«(…) el Che sigue siendo un llamado de combate, pero también de sensibilidad, de ternura y de entrega a una causa. Siento que eso es lo más hermoso de él»
En Cuba, la imagen del Comandante Ernesto Che Guevara es omnipresente. Caminar por las calles constituye un seguro encuentro con su rostro y su emblemática boina. Sin embargo, se siente más que nunca la ausencia de su discurso político. Términos como ‘imperialismo’, ‘lucha de clases’, ‘proletariado’, ‘explotadores y explotados’, parecieran sustituirse por eufemismos que maquillan el resurgimiento, en nuestro país, del sistema socioeconómico contra el que el Guerrillero Heroico luchó física, e intelectualmente. Sobre cuán necesarias resultan sus ideas en el contexto contemporáneo, conversamos con quien sufrió, de cerca, su partida: la doctora Aleida Guevara March.
— Era muy pequeña cuando su padre decidió partir a luchar hacia otras naciones, primero al Congo y luego a Bolivia. ¿Qué recuerdos tiene de él?
«Muy pocos. Mi papá viaja prácticamente dos veces el mundo llevando el mensaje de la Revolución cubana. Cuando estaba en Cuba, trabajaba de 16 a 18 horas diarias, entonces casi no nos veíamos. Esta casa donde vivíamos, donde está hoy el Centro de Estudios que lleva su nombre, guarda una energía viva, de momentos muy lindos entre padre e hijos, que fueron muy poquitos.
«Hay una habitación que era la de él y mi mamá. De ese dormitorio de ellos, yo tengo en la memoria la imagen de mi papá vestido de militar, con una mano muy grande, tocando la cabecita de mi hermano menor que apenas tiene un mes de nacido, que mi mamá sostiene sobre su hombro y yo de niña estoy desde abajo mirando la escena.
«Hay una ternura extraordinaria en ese hombre, en esa escena que aún hoy, muchos años después, te la estoy contando ahora y es como si estuviera reviviéndola en la retina. Esa es una imagen para mí hermosa. No sé qué habrá pensado mi papá y cuánto le habrá dolido separarse de sus hijos sabiendo que quizás no lo reconozcan en el futuro. Pero él tenía que tomar decisiones.
«Una de esas decisiones fue seguir luchando y construyendo un mundo mejor para todos. Nosotros estamos dentro de ese mundo. Entonces, a pesar de que no lo disfrutamos prácticamente, que tuvimos muy poco contacto con él, quedó siempre sembrado ese sentimiento de amor. También gracias a mi mamá. Ella lo amó, de forma tal, que transmitió a sus hijos esa manera de amarlo, sin ningún tipo de prejuicios ni de exigencia».
— En la mentalidad popular a menudo se minimiza la figura paterna y se maximiza la de la madre. Sin embargo, ¿cuánta falta le hizo a Aleida Guevara ese padre en su niñez, en su adolescencia, y luego como adulta?
«Realmente yo he tenido un privilegio extraordinario. Y es que, como me hacía falta esa figura paterna, la busqué a mi alrededor y encontré a mi tío Fidel. Para mí también era mi papá. Mi tío Fidel nunca me permitió decirle ‘papá’, ni cosa por el estilo. Yo siempre era su sobrina. Cuando nació mi primera hija, nos habíamos puesto un poco bravos uno con el otro, porque Fidel quería que se llamara Victoria y yo le quería poner Estefanía, que era el nombre que había acordado con el padre de la niña, que no estaba en Cuba en ese momento. Y mi tío se puso muy molesto conmigo ese día, finalmente señaló hacia la cuna y dijo: ‘Ojalá no saques el temperamento de tu madre’, viró la espalda y se fue.
«Años después, estábamos hablando por teléfono, y él escucha de fondo la voz de mi hija, y me pregunta: ‘¿La niña del nombre feo está por ahí?’, y le respondo: ‘Sí, ¿quieres hablar con ella?’, y me dijo que sí. Le digo a la niña: ‘Fanny, ¿quieres hablar con tío Fidel?’ Y cuando él me escucha, me dice: ‘Su tío no, yo soy su abuelo’. Y hablaron un rato por teléfono. Para mí, ese fue un momento muy lindo.
«Cuando nació esta hija mía, que fue cesárea, yo abro los ojos en el salón de operaciones y veo, vestidos con ropa sanitaria, a Ramiro Valdés y a Oscar Fernández Mel, y yo les pregunto: ‘¿Qué hacen ustedes aquí?’
Y me respondieron: ‘Como tu papá no está, estamos nosotros’.
«Entonces puedes darte cuenta que, a pesar de la ausencia de mi papá, de que lo extrañé mucho cuando no regresó, y que lo he extrañado toda la vida, he tenido la oportunidad de sentirme querida por hombres extraordinarios».
— Quizás uno de los rostros más reproducidos del mundo sea el del Che Guevara. Sin embargo, muchas veces su imagen aparece de manera desideologizada o convertida en un producto más del mercado. ¿No siente eso como algo contradictorio?
«La verdad es que a mi papá no le hubiera gustada nada. Un gran amigo de él, Alberto Granados, decía que no le hubiese gustado estar en estatuas, pero sí quizás ir impreso en el pecho de muchas mujeres. Pero realmente no le importaban esas cosas, no le interesaba nada que fuera cuestión de ego. Pienso que lo importante es que seamos capaces de llenar esa imagen con su obra y significado para las próximas generaciones».
— A 95 años de su nacimiento y más de 50 de su asesinato, ¿por qué cree que tantos jóvenes alrededor del mundo siguen estudiando y compartiendo su pensamiento?
