Por Yoselina Guevara López
En las elecciones generales celebradas en Brasil el domingo 2 de octubre,
ninguno de los principales candidatos a la silla presidencial consiguió el 50% de
los votos necesarios para ganar en la primera vuelta. El regreso del ex
presidente Lula chocó con un apoyo a Bolsonaro más fuerte de lo esperado.
En la primera vuelta de los comicios el número de votos alcanzados por los dos
candidatos que irán al balotaje el 30 de octubre, dibujan un país profundamente
dividido. Lula obtuvo 57 millones de votos y lideró con el 48,40% en la primera
vuelta, Bolsonaro le siguió de cerca con 51 millones de votos y el 43,22%;
ambos pulverizaron al resto de los aspirantes.
Violencia Fascista contra la izquierda
Para quienes seguían los resultados de las elecciones fue un golpe el avance
de Bolsonaro sobre Lula, ganando en estados emblemáticos, no cabe duda
que fue totalmente inesperado el margen entre ambos mucho menor de lo que
señalaban las encuestas. Causa asombro que una parte de Brasil haya votado
por un gobernante que ha puesto en práctica políticas que solo pueden
calificadas de genocidas e irresponsables, tal cual como señaló el filósofo Frei
Betto, que causaron la muerte de alrededor de 700 mil personas durante la
pandemia del Covid-19.
La segunda vuelta expone a Lula a varios riesgos, entre ellos la posibilidad de
que Bolsonaro una contra el expresidente toda la parafernalia de acusaciones
falsas y engañosas sobre la corrupción, al que se añade una dosis de
movilización política y paramilitar que ha tenido su efecto en el crescendo de
violencia de las últimas semanas contra la campaña electoral de los
progresistas.
No olvidemos que la violencia fascista de la extrema derecha ha sido desde
siempre su marca distintiva, para muestra un botón. El 10 de julio de 2022, el
guardia municipal Marcelo Aloizio De Arruda, militante del Partido de los
Trabajadores, fue asesinado durante su fiesta de cumpleaños en un centro del
partido PT en Foz do Iguacu (estado de Paraná) cuando Jorge Guaranho,
funcionario de prisiones federales, irrumpió en la reunión de activistas de
izquierda gritando que era partidario del presidente Bolsonaro y disparando a
De Arruda. En Ceará el 24 de septiembre, Antonio Carlos Silva, un agricultor,
fue asesinado después de responder a una pregunta hecha por Edmilson
Freire, un partidario de Bolsonaro. Según testigos presenciales, Freire entró en
un bar y gritó “¿quién apoya a Lula?”, y cuando Silva dijo que votaría por Lula,
Freire lo apuñaló causándole la muerte.
En este clima polarizado Lula deberá apuntar a la victoria en los estados clave
en los cuales puede acortar distancias con la derecha para alcanzar el ansiado
50% más uno de los votos. En la lista están Sao Paulo, Río de Janeiro y Minas
Gerais, la frontera agrícola del Centro-Oeste y el Sur, populosas entidades
federales en las que Bolsonaro ha obtenido mejores resultados y donde el
objetivo será el electorado popular urbano. Lula sigue siendo imbatible en los
estados pobres del Nordeste y en la Amazonia, y las proyecciones son que
debería ganar con el mismo porcentaje o aumentar.
Desaparece la retórica del fraude
Bolsonaro por su parte se enfrenta a un resultado electoral satisfactorio que
puede ser la base de su consolidación política, pero que al mismo tiempo
desmiente gran parte de la propaganda realizada en los últimos meses sobre
conspiraciones y fraudes destinados a defenestrarlo reduciendo su victoria en
las urnas.
Los resultados de las votaciones para el Parlamento y las gobernaciones
estatales señalan el posicionamiento de las figuras más controvertidas del
ámbito político de Bolsonaro. Tal es el caso del ex ministro de salud de
Bolsonaro, Eduardo Pazzuelo, que se convirtió en diputado por Río de Janeiro,
y su ex ministro de medio ambiente Ricardo Salles. Pazzuelo es el hombre de
la hidroxicloroquina vendida como la cura milagrosa contra el coronavirus, por
su parte Salles fue el artífice del asalto económico a la Amazonia y su
devastación.
Además estos resultados demuestran que el avance de las fuerzas
reaccionarias en Brasil sigue imparable; impulsado sobre todo por el
crecimiento constante de los fieles de las iglesias evangélicas, un voto
silencioso que probablemente no se reflejó en las encuestas. La votación del
sector religioso, no puede ser subestimada, es el producto de un trabajo
ideológico constante, diario y semanal que realizan a través de una
organización piramidal en la cual utilizan los preceptos religiosos como
fundamento político. No olvidemos que estas iglesias provienen de los Estados
Unidos, con estrechas vinculaciones con el Estado de Israel; y tienen sus
cimientos en los estados republicanos como modelo político y cultural.
Balotaje histórico
El balotaje del 30 de octubre será histórico, se enfrentarán dos visiones
diferentes, que inclusive pueden ser consideradas dos épocas distintas en la
historia del gigante suramericano. Por un lado, Lula, el presidente del
renacimiento de Brasil, de la entrada en el G20, de Unasur, de los Brics, de la
lucha sostenida contra la pobreza. Por otro lado el saliente presidente Jair
Bolsonaro que ha demostrado cómo la derecha radical brasileña tiene su
propio espacio de expresión en las urnas, un populista y justicialista que en
2018 consiguió una avalancha de votos por una agenda neoliberal en el ámbito
económico, por su apuesta por la seguridad, por su deseo de acabar con la
corrupción endémica, y el cual se convirtió en el aliado cercano de nefastos
líderes como Donald Trump y Benjamin Netanyahu. En un Brasil puesto de
rodillas por la pandemia y en estancamiento económico solo resta esperar la
decisión del pueblo en la voz de millones de electores y electoras.
Yoselina Guevara López: comunicadora social, analista política, articulista en diferentes medios internacionales, cuyo trabajo ha sido traducido al inglés, italiano, griego y sueco. Ganadora en Venezuela del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2022, mención especial Opinión y Premio Nacional de Periodismo Aníbal Nazoa 2021.