El proceso de crisis en el gobierno de El Salvador se profundiza en la misma medida que se agudiza la crisis financiera, reflejada de manera particularmente brutal en la economía de las familias de estratos medios y bajos. Efectos que el pueblo siente sin necesidad de conocer datos, pero que éstos corroboran, como reportan los medios locales, señalando que El Salvador tiene los precios de productos más altos de la región.
Las informaciones indican que Costa Rica, Guatemala y Nicaragua están por debajo de las proyecciones de inflación para este año; y Honduras, ya superó su estimación, mientras que Panamá y El Salvador no tienen una previsión anual. Los datos los provee el Consejo Monetario Centroamericano, que “en su más reciente reporte sobre la inflación en la región, elaborado el 17 de noviembre con datos hasta octubre, indicaba que por ejemplo entre los países que tienen metas de inflación Costa Rica acumulaba a octubre 1.96 % de una meta de 3 % para 2021. Y el más reciente dato de ese país a noviembre es del 2.8 %, es decir que aún está dentro de sus proyecciones. Lo mismo ocurre con Guatemala, pues proyecta una inflación del 4 % para este año, pero en octubre era del 2.4 % y en noviembre llegó al 2.9 %. En cambio El Salvador, que está entre los países que no tienen metas de inflación, llegó en octubre al 5.13 %, pero en noviembre subió al 6%”, según reporta Diario El Mundo.
A la crisis económica, la falta de recursos y el agotamiento de las fuentes de financiamiento externo, sumada a la escasa inversión productiva por la alta desconfianza internacional hacia la gestión de la actual administración, se agrega la crisis en relación a los EEUU, motivada ésta en varios aspectos como la corrupción generalizada, los acuerdos con pandillas, el deterioro de las condiciones habitualmente reconocidas por la comunidad internacional como estándares mínimos del Estado de derecho, entre otros varios tipos de contradicciones entre el gobierno de EEUU y el clan de de gobierno instalado en El Salvador.
Las máscaras
Como producto de estas contradicciones, y frente a una escalada de desafíos verbales característicos del inmaduro y mentalmente inestable presidente salvadoreño, desde la Casa Blanca comenzaron a hacer uso de su arsenal de informaciones de inteligencia respecto de las operaciones organizadas desde CAPRES por diferentes funcionarios de alto rango para lucrarse, a costa de las desgracias del pueblo salvadoreño en medio de la pandemia, e incluso en plena campaña electoral.
De tal modo, que al salir a la luz los desfalcos al Estado por parte de Carlos Marroquín, alias Slipstone, reconocido operador de pandillas, Osiris Luna, reiteradamente señalado por manejos turbios al frente de Centros Penales, desvios de fondos en complicidad con su madre y gestor de acuerdos con los grupos criminales, a los que se suma el clan familiar de Carolina Recinos, la reacción presidencial fue la habitual crisis histérica reflejada en un derroche de mensajes agresivos en redes sociales, develando supuestos intercambios con funcionarios de alto rango en la representación diplomática de EEUU en el país. Al mismo tiempo, recurrió nuevamente a su auto-victimización, preguntándose a través de las propias redes sociales, por qué esos ataques a su gobierno, elaborando poses de supuesto contenido antiimperialista, para terminar declarando que sus acciones y los ataques a que se ve expuesto es “por su amor al pueblo”.
Esa narrativa encajaba más o menos bien con una de las “máscaras” más habituales que había instalado el presidente a lo largo de su mandato, e incluso desde antes. Maniobra que, en cierta medida, le había dado resultado por un tiempo relativamente prolongado entre las audiencias internacionales que, algo desconcertadas quizás, y tomadas por sorpresa por los torrentes verbales del presidente, ya sea frente a las muy cuidadosamente estructuradas declaraciones ante la prensa, o en sus habituales interacciones en redes sociales, veían un personaje algo díscolo, con discursos que podian apelar a un cierto sentido progresista, libertario o igualitario, algo así como el discurso o la narrativa de los heéroes de comics o historietas que en algun momento saltaron a los videojuegos, generando una realidad virtual de villanos y justicieros.
Esa retórica manipuladora, demagógica y de un falso sentido común, pudo haber tenido algún efecto en la comunidad internacional, inicialmente algo deslumbrada con un personaje casi de ficción. Sin embargo, esa misma comunidad internacional fue reconociendo en el personaje sus rasgos autoritarios y dictatoriales. Sus acciones lo fueron delatando y su arbitrariedad, inmadurez y sus discursos de odio, que eventualmente se tradujeron en acciones contra quienes se le opusieran, hayan sido o no sus “amigos” en alguna ocasión, lo dejaron en evidencia. Aquella máscara empezó a lucir desgastada.
No obstante, como en los casos que la historia nos deja como enseñanza a la humanidad entera, este neofascista misógino y manipulador, no es solo un personaje, sino que es la representación de toda una clase, de todo un brutal grupo económico burgués en ascenso, dispuesto a lo que sea para imponer sus intereses y sus decisiones. Tampoco Hitler (Alemania), Mussolini (Italia), ni siquiera Franco (España) o Salazar (Portugal), por citar los dictadores fascistas europeos que iniciaron sus acciones en torno a los años 30 del siglo pasado, eran “ellos mismos” o al menos “ellos solos”, sino que fueron la representación simbólica de una aristocracia burguesa ascendente, con aspiraciones oligárquicas, dispuesta a condenar a la humanidad a las más terribles desgracias para conseguir sus mezquinos propósitos de dominación y poder total.
Este clan familiar y de clase, que asume el papel de vanguardia del grupo burgués emergente en El Salvador, había mantenido hasta ahora, como lo hicieron en su momento los dictadores fascistas antes mencionados, un discurso que siempre sostenía en el horizonte imaginario de las masas a las que apelaba, una sociedad de justicia social, de igualdad, de felicidad casi idílica, pero para lo cual siempre, sin excepciones, se reclamaba del pueblo “sacrificios” para derrotar a sus “enemigos”. Esto es importante, porque sin un enemigo contra el que canalizar sus discursos de odio, estos regímenes jamás podrían justificar sus incapacidades, sus debilidades, sus mentiras, sus robos y crímenes, sus desvíos de fondos hacia sus propias arcas, hambreando al pueblo. En fin, sin ese enemigo imaginario, no podrían restaurar las más brutales formas de explotación capitalista que, es bueno recordarlo, solo dan paso a esas manifestaciones fascistas cuando el sistema entra en crisis profunda.
Ese discurso de “felicidad del pueblo”, del enemigo que en este caso son “los mismos de siempre” ha sido una constante construcción discursiva del régimen salvadoreño. Pero hay algo más, que caracterizaba a los regimenes fascistas, su profundo anticomunismo. Esa parte de la ecuación no encajaba hasta ahora muy bien en el diagnóstico del caso salvadoreño. Sin embargo, la crisis profunda va haciendo caer máscaras y mitos.
Este fin de semana, este domingo 12 de diciembre, nuevamente salieron masivamente a tomarse las calles de San Salvador miles de personas de diversa condición económica y social, con una clara prevalencia de sectores muy humildes, desde veteranos de guerra hasta pobladores de comunidades y defensores del derecho al agua, pero también incluyendo aquellas y aquellos que reclaman por múltiples violaciones a los DDHH, desde los defensores del agua, presos políticos y sociales capturados en la hacienda La Labor, hasta familiares de otras presas y presos también por razones políticas y sociales, organizados en COFAPPES; pero también jóvenes estudiantes, mujeres en reclamo de sus derechos, madres y padres que siguen buscando a sus hijas e hijos desaparecidos, jueces por la democracia, que aún amenazados desde el gobierno para que no marchen, como lo denunciaron ante los medios, se hicieron presente, aunque en menor número.
Ante este espectáculo, que no pudo ser detenido ni siquiera por los 27 retenes policiales que encerraron a San Salvador en un círculo difícil de franquear (mas no imposible para la creatividad y decisión de las masas, como se demostró con la presencia de importantes contingentes provenientes de lejanos departamentos del país), desde los aparatos de desinformación de CAPRES se dedicaron a deslegitimar la marcha y la protesta. En sus argumentos jamás aparece la pregunta de por qué miles de seres humanos se desplazan superando cualquier dificultad, bajo un sol de justicia, para expresar su profundo malestar y su grito de exigencia y dignidad, enfrentando las políticas antipopulares del gobierno. Eso no figura en el horizonte de la manipulación de CAPRES y sus asesores. Prefieren negar la realidad, creer o hacer creer que la gente no existe, y por eso cada vez se ven obligados a enviar un drone que alcance nuevas cotas de altura, que les permitan desde espacios inconcebibles, hacer creer que la marcha no era tal y que iba vacía de gente.
Además de obstaculizar, de reprimir y amenazar como se denunció, y de pasar luego a la fase de la negación presidencial, entraron a la etapa de la confrontación en busca de la deslegitimación. Al hacerlo, el presidente desde sus cuentas en redes sociales, dejó en evidencia el golpe que había recibido, la impotencia de no poder frenar la protesta y la tristeza de volver a tener que esgrimir una “popularidad” que cada vez le cuesta más sostener a su equipo de contrapropaganda y desinformación pública.
Sin embargo, estábamos aún en el terreno de lo habitual en un personaje del cual, si fue capaz de negar la masividad de la marcha del 15 de septiembre, todo se puede esperar. Pero esta vez dio un paso más allá. En su intención de negar legitimidad a la marcha, volvió a insistir que su financiamiento provenía de los Estados Unidos. Esto también es viejo y conocido. Aunque en su intento de desprestigiar, descuidó su máscara y, finalmente la dejó caer.
Hoy no hay excusas ni disfraces, puso en sus palabras la confirmación del elemento fascista que aún intentaba disimular, ocultar, negar: su anticomunismo visceral que lo une a los personajes más nefastos de la historia de la humanidad, y junto con los cuales, muy posiblemente la misma historia lo condenará a terminar.
Escribió ayer este personaje: “Los contribuyentes estadounidenses deben saber que su gobierno está usando su dinero para financiar movimientos comunistas contra un gobierno democráticamente electo (y con un índice de aprobación del 90%) en El Salvador. Aunque no funciona. El pueblo de El Salvador no volverá a ese terrible pasado». (subrayado nuestro). El lenguaje es tan característico del más oscuro periodo macartista en los EEUU, que resulta innecesario subrayar su profundidad y connotación.
El mensaje expresa claramente una toma de posición política, de derecha reaccionaria y cerril, sin atenuantes. No hay máscaras que puedan ocultar ya el verdadero y monstruoso rostro del presidente salvadoreño, representante de un régimen crecientemente violento y represivo, que envuelto en el populismo y la demagogia, hoy abraza y declara su anti-comunismo como bandera.
Por eso es bueno recordar la historia, y ya no solo la europea, sino la nuestra, la criolla e india, que nos dejó escrito desde los años 30 del siglo pasado, también en El Salvador y en el continente, lo que significan estos personajes, que poco a poco acaparan no solo el poder, sino que una vez controlado éste, avanzan a sangre y fuego contra todo obstáculo que se le presente. La bandera del anticomunismo ha sido siempre aquí y en cada lugar donde fue establecida, símbolo de dolor y sufrimiento para los pueblos.
Pero también esa misma historia que no debemos olvidar nos enseña otras lecciones preciosas: la de la pertinaz resistencia de nuestros pueblos, que siempre, sin excepciones, cueste lo que cueste y tarde lo que tarde, derrota a estos dictadorzuelos anticomunistas de tercer mundo, y acaba con sus regímenes en el basurero de la historia.
Los mitos
