Discurso del Presidente Nicolás Maduro ante la plenaria de la XXVII Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27)
Sharm El Sheikh, República Árabe de Egipto
Martes 8 de noviembre, 2022
Buenos días a todas las delegaciones presentes.
Hemos viajado 10.407 kilómetros desde Suramérica hasta aquí, Sharm El Sheikh, Egipto, para traer nuestra verdad y para traer un saludo solidario y comprometido de la República Bolivariana de Venezuela a todos los países del mundo, a todos los pueblos del mundo, en especial al Presidente de la República Árabe de Egipto, Abdelfatah El-Sisi, y al pueblo de Egipto que ha realizado esta fabulosa Conferencia Mundial contra el Cambio Climático.
Es sabido los terribles desequilibrios ambientales que hoy afectan de manera dramática la vida en todo el planeta, que parecen indicar que el cambio climático, así llamado con incoherente eufemismo, es un hecho irreversible. Temido por muchos y negado por las élites, aquel escenario distópico del que tempranamente alertó la comunidad científica, algunos líderes mundiales y casi la totalidad de los movimientos sociales se ha convertido en una profecía autocumplida. La mayor crisis ambiental desde que la vida humana existe.
La crisis climática es una realidad insoslayable que solo puede enfrentarse con hechos concretos, urgentes e inmediatos. Resulta dolorosa, por partida doble, tener que admitir además que la dimensión de esta crisis no nos toma por sorpresa.
Desde el inicio de la diplomacia ambiental se contaba con los datos suficientes para declarar una emergencia temprana y actuar en consecuencia, de eso hace ya 30 años con la firma del histórico Acuerdo de Kioto del año 1991 se logró un importante consenso para la reducción de la huella de carbono, que hasta el año 2009 dio buenos resultados.
El Acuerdo de París en 2015 apuntó a mejorar los mecanismos para obligar a los países llamados desarrollados del capitalismo del Norte a reducir su impacto en el calentamiento global y, sobre todo, se le da en el Acuerdo de París por fin un carácter vinculante a los aportes de la ciencia en el sentido del cambio climático, pero también hay que decir hubo penosos estancamientos y rupturas como las que se dieron en el año 2009 en la Cumbre de Copenhague, donde se puso de manifiesto la poca voluntad de las élites negacionistas para avanzar con el ritmo adecuado la emergencia y en el sentido correcto de la vida. Todavía recordamos Copenhague, la represión policial en las calles contra los movimientos ecologistas, las confabulaciones burocráticas corporativas que se instalaron desde entonces.
Señor Presidente, hemos perdido mucho tiempo desde allá hasta acá; cada hora, cada mes, cada año de inacción, de vacilación, de indolencia, se traduce hoy en ecosistemas destruidos, en especies extintas y en el deterioro de las condiciones de vida del planeta que nos había dado con tanta generosidad, pero que hoy empieza a pasar una enorme factura por los abusos cometidos.
Reconocer los fracasos civilizatorios es el comienzo para rectificar de manera radical. Ayer nos amenazaba el cambio climático, pero hoy es el colapso absoluto del ecosistema que se levanta frente a nosotros como un destino fatal, lo dicen las proyecciones más vigentes: de seguir en este ritmo autodestructivo, en 30 ó 40 años será inhabitable este planeta.
Esta crisis climática, lo sabemos, tiene y tendrá consecuencias definitivas en el planeta que nos obliga a modificar el modelo de vida consumista. El último informe de la Organización de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, donde participaron 14.000 científicos del mundo, alertó que si no se reducen las emanaciones de los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, el metano, el óxido ferroso al 50%, el daño será irreversible en solo ocho años, es decir, para el 2030 no habrá vuelta atrás en lo que estamos viviendo: tormentas, huracanes, lluvias, frío y calor extremo que cambian inesperadamente las condiciones de vida y, más aun, comprometen nuestra existencia. El calentamiento global está acabando con las especies en la tierra y esto parece ser imparable, por mencionar un ejemplo muy conocido: el calor extremo podría estar extinguiendo las abejas y si no hay abejas se interrumpe el ciclo natural de la polinización, sino hay polinización las plantas no se reproducen y esto disminuiría el oxígeno en el ambiente de la tierra.
La temperatura media anual mundial, en los últimos 100 años, subió 0.8 grados centígrados y se espera que para los próximos 5 años supere el 1.7 grados centígrados.
Según estimaciones de los expertos climáticos, para el año 2050, el océano Ártico quedará prácticamente libre de hielo marino por primera vez en la historia y con un aumento de temperatura de 2 grados centígrados que amenaza con perder el 99% de los corales del mundo. De igual forma, los niveles del mar han subido 23 centímetros desde el año 1980, y casi la mitad de esos centímetros ha au- mentado en los últimos 25 años, cada año el mar sube recursos hídricos de los que dependen millones de personas en el planeta.
Ciertamente, la civilización humana es causante de esta gran afectación que vive el planeta. Sin embargo, esta afirmación es incompleta sino se detalla que esa civilización es profundamente desigual, está compuesta por países que llevan dos siglos explotando indiscriminadamente los recursos naturales del planeta, mientras otros apenas tienen como alimentarse y persisten bajo un modo de producción preindustrial.
Venezuela es responsable de menos 0.4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero en el planeta. No obstante, el pueblo venezolano debe pagar las consecuencias del desequilibrio causado por las principales economías capitalistas del mundo que han contaminado y continúan contaminando el planeta para beneficio de unos pocos.
