No a la presencia militar extranjera en Darién y por el fin de los bloqueos imperiales como factor migratorio

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Por Jorge I. González

Por Jorge I. González
En semanas recientes se señaló desde medios de comunicación
internacionales como NBC de Estados Unidos, Radio Caracol de Colombia o El
Nacional de Venezuela, sobre la existencia de posibles presiones del gobierno
norteamericano a las autoridades panameñas, con el objetivo de establecer
una presencia militar estadounidense en la provincia panameña del Darién,
limítrofe con Colombia y de gran importancia estratégica. Ello sería, añaden los
mismos, con el supuesto fin de detener el flujo migratorio proveniente de
América del Sur hacia Panamá y con dirección final a Estados Unidos.
A partir de las condiciones históricas de contradicción entre Panamá y Estados
Unidos a consecuencia de la presencia colonial yanqui en la antigua zona del
canal, hablar de una presencia de tropas gringas en la frontera entre Panamá y
Colombia, constituye un hecho que inmediatamente despierta la legítima
indignación de los sectores patriotas y de pensamiento crítico de la sociedad.
Sólo una mentalidad ilusa en materia histórica sería capaz de creer que el tema
migratorio es el único y verdadero interés de Estados Unidos, cuando
hablamos de soldados gringos al Darién.
No cabe duda que un planteamiento de este tipo, proveniente en principio de
personeros del estado norteamericano, es parte de los intereses estratégicos
de control de Estados Unidos sobre Panamá y la proyección del primero como
potencia en el continente, sobretodo en momentos en que se agudizan las
contradicciones internacionales por los intentos de Estados Unidos de reafirmar
en diversas zonas del globo, su hegemonía en crisis en el siglo XXI. No
olvidemos que el Caribe es considerado por los ideólogos del imperio como su
mare nostrum, su Mediterráneo norteamericano.
Por un lado, a escala mundial se consolidan potencias y alianzas no
occidentales cuyo crecimiento es considerado hostil desde la hegemonía de
Estados Unidos y sus aliados del Atlántico Norte y por otro lado, en el caso de
América Latina, hemos apreciado que han llegado al poder de los estados
nacionales, distintos proyectos sociopolíticos que expresan intereses y anhelos
de soberanía ante las potencias del norte, más específicamente, Estados
Unidos. Aquello que algunos denominan como las contradicciones del sur
global y el norte, antes colonial y hoy neocolonial.

La pretensión de justificar una presencia del ejército norteamericano en la
provincia panameña de Darien, bajo el argumento supuestamente humanitario
y migratorio, es una posición que no resiste un análisis serio de cara a la
realidad.
El crecimiento del flujo migratorio en Darién proveniente de América del Sur,
acentuado con fuerza desde 2015 a la fecha, compuesto por miles de personas
que buscan ir a Estados Unidos por razones socioeconómicas, es un fenómeno
migratorio que responde a las políticas hemisféricas diseñadas por Estados
Unidos hacia determinados países de la región. Hablamos de la instauración de
medidas de presión económica, llamadas sanciones y bloqueos comerciales, lo
cual provoca precisamente crisis económica y en consecuencia, migración.
Así las cosas, en 2021 transitaron por la República de Panamá, atravesando el
tapón de Darién, un aproximado de 240,000 migrantes y en lo que va de 2023,
la cifra llega a 160,000. Cuando analizamos el origen nacional de estas
personas, vemos que la mayoría proviene de Venezuela, lo cual para nada es
casual, puesto que contra dicho país existe desde 2015, año del inicio de los
flujos migratorios por Darién, una campaña de sanciones y asedio económico
por Estados Unidos, con el objetivo de destruir la economía venezolana y
generar cambios políticos en la jefatura del estado del país suramericano. De
esta forma, la injerencia norteamericana se convierte en el principal factor de
desestabilización económica y de migración.
Si Estados Unidos buscara reducir la migración de personas de forma real,
provenientes de países como Venezuela, Nicaragua o Cuba, tendríamos
entonces que decir, como en efecto sostenemos, que la imposición de
semejantes bloqueos comerciales de forma prolongada es un hecho
completamente contraproducente y que más bien son precisamente esas
medidas coercitivas, unilaterales, de extorsión, las principales causas que
llevan a los trabajadores golpeados por las sanciones, a buscar otros
horizontes lejos de su patria.
Estados Unidos aplica el ciclo perverso de crear crisis en los países
considerados rebeldes a sus políticas, para luego instrumentalizar el drama
humano que provocan sus medidas de fuerza, con fines de propaganda.
Acontecimiento malévolo. En el medio quedan millones de personas sometidas
al vaivén de las antojos imperiales, abandonados a su suerte como
instrumentos de política continental. Es por esta razón, que la mejor manera,
sino la única, para acabar con el flujo migratorio por el Darién, es proceder al
inmediato levantamiento de todas las medidas de coerción económica contra
los pueblos latinoamericanos antes mencionados y cualquier otro que recibiése
el impacto de los asedios económicos de origen externo.

