Alexander Gorski.desinformemonos.org. 15/01/019. De vez en cuando hay destinos personales en los cuales se refleja la esencia de toda una época. En esas ocasiones, el caso individual parece ser la ilustración de procesos históricos, la dramatización de rupturas sociales y la síntesis de desarrollos complejos. El asesinato de Rosa Luxemburgo es uno de esos casos.
Hace cien años, el 15 de enero de 1919, la figura legendaria de la izquierda alemana fue asesinada junto con su camarada Karl Liebknecht a sangre fría por paramilitares derechistas, después del fracaso del levantamiento espartaquista, una insurgencia popular en Berlín que tenía el objetivo de defender los logros de la Revolución de Noviembre de 1918. Pero vayamos por orden. No se puede entender el significado de la muerte violenta de Rosa Luxemburgo para la historia alemana sin recapitular la biografía de la teórica marxista y sus circunstancias dramáticas.
Nacida el 5 de marzo de 1871 en una familia judía en Polonia, Luxemburgo comenzó su proceso de politización en la escuela y participó en grupos de estudios alternativos, donde conoció la obra de Carlos Marx por primera vez. En 1889 fue a Zúrich (Suiza), donde estudió una carrera multidisciplinaria y se graduó con una tesis doctoral sobre el desarrollo industrial de Polonia en 1897. Durante esos años Rosa fue una parte activa de la comunidad de migrantes radicales, que se juntó en Zúrich para preparar los derrocamientos de sus respectivos gobiernos. Atraída por el partido socialista más fuerte del continente, se fue a vivir a Alemania, donde fue activa en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y se oponía en contra de las emergentes tendencias reformistas y nacionalistas dentro del partido proletario más grande de Europa.
Por su habilidad discursiva y sus publicaciones polémicas se hizo conocida muy rápidamente y se convirtió en uno de los personajes más importantes de la tendencia revolucionaria del SPD. Fue sentenciada a cárcel en varias ocasiones por insultar al emperador Guillermo II de Alemania y por promover posiciones antimilitaristas en sus artículos. Diferente a la mayoría, Rosa veía claramente el peligro de una gran guerra entre los diferentes poderes imperialistas. En septiembre de 1913 habló en Frankfrut en una manifestación que se oponía a las preparaciones para la guerra y dijo frente a la multitud de cientos de miles de personas: “Si nos quieren obligar a disparar en contra de nuestros hermanos extranjeros, hay que decir: No, no lo vamos a hacer!” Por ese llamado a la desobediencia fue condenada a 14 meses de encarcelamiento en febrero de 1914. A finales de julio empezó la Primera Guerra Mundial, la cual tardaría más de cuatro años y costaría 17 millones de vidas y la devastación de todo un continente.
La fracción parlamentaria del SPD votó casi en su totalidad a favor de los créditos necesarios para financiar la guerra. Debido a su posición firme en contra de la guerra, Rosa Luxemburgo pasó casi todo el período bélico en la cárcel en Berlín. No obstante, intervenía regularmente en los debates públicos a través de artículos, en los cuales por ejemplo analizó los desarrollos revolucionarios en Rusia durante el año 1917. Veía la insurreción popular del proletariado ruso en contra del zar con mucha esperanza, aunque también era una de las primeras voces en criticar los conceptos vanguardistas de Lenin. Para ella el camino hacia la revolución radicaba en la organización democrática de las masas, la autogestión obrera de los medios de producción y en las huelgas políticas.
En 1918 el disgusto de las masas alemanas sobre la guerra resultó en un levantamiento popular, hoy conocido como La Revolución de Noviembre, la cual logró la destitución del emperador Guillermo II. Pero dentro del movimiento revolucionario había una división interna. Por un lado, el SPD se apartó de una ruptura radical con el sistema capitalista y optó por la instalación de una democracia liberal-burguesa. Por otro lado, exisitían fuerzas anticapitalistas que querían aprovechar el momento histórico para establecer un sistema comunista consejista, que se basaría en los comités de base que habían surgido a lo largo del año 1918.
El primer día del 1919, esas fuerzas radicales fundaron el Partido Comunista de Alemania (KPD). Mientras el SPD quería consolidar su nuevo poder y entró en alianza con fuerzas derechistas, sobre todo con grupos paramiltares, que estaban compuestos mayoritariamente por soldados derechistas. En la segunda semana de enero, en un acto de desesperación, las fuerzas radicales intentaron rebelarse en contra del abuso a sus esfuerzos revolucionarios. Rosa Luxemburgo era escéptica sobre las posibilidades de derribar al gobierno socialdemócrata de transición de esa manera. Tenía razón. El SPD y sus aliados paramilitares suprimieron brutalmente la insurgencia conocida como Levantamiento Espartaquista.
El 15 de enero Rosa Luxemburgo fue detenida, torturada y luego asesinada por miembros de un grupo paramilitar. Su cuerpo fue tirado en un canal de Berlín y no fue encontrado hasta el 31 de marzo. En este momento la revolución ya había sido sofocada. Por lo tanto se puede decir que el asesinato de Rosa Luxemburgo marcó el final de un ciclo de insurgencias en Alemania, que llevó en si la esperanza de un cambio profundo en el país más poderoso de Europa.
Además, su asesinato por un grupo paramilitar en alianza con el SPD significó la traición de la socialdemocracia alemana que empezó con su aprobación de la Primera Guerra Mundial. El SPD nunca sería de nuevo una fuerza progresista, incluso hoy en día. Esa división de la izquierda alemana también explica por qué uno de los movimientos obreros más grandes en la historia mundial no fue capaz de frenar al fascismo que tomó el poder 14 años después de la muerte de Rosa Luxemburgo. Con la muerte de Rosa Luxemburgo se enterró la esperanza de un camino diferente para Alemania y Europa.
Los años 1918/19 parecen lejos hoy en día, cuando la clase trabajadora europea muestra una clara tendencia a la derecha. Aun así, el legado de la vida y muerte de Rosa Luxemburgo lleva en sí una multitud de lecciones y esperanzas. Como ella lo escribió unos días antes de su muerte:
“¡El orden reina en Berlín!, ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!“