la esperanza, la desesperación y el dolor.
Autor: Ana Laura Palomino García | internet@granma.cu
29 de agosto de 2019 23:08:34