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“Altos de Mompié, Fidel y aquella reunión decisiva”

Aquella no fue una reunión cualquiera, una más entre muchas, sino todo lo contrario. Había demasiado en peligro, y las sensaciones no resultaban agradables, después del fracaso de la Huelga General Revolucionaria del nueve de abril de 1958.

El ambiente era tenso, con críticas y debates fuertes en plena Sierra Maestra, exactamente en el lugar conocido como Altos de Mompié, a unos mil 200 metros sobre el nivel del mar, en el actual municipio granmense de Bartolomé Masó.

Tal vez, había algo de brisa, pero seguramente se sentía calor, por los ánimos exacerbados y los temas de análisis, capaces de hacer sudar a los responsables de costosos errores.

Ya todos sabían que se aproximaban jornadas decisivas, pues la tiranía de Fulgencio Batista preparaba una poderosa ofensiva militar, para tratar de aniquilar a los guerrilleros.

Suele repetirse que ese tres de mayo de 1958, Fidel Castro fue designado Secretario General del Movimiento 26 de Julio y Comandante en Jefe de todas las fuerzas revolucionarias. Quizás, algunos hasta imaginan aplausos y unanimidad en una decisión rápida, pero aquello fue mucho más y se extendió hasta cerca de las dos de la madrugada del día siguiente.

En ese intrincado paraje dialogaron dirigentes revolucionarios de las montañas y las ciudades, incluidos Faustino Pérez, René Ramos Latour, Vilma Espín, Ñico Torres, Luis Busch, Celia Sánchez, Marcelo Fernández, Haydée Santamaría, David Salvador y Enso Infante, quien se incorporó ya avanzado el intercambio.

Entre los participantes sobresalía un hombre alto, vestido con uniforme de color verdeolivo y líder indiscutible, Fidel, quien no estaba sonriente.

Era un momento complejo, en el cual se requería mano dura y visión clara para el futuro inmediato. El fracaso de la referida huelga había golpeado muy fuerte las entrañas de las fuerzas revolucionarias, empeñadas no solo en lograr victorias militares, sino también en proteger al pueblo.

Imaginemos a aquellos hombres y mujeres, deseosos de lograr la libertad, objetivo supremo y común, pero con diferencias en las concepciones. El propio Ernesto Che Guevara, participante como invitado, explicó en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria que la reunión fue tensa, con discusiones exhaustivas y a veces hasta violentas.

Refirió que los asistentes juzgaron la actuación de los compañeros del llano, quienes hasta ese momento condujeron en la práctica las acciones del Movimiento 26 de Julio, y analizaron también las concepciones mismas de continuar la guerra, para lo cual se dispuso un mando único, radicado en la Sierra Maestra.

Precisó que quizás el análisis más fuerte resultó el sostenido con los representantes obreros, quienes se oponían a toda participación del Partido Socialista Popular en la organización de la lucha.

Con su acostumbrada sinceridad, escribió: “El análisis de la huelga demostraba que sus preparativos y su desencadenamiento estaban saturados de subjetivismo y de concepciones puchistas, el formidable aparato que parecía tener el 26 de Julio en sus manos, en forma de organización obrera celular, se había desbaratado en el momento de la acción”.

Lo mejor de la reunión fue que los participantes razonaron, criticaron y también realizaron los cambios pertinentes en las estructuras de dirección y trazaron estrategias para favorecer el triunfo definitivo, en lo cual prevaleció el sentido de la unidad, el prestigio y la autoridad moral de Fidel.

De ese lugar, salió el líder histórico de la Revolución como jefe supremo de la lucha en la Sierra y el llano, lo cual resultó vital para la unión, pero especialmente para la toma de decisiones al enfrentar, días después, la arremetida feroz de la tiranía de Batista, que avanzó hacia las montañas envalentonada en una Ofensiva de Verano, denominada Plan FF (Fin de Fidel o Fase Final).

Los barbudos resistieron con entereza y heroicidades dignas de elogios, para luego desplazarse hacia el centro y el occidente del país en una invasión que terminó con el logro de la independencia verdadera, el primero de enero de 1959, jornada de luz para toda una nación.

En Altos de Mompié, paraje donde residen unos 80 habitantes, en zonas aledañas al sitio histórico, siempre palpitarán las ideas y el ejemplo de quien partió físicamente el 25 de noviembre de 2016, pero continúa vivo como símbolo de lucha y éxito.

Hasta ese sitio, llegarán este tres de mayo decenas de jóvenes y otras personas, para refirmar fidelidad eterna a las ideas de unidad e independencia, enarboladas en ese sitio hace exactamente 60 años.

