El “nuevo país” es una farsa.

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Por Leonel Herrera*

El presidente Nayib Bukele llama “farsa” a aquello que no le gusta o que desea descalificar por interés y conveniencia política. Así, en su relato negacionista de la historia, el gobernante autócrata ha dicho tajantemente que la guerra civil y los Acuerdos de Paz de 1992 “son una farsa”.

La Real Academia de la Lengua Española plantea dos acepciones de la palabra “farsa”: en el ámbito literario es una obra de teatro cómica, generalmente corta y de carácter satírico; y en lenguaje común se refiere a un engaño, mentira, simulación, fingimiento, patraña, mascarada o pantomima de algo.

Por tanto, la guerra y los Acuerdos de Paz no son una farsa, pues existieron. La prueba más fehaciente de la guerra son las víctimas, empezando por las de la masacre de El Mozote, a cuyos familiares Bukele les dijo en diciembre de 2020 que “la guerra fue una farsa”; y la mayor evidencia de los Acuerdos son las reglas e instituciones democráticas que permitieron el ascenso al poder del propio Nayib Bukele, las mismas que él destruyó después.

Lo que sí es una “farsa” son las realidades paralelas que la propaganda gubernamental intenta proyectar, frente al agravamiento de los problemas reales del país, que cada día empeoran las condiciones de vida de la mayoría de la población.

Hasta hace poco tiempo el omnipresente aparato de propaganda bukelista difundía la falsa idea de que “El Salvador ya es un país de primer mundo”, gracias a la realización de eventos de “talla internacional”, como Miss Universos; o porque el futbolista argentino Lionel Messi vino a jugar al Estadio Cuscatlán.

Lo dice a pesar de que ésta no fue primera vez que dicho concurso de belleza se realizó en el país, ni la primera vez que una figura futbolística mundial vino a El Salvador. Miss Universo se realizó el 19 de julio de 1975, bajo el auspicio de la dictadura de Arturo Armando Molina; y Edson Arantes do Nascimento, conocido como “Pelé”, vino el 16 de enero de 1966, a jugar contra Alianza F.C., en el Estadio “Flor Blanca”, ahora “Mágico González”.

Sin embargo, muchos jóvenes ignorantes de la historia y viejos desmemoriados que ya la olvidaron asumen como verdadero el falaz discurso propagandístico del régimen bukelista y creen que esto ha sucedido ahora “por primera vez” o que “nunca antes en el historia” se había  realizado este tipo de eventos.

Últimamente, la propaganda oficialista ha retomado la idea del “nuevo país”. Diputados, funcionarios del gobierno, influencers, sesudos analistas y demás repetidores de la narrativa propagandística dicen que “estamos construyendo un nuevo país”; sin decir exactamente qué es eso “nuevo” que hace al país diferente al que hemos tenido hasta antes del advenimiento de Bukele.

Este publicitado “nuevo país” es una “farsa” porque, más allá de la mejor situación de seguridad pública lograda mediante una cuestionada y dudosa ofensiva contra las pandillas, el país sufre el agravamiento de problemas estructurales como la concentración de riqueza, la profundización de la regresividad tributaria y la ampliación de las brechas de desigualdad, marginación y exclusión social.

Datos oficiales difundidos por medios periodísticos confirman un significativo aumento de la pobreza y extrema pobreza como resultado del desempleo, los bajos salarios, el alto costo de la vida, el desmontaje de programas de apoyo a sectores vulnerables, el abandono de la agricultura y el despojo de tierras.

El Salvador vive también un acelerado desmontaje institucional que constituye una grave reversión democrática, sin precedentes desde la firma de los Acuerdos de Paz. El gobierno no respeta la Constitución y las leyes, violenta sistemáticamente derechos humanos y la población está en total indefensión ante tales abusos, al no haber instituciones públicas independientes a las cuales acudir.

El gobierno ha instituido la mentira, la desinformación, los discursos de odio, la descalificación y el linchamiento digital como estrategia de comunicación pública; y en vez de gobernanza democrática y diálogo social, impera el miedo, el cierre del espacio cívico y diversas formas de persecución política, desde maneras más o menos sutiles hasta modalidades abiertamente represivas.

Entonces, ¿es éste el “nuevo país” que pregona la propaganda bukelista? Un país al borde de una quiebra financiera, debido al irresponsable endeudamiento gubernamental; un país que, en vez de reconstruir las escuelas, quita el “vaso de leche”, amenaza a los docentes, captura y exhibe públicamente a estudiantes “mal portados”, para mandar un mensaje de “orden” y advertir que todos deben “estar quietos”.

¿Es éste el “nuevo país” diferente al de los “mismos de siempre”? Un país donde vendedores y vendedoras ambulantes ya no tienen derecho a ganarse la vida en los parques y calles; un país donde es más urgente arreglar el Palacio Nacional (desde cuyo balcón hablará un presidente inconstitucional con ínfulas de monarca), en vez de construir hospitales y caminos vecinales o entregarle el paquete agrícola a los campesinos.

En serio, ¿el nuevo país es el que gasta millones de dólares en publicidad, en lugar de entregarle el presupuesto adeudado a la única universidad pública? El país donde la mayoría de la población dice sentir miedo de expresar sus opiniones sobre lo que pasa en su entorno y donde en su nombre se cometen barbaridades nunca vistas.

El “nuevo país” es una “farsa” y quienes lo pregonan son farsantes.

Un verdadero nuevo país sólo se construirá cuando el pueblo despierte, supere el miedo, asuma una perspectiva digna y se levante para poner fin a ésta y a todas las farsas que dominan la esfera pública creada por el oficialismo y con las cuales se intenta suplantar la verdadera realidad del país.

*Periodista y activista  social.