En memoria de Rufina Amaya, sobreviviente de la masacre del Mozote

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Fotografía: Rufina Amaya, sobreviviente de la masacre del Mozote.

7 de marzo

En memoria de Rufina Amaya

Mujer ejemplo de valientía y dignidad

(1943- 6 de marzo del 2007)

Libro: La Terquedad del Izote.

“Posteriormente recabamos un escalofriante relato que proporciona una sobreviviente:

-¿su nombre y su edad?

– Rufina Amaya Márquez, tengo 38 años…

-¿podría contar para Radio Venceremos cómo sucedieron los hechos aquí en el Mozote?

– el día 12 llegaron y empezaron a sacar a la gente de sus casas, a las cinco de la mañana nos alinearon frente a la ermita y ahí nos tuvieron; los niños aguantando frío. de ahí nos llevaron a las casas para encerrarnos, a los hombres en la iglesia. Y a nosotras nos encerraron en la casa de Alfredo Márquez, ahí nos estuvieron aguantando hambre y sed. A las dos de la tarde sacaron a las muchachas a los cerros, las llevaron y las tuvieron haciéndoles ingratitudes hasta las seis de la mañana, de ahí las mataron y las quemaron. A las doce del día mataron a los hombres. Yo lo estaba viendo por una ventanita donde nos tenían encerradas. Los golpeaban y después los mataban. Los soldados de Atlacátl torturaban a los hombres para que les entregaran las pistolas, y ellos como no tenían pistolas, murieron injustamente. Primero sacaron las ancianas para matarlas Margarita Márquez, Vicenta delfín, a Aurelia, Bartola… ancianas que ya no podían ni caminar, tenían por lo menos ochenta años…

-¿Cómo fue que usted logró salvarse?

– cuando nos sacaron a maniarnos donde nos iban a matar, yo me quedé al lado de un palito de manzano, me les escondí detrás de una mata de piña. Allí me quedé, agachada. Una ramita con la mano; allí me pasé y no me vieron los muy asesinos. Entonces mataron a toditas las mujeres, viendo bien yo cuando las terminaron de matar y las quemaron. Oí decir que el teniente Ortega ordenaba que mataran los niños y todo. Habían unos soldados que decían que no querían matar niños. El teniente dijo junto a la balanza que le iba a dar a quien no quisiera matar a los niños. Tomaron a todas las mujeres y los niños, los mataron y los quemaron. Decían que no se iban hasta ver de los que estaban quemando, porque podían salir brujos de donde estaban quemando. Del caserío no salió persona con vida, a mí me mataron los cuatro niños y mi marido que se llamaba Domingo Claros, él era impedido de la vista, casi no veía, el niño se llamaba Cristino, las niñita se llamaban Lolita, Lilian y la niña de pecho que me mataron se llamaba Isabel tenía ocho meses.”

Consalvi, Carlos. (1992). La Terquedad del Izote. 1° edición. Editorial Diana. México. Páginas 109-110

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