«Eduardo Galeano dijo algo muy interesante: El Che fue de los hombres que siempre dijo lo que pensaba e hizo lo que decía, y que esa unión entre pensamiento y acción, entre palabra y acción, se ve muy pocas veces. Cuando se tiene la posibilidad de encontrarla es muy llamativa para las nuevas generaciones. Uno siempre se pregunta: ¿Si él pudo, por qué yo no?
«Pienso que el Che sigue siendo un llamado de combate, pero también de sensibilidad, de ternura y de entrega a una causa. Siento que eso es lo más hermoso de él».
— Uno de los principales aportes de su padre es su pensamiento económico. Sin embargo, no es de las cosas que más se divulgan de él. Ante la compleja situación que vive Cuba, ¿qué deberíamos tomar de las ideas guevarianas?
«Creo que todo, porque podemos discutir muchas cosas, podemos analizar las distintas situaciones, pero mi padre tenía muy clara algunas cuestiones que me parece que desgraciadamente hemos violentado.
«Una de ellas, por ejemplo, es la planificación. Él decía que en la sociedad socialista la planificación era fundamental, pero que esa planificación debía ser discutida y analizada por los trabajadores. Si los trabajadores no la analizan de verdad, no la discuten profundamente, y no la sienten suya, entonces no hay planificación que valga. Se trabaja por trabajar, pero no con conciencia de que eso que tú estás produciendo es tuyo. Eso lo hemos perdido, desgraciadamente.
«Yo pienso que eso es importantísimo, que el pueblo se sienta partícipe de buscar las soluciones. No podemos esperar que un Presidente o un Primer Ministro, resuelvan solos el problema de la sociedad. No es posible, si no tiene el apoyo del pueblo. Somos nosotros los que tenemos que controlar esta situación, somos los que tenemos que poner los límites. Podemos usar ese poder popular para esgrimir opiniones, para reclamar derechos, para exigir explicaciones.
«Hay miles de cosas dentro del pensamiento económico del Che que son muy necesarias para la Cuba actual. Hoy, cuando estamos utilizando las armas melladas del capitalismo para pretender crear algo y lo que estamos es yendo hacia atrás. Eso está ocurriendo en Cuba hoy. Estamos usando armas melladas del capitalismo para tratar de salir del hueco en el que estamos y para tratar de mejorar nuestra economía, pero eso es un serio peligro, un riesgo extraordinario al que estamos jugando y tenemos que tener conciencia de esto. Eso fue lo que le pasó a la Unión Soviética.
«Debemos estar muy alertas en estos momentos, porque quizás no son las medidas que debemos usar. Por ejemplo, deberíamos impulsar el sector cooperativo que es más justo y se parece más a nuestra sociedad, y no impulsar al sector privado. De lo contrario, podríamos estar moviéndonos, irreversiblemente, hacia el capitalismo».
— Basándose en sus principios ideológicos, ¿qué interpretación cree que hiciera su padre de los momentos que estamos viviendo como sociedad?
«Mira, en primer lugar, yo creo que a mi papá le daría un infarto del miocardio. Uno se puede hacer la ‘chiva con tontera’ con ventas de comida, ropas y ese tipo de cosas. Sin embargo, no con los medicamentos. Cuando yo veo a alguien vendiendo medicamentos me invade una sensación que se me sale de control. No podemos lucrar con el dolor humano, no es posible que en nuestra sociedad haya gente tan falta de escrúpulos que sea capaz de vender un medicamento a alguien que lo necesita. Eso es algo que no pertenece a nuestra sociedad. Entonces esa es una de las cosas que yo estoy segura que el Che nunca hubiera aceptado de ninguna manera, como no las aceptamos muchos de nosotros».
— Para Ernesto Che Guevara edificar el socialismo implica la construcción del Hombre Nuevo. ¿Qué queda de esa ideología en Cuba ante el avance de las relaciones sociales dominadas por el capital?
«Yo creo que esa es una cuestión sobre la que tenemos que llamar la atención. ¡Pero hacerlo de verdad! Cuando hay crisis económica pero no hablamos de la crisis de valores. Ambas están relacionadas. Nosotros tenemos el deber de rescatar esos valores. Sin esos valores, la sociedad socialista se pierde, sin la solidaridad, sin la sensibilidad, sin el respeto por el ser humano. Nosotros no estamos respetando a la gente cuando ponemos precios exorbitantes. ¿A qué pueblo estamos respetando? ¿A quién estás cuidando? De alguna manera hay que controlar esa situación. No podemos seguir así, hay que controlar esos precios desorbitados que consisten en tratar de enriquecerse a costa de la necesidad y la desesperación de otro ser humano.
«En nuestra sociedad los salarios tienen que ser suficientes. No hablo de riquezas personales, pero sí de dignidad humana. Que, con tu salario, el que devengas por tu trabajo, puedas sostenerte dignamente, alimentarte y también distraerte. Hay que acabar de garantizar eso y hoy es algo que sigue sin ocurrir.
«Sin embargo, a pesar de todos los pesares, a pesar de todas las cosas que yo creo que no estamos haciendo bien, de alguna manera esta Revolución sigue formando hombres y mujeres con una gran sensibilidad humana.
«De alguna forma tenemos que reactivar esa conciencia del pueblo, de que sí podemos, de que como pueblo unidos podemos marchar hacia adelante, pero unidos todos, expresando nuestros sentimientos, sin ningún miedo, y proponiendo soluciones. Nosotros somos capaces, podemos hacerlo.
«Todavía esta sociedad tiene una fibra humana y revolucionaria que podemos utilizar para mejorarla. La base de la Revolución está ahí, y no la podemos descuidar».
Arlette Vasallo
Con información de revistapoliticaypoder.com