Por: Ricardo Ayala, Secretario Nacional de Educación Política e Ideológica del FMLN
Dicen que en río revuelto, ganancia de pescadores. Y no es para menos. El proceso electoral celebrado este domingo recién pasado revela que fue minuciosamente preparado con el mayor desorden posible, cuya cereza del pastel fue durante la noche del dìa de las elecciones cuando los integrantes de las Juntas Receptoras de Votos (JRV), se disponían al conteo de la elección legislativa y para su sorpresa no existían insumos para el levantamiento de actas, por lo cual muchos se vieron en la obligaciòn de hacerlo a mano, lo que se extendió hasta por la madrugada del siguiente día.
El vergonzoso accionar del organismo electoral no hizo más que recordar a propios y extraños el nefasto papel del Consejo Nacional de Elecciones y los constantes fraudes electorales en beneficio de la dictadura militar de turno, con los cuales robaban la decisión del pueblo salvadoreño. Las mañas de 60 años de dictaduras militares no pueden borrarse fácilmente de la política local, condena que lástimosamente heredan las nuevas generaciones de ciudadanos, víctimas de la desmemoria.
¿Pero, por qué de este bochornoso proceder? Parece que el oficialismo no pretende dejar ninguna posibilidad a sorpresas por parte de la oposición y antes que cualquier cosa suceda, consideraron mejor acabar con las incertidumbres. Parece que ni con el uso de la costosísima tecnología contratada, que de nada sirvió, pudo salvar su ya mellada reputación.
Nomás pasó la prematura celebración con cohetes y fuegos artificiales al finalizar el conteo de votos presidencial, al oficialismo le sobrevino el desastre que premeditadamente ha fraguado, y ahora con el TSE de chivo expiatorio tiene a toda la opinión pública local e internacional sobre sí.
En suma, estas parecen ser las elecciones más fraudulentas de los últimos 30 años, que sólo se equiparan y superan a las elecciones de 1999 y 2004, cuando votaron miles de trabajadores agrícolas centroamericanos y miles de muertos por los candidatos areneros, respectivamente. Parece que el padrino instruyó muy bien al ahijado.
Cada ficha que movida por el oficialismo en la Asamblea Legislativa desde hace más de un año trastocando la ley electoral ha sido para allanar el camino a la inconstitucional reelección presidencial y la elección de una bancada legislativa que responda al presidente. Desde la destitución de la anterior Sala de lo Constitucional y el nombramiento de magistrados afines al gobierno, quienes habilitaron la reelección inconstitucional, en mayo de 2021, pasando por la reducción a 60 curules y el cambio de distribución de los escaños bajo la fórmula Hare a la fórmula D’Hondt, hasta llegar al retraso in extremis de la deuda polìtica al FMLN y la exclusión en las juntas de vigilancia en el voto en el exterior… y un largo etcétera.
Esto demuestra que así ha sido el camino allanado por la actuación del TSE para beneficio del gobierno y su candidato inconstitucional, al cual se sumó su aparato de propaganda financiado con fondos públicos y la entrega de miles de paquetes alimenticios pagados con dinero del Estado salvadoreño.
Tantas irregularidades cometidas por el presidente y su partido polìtico para enquistarse 5 años más en el gobierno no pueden listarse en estas pocas páginas, pero la denuncia de este chanchullo que tuvo lugar el domingo 4 de febrero no puede quedarse en las filas de los partidos opositores, debe hacerse llegar al oído de la población para que este tome críticamente y sin fanatismo los acontecimientos.
Ahora, está en las manos de los delegados y delegadas del FMLN al escrutinio final la oportunidad de desbaratar todas estas artimañas cometidas por el oficialismo y corregir la plana al TSE de este “desorden bien organizado”.