Aquella no fue una reunión cualquiera, una más entre muchas, sino todo lo contrario. Había demasiado en peligro, y las sensaciones no resultaban agradables, después del fracaso de la Huelga General Revolucionaria del nueve de abril de 1958.

El ambiente era tenso, con críticas y debates fuertes en plena Sierra Maestra, exactamente en el lugar conocido como Altos de Mompié, a unos mil 200 metros sobre el nivel del mar, en el actual municipio granmense de Bartolomé Masó.

Tal vez, había algo de brisa, pero seguramente se sentía calor, por los ánimos exacerbados y los temas de análisis, capaces de hacer sudar a los responsables de costosos errores.

Ya todos sabían que se aproximaban jornadas decisivas, pues la tiranía de Fulgencio Batista preparaba una poderosa ofensiva militar, para tratar de aniquilar a los guerrilleros.

Suele repetirse que ese tres de mayo de 1958, Fidel Castro fue designado Secretario General del Movimiento 26 de Julio y Comandante en Jefe de todas las fuerzas revolucionarias. Quizás, algunos hasta imaginan aplausos y unanimidad en una decisión rápida, pero aquello fue mucho más y se extendió hasta cerca de las dos de la madrugada del día siguiente.

En ese intrincado paraje dialogaron dirigentes revolucionarios de las montañas y las ciudades, incluidos Faustino Pérez, René Ramos Latour, Vilma Espín, Ñico Torres, Luis Busch, Celia Sánchez, Marcelo Fernández, Haydée Santamaría, David Salvador y Enso Infante, quien se incorporó ya avanzado el intercambio.

Entre los participantes sobresalía un hombre alto, vestido con uniforme de color verdeolivo y líder indiscutible, Fidel, quien no estaba sonriente.

Era un momento complejo, en el cual se requería mano dura y visión clara para el futuro inmediato. El fracaso de la referida huelga había golpeado muy fuerte las entrañas de las fuerzas revolucionarias, empeñadas no solo en lograr victorias militares, sino también en proteger al pueblo.

Imaginemos a aquellos hombres y mujeres, deseosos de lograr la libertad, objetivo supremo y común, pero con diferencias en las concepciones. El propio Ernesto Che Guevara, participante como invitado, explicó en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria que la reunión fue tensa, con discusiones exhaustivas y a veces hasta violentas.

Refirió que los asistentes juzgaron la actuación de los compañeros del llano, quienes hasta ese momento condujeron en la práctica las acciones del Movimiento 26 de Julio, y analizaron también las concepciones mismas de continuar la guerra, para lo cual se dispuso un mando único, radicado en la Sierra Maestra.

Precisó que quizás el análisis más fuerte resultó el sostenido con los representantes obreros, quienes se oponían a toda participación del Partido Socialista Popular en la organización de la lucha.

Con su acostumbrada sinceridad, escribió: “El análisis de la huelga demostraba que sus preparativos y su desencadenamiento estaban saturados de subjetivismo y de concepciones puchistas, el formidable aparato que parecía tener el 26 de Julio en sus manos, en forma de organización obrera celular, se había desbaratado en el momento de la acción”.

Lo mejor de la reunión fue que los participantes razonaron, criticaron y también realizaron los cambios pertinentes en las estructuras de dirección y trazaron estrategias para favorecer el triunfo definitivo, en lo cual prevaleció el sentido de la unidad, el prestigio y la autoridad moral de Fidel.

De ese lugar, salió el líder histórico de la Revolución como jefe supremo de la lucha en la Sierra y el llano, lo cual resultó vital para la unión, pero especialmente para la toma de decisiones al enfrentar, días después, la arremetida feroz de la tiranía de Batista, que avanzó hacia las montañas envalentonada en una Ofensiva de Verano, denominada Plan FF (Fin de Fidel o Fase Final).

Los barbudos resistieron con entereza y heroicidades dignas de elogios, para luego desplazarse hacia el centro y el occidente del país en una invasión que terminó con el logro de la independencia verdadera, el primero de enero de 1959, jornada de luz para toda una nación.

En Altos de Mompié, paraje donde residen unos 80 habitantes, en zonas aledañas al sitio histórico, siempre palpitarán las ideas y el ejemplo de quien partió físicamente el 25 de noviembre de 2016, pero continúa vivo como símbolo de lucha y éxito.

Hasta ese sitio, llegarán este tres de mayo decenas de jóvenes y otras personas, para refirmar fidelidad eterna a las ideas de unidad e independencia, enarboladas en ese sitio hace exactamente 60 años.

 

Fuente: Cuba Debate, blog Mira Joven Cuba

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