Si a las elites de Estados Unidos verdaderamente les interesara el bienestar de
los pueblos al sur del Río Grande, el método más idóneo para reducir la
migración laboral sería la puesta en práctica de planes de cooperación
económicas con filosofía de ganar para ambas partes, así como programas de
transferencia tecnológica para la potenciación de las economías
latinoamericanas, abandonando para siempre la estrategia del palo y la
zanahoria.
Los bloqueos a países afectan todos los órdenes de la vida cotidiana de los
pueblos, ahuyentando inversiones extranjeras, generando desempleos, es
saboteada la cadena de importación de materias primas y repuestos para la
industria, se crea desabastecimiento de medicinas ante el complot de las
transnacionales farmacéuticas de origen norteamericano, sabotaje petrolero y
energético, entre otras consecuencias. Planes que buscan rendir a los pueblos
por hambre y que han sido ya denunciadas reiteradamente por la comunidad
internacional en diversas instancias de las Naciones Unidas. Que cesen las
campañas de cerco contra pueblos hermanos para que cesen entonces las
crisis y la desesperación que llevan a miles a salir de su tierra.
Panamá vivió un éxodo migratorio de sus nacionales de 1987 a 1989, años en
los que precisamente fueron impuestas medidas de bloqueo por parte de
Estados Unidos contra la economía panameña. Que haya sido en ese lapso de
tiempo histórico y no otro, siendo Panamá un país de poca migración de sus
nacionales, viene a constituir una prueba de peso que abona en la dirección de
sustentar nuestro planteamiento, consistente en demostrar que los bloqueos
configuran causa fundamental de éxodo.
Exigimos al gobierno de Panamá el rechazo definitivo a toda forma de
presencia norteamericana en Darién, porque viola nuestra Constitución Política
vigente y representa una afrenta a la memoria de los Mártires de Enero de

  1. En Panamá la presencia militar norteamericana no ha sido un signo de
    paz, sino que muy por el contrario, ha sido un eterno método de agresión que
    ha significado sangre para el pueblo panameño.
    Ante las filtraciones en los medios de presiones de Estados Unidos a Panamá,
    funcionarios de los gobiernos de ambos países han declarado públicamente
    que no es cierto. No obstante, razones que se hallan en la historia nos obligan
    a declarar que estos hechos constituyen grado de tentativa peligrosa para la
    soberanía panameña, motivo por el que el movimiento patriótico nacional debe
    declararse en estado de alerta a toda intentona de soldadesca extranjera en
    nuestro territorio.
    Igualmente, solicitamos al gobierno nacional el abandono de la diplomacia
    timorata y que se proceda a la denuncia contra los bloqueos impuestos a

países de la región, por tratarse estas de medidas inhumanas, unilaterales,
coercitivas, que solo traen dolor y muerte a los pueblos latinoamericanos.
Jorge I. González: panameño, licenciado en Derecho y Ciencias Políticas

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