#MundoTuit #Analisis #Geopolítica
El futuro de las relaciones entre Estados Unidos y China puede decidirse
esta semana ante la posible visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de
Representantes del Congreso de los Estados Unidos, la demócrata Nancy
Pelosi, en el marco de una gira por Japón, Singapur, Indonesia y Malasia que
iniciará en agosto.
Hasta ahora, ni Washington ni Taipei han ratificado la gira de Pelosi
porque de confirmarse perjudicaría las ya tensas relaciones entre Washington y
Pekín. Para China este viaje significaría una clara provocación, ya que tendría
todos los componentes de una visita de Estado, y pudiera ser la primera de un
alto funcionario estadounidense desde 1997. No obstante esta visita de Pelosi,
quien ostenta el tercer cargo más alto del Estado norteamericano, no es una
novedad, la presidenta ya había planificado esta gira para el pasado mes de
abril, apenas unas semanas después de haber iniciado el Conflicto Rusia-
Ucrania, pero tuvo que cancelarlo porque dio positiva en el test de Covid-19.
Política de una sola China
Pekín, ya ha señalado que de realizarse la visita de Pelosi, tomará
“medidas firmes y contundentes para salvaguardar su soberanía nacional y su
integridad territorial”, y ha pedido a Washington que cumpla con el principio de
“una sola china”. Una política que ha mantenido el delicado equilibrio
geopolítico, que Estados Unidos reconoce, aunque no la apoya, y la cual
consiste en la reivindicación de China sobre Taiwán, según lo adoptado en
1979.
Así mismo la fuerte oposición china a la visita de la funcionaria
norteamericana podría traducirse en una respuesta militar, con bloqueos
aéreos y la imposición de una zona de exclusión aérea sobre el Estrecho de
Taiwán para impedir que Pelosi aterrice en la isla, además de potentes ataques
cibernéticos.
Por otra parte Pekín pudiera estar percibiendo esta gira a Taiwán como
un debilitamiento gradual del respeto por parte de los Washington de la línea
roja simbolizada en la política de “una sola China”; Pekín ha dejado claro que
apuesta a la reunificación plena y pacífica de la isla y no acepta “injerencias
externas”. Pero en la memoria china se encuentra presente la ambigua
posición de Washington, que se ha hecho más evidente con las tres
administraciones anteriores: primero Obama, que lanzó el “Pivote a Asia”;
luego Trump, que inició una guerra comercial e ideológica con Pekín; y
finalmente Biden ,que está centrando la política exterior estadounidense en la
región para frenar la asertividad china. Sin olvidar que durante la administración
de Donald Trump dos de sus ex secretarios, Mike Pompeo y Mark Esper,
pidieron abiertamente el reconocimiento de Taiwán.
Para el presidente chino Xi Jinping estos son meses complejos, debe
atender diferentes frentes, dividiéndose entre el sostenimiento de la posición de
Pekin en el Conflicto Rusia-Ucrania; el control de las protestas contra la política
de Covid cero, las repercusiones de este enfoque en la productividad, y los
delicados y no menos complejos preparativos del XX Congreso del Partido
Comunista en Noviembre, del que lógicamente quiere obtener un tercer
mandato sin precedentes.
Evidentemente si se llega a cancelar el viaje de
Pelosi, Pekín podría reivindicar un éxito geopolítico que justamente se
presentaría como una victoria en dicho Congreso mostrando a Washington
débil a los ojos de las principales capitales asiáticas, en las que la
administración Biden está últimamente centrando su atención diplomática.
Posición de la Casa Blanca y Fuerzas Armadas
La Casa Blanca ha señalado a la prensa su oposición a la visita de
Pelosi a Taiwán informando que el gobierno de Pekín les ha enviado mensajes
mucho más amenazadores para disuadir del viaje. Al endurecer el discurso, el
gobierno chino pretende, como mínimo, poner un límite al nivel de oficialidad en
las relaciones entre Washington y Taipei. Según analistas asiáticos, esta visita
es interpretada por China como una provocación estratégica, y como
señalamos anteriormente lo que está en riesgo es una respuesta militar de
Pekín que no descartaría consecuencias nefastas para Washington.
Internamente en los Estados Unidos el debate se divide entre quienes
piensan que China se está debilitando y que ha llegado el momento de ponerla
en contundentes dificultades, empezando por el tema de Taiwán. Esta es una
posición que podemos denominar como Trumpiana, netamente de los
republicanos y lógicamente de una parte del Congreso. Pero por otra parte
están los demócratas quienes en cambio creen que es cada vez más probable
que una crisis con Pekín pueda tomar desprevenidas a las Fuerzas Armadas
norteamericanas por lo cual sería más sensato desactivar los mecanismos de
provocación como el viaje de Pelosi pero sin renunciar a las iniciativas de
contención económica y militar; evidentemente el entorno del Presidente Joe
Biden es afecto a esta última posición.
De lo que no cabe duda es que este tema será con muy altas probabilidades el centro de la conversación telefónica entre el presidente estadounidense y su homólogo chino, prevista para finales de esta semana; siempre que no se llegue a cancelar el diálogo bilateral.
Es necesario destacar que Washington no parece está dispuesto a correr el riesgo de una escalada con Pekin. De hecho el asesor de seguridad nacional norteamericano, Jake Sullivan, y otros altos cargos del Consejo de
Seguridad Nacional han hecho pública su oposición al viaje de Pelosi por el
riesgo de que se produzca una escalada de tensiones en el estrecho de
Taiwán. En este sentido hay un punto de encuentro en la negativa al viaje entre
las Fuerzas de Seguridad norteamericanas y la Casa Blanca, no olvidemos que
Biden por sí solo no tiene poder para impedir el viaje. Pero al tener dos grandes
centros de poder en contra, incluido el que permitiría materialmente el viaje,
incluso una institución autónoma y poderosa como el Congreso tendrá que
ceder, esperemos que así sea.