La existencia tal cual como la conocimos se ha trastocado para siempre en beneficio de todas las especies vivas del planeta. El ritmo de extinción de las especies que conforman el complejo organismo de la biodiversidad se acelera y extiende alarmantemente como lo advirtió el Comandante Fidel Castro Ruz en aquel célebre discurso en Río de Janeiro hace 30 años en la Cumbre de Río:
“Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre” y agregaba el Comandante Fidel Castro: “Una importante especie biológica está en riesgo de
desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus
condiciones naturales de vida: el hombre” y agregaba
el Comandante Fidel Castro: “mañana será demasiado
para hacer lo que debimos haber hecho hace
mucho tiempo”, señalando como gran responsable de
esta gran amenaza contra la naturaleza ya en el año 1992
al capitalismo salvaje y depredador.
Será inútil, como ha sido hasta ahora, cualquier esfuerzo que emprendamos para paliar las consecuencias de este desastre ambiental, sino tenemos el coraje de reconocer que esa y no otra es la causa del desastre que se avecina. El capitalismo consumista, el capitalismo voraz, depredador y destructor.
En el año 2009, en Copenhague, el Comandante Hugo Chávez Frías tuvo el coraje de decirlo aquella mañana de manera directa: “¿Cuál es la causa del cambio climático? La causa es el sueño de buscar la felicidad a través de la acumulación material y del progreso sin fin, usando para eso técnicas con las cuales se puede explotar de forma limitada todos los recursos de la tierra. ¡No cambiemos el clima, cambiemos el sistema!”.
Señor Presidente, el desequilibrio y la crisis ambiental creada en la naturaleza son equiparables a las condiciones de desigualdad e injusticia que el capitalismo ha creado contra la humanidad. Un sistema que normaliza la explotación entre los seres humanos, no tiene condiciones éticas para respetar a las otras formas de existencia. El capitalismo ve recursos donde otras culturas ven la vida y lo sagrado, se siente por eso con derecho de poseer y destruir cuanto se encuentre a su paso para la acumulación del capital.
Es necesario –en esta Cumbre- llegar a acuerdos de acción, reales y efectivos de cara al problema estructural, pero también debemos diseñar ya mismo una agenda concreta para proteger a las poblaciones vulnerables del planeta.
La humanidad no puede seguir huérfana. Es necesario concretar sin demora, señor Presidente, ni artificios burocráticos el Fondo de Financiamiento de Pérdidas y Daños Climáticos del que venimos hablando hace unos años en Cumbres anteriores; sobre esta propuesta impostergable debemos trabajar hasta el último detalle, afinando los mecanismos para que el auxilio financiero sea de forma directa, justa, oportuna y expedita de manera que llegue a los pueblos más afectados la indemnización por los daños ambientales.
Cualquier acuerdo que se tome hoy, debe atacar de raíz el problema y atender prioritariamente a los más vulnerables del planeta. La desigualdad abismal de los países del llamado “primer mundo” frente al resto se ha incrementado y profundizado en las últimas décadas, al mismo paso de la destrucción ambiental. Hay una correlación entre la crisis ambiental y la crisis de desigualdad que genera pobreza en el mundo, la explotación indiscriminada de los recursos renovables y no renovables, además de producir miseria ambiental es responsable de la miseria social a escala planetaria que también se agudiza. Esto no puede ser obviado al momento de trazar medidas drásticas y planes efectivos que corrijan y normen la actividad civilizatoria para el devenir.
Finalmente, señor Presidente, abogamos como país soberano por la protección de la Amazonía. Venimos de un encuentro con el presidente de Colombia, Gustavo Petro; con el presidente de Surinam; con los movimientos sociales suramericanos para asumir responsabilidades como habitantes de Suramérica en la salvación de la selva y la biodiversidad del Amazonas.
Milenios de existencia han dejado una huella irreparable en el Amazonas. Por el contrario, creemos que son los pueblos originarios quienes deben enseñarnos cómo salvar y cómo convivir con la naturaleza. Las culturales ancestrales y originarias de todo un continente, desde los indios originarios siux del Norte de América hasta los yanomamis de la selva Amazónica, han concebido siempre a la tierra como un ser vivo que siente y piensa como nosotros. Despertemos a esa verdad y salgamos de la arrogancia antropocétrica que nos impide ver lo sagrado que es el mundo. Los venezolanos y las venezolanas no nos caracterizamos por ser pesimistas, nos asiste un infatigable espíritu de lucha, de resistencia y un inmenso amor por la vida que nos eleva a pensar en una nueva humanidad desde una nueva espiritualidad, una humanidad reconciliada con la naturaleza, reconciliada consigo misma, reconciliada con el futuro. Como decía el filósofo canadiense Marshall McLuhan: “ya no hay pasajeros en esta nave espacial llamada tierra, todos somos tripulantes”. Sé que no hay hombre o mujer de a pie que esté dispuesto a ver eclipsar esta hermosa aventura que puede ser la humanidad nueva, la humanidad salvada. Tampoco nosotros nos quedaremos sentados a ver el final de los días.
Cuente el mundo con nuestro pueblo comprometido y trabajador, lleno de esperanza, dispuestos a unir todos los esfuerzos con nuestros hermanos de una nueva humanidad.
La ilusión del desarrollo infinito por la vía consumista ha terminado, pongámosle límite al daño causado a la Madre Naturaleza. Presidente, hermanos y hermanas, se agotó el tiempo de los discursos y también los lamentos. Solo queda un presente para actuar radical y certeramente en función de otro mundo posible, de una vida verdadera y aunque el presente sea un instante ante los ojos de la eternidad será suficiente si hay voluntad de vida; y hay voluntad de vida.
Muchas gracias.
Fuente: https://www.bricspsuv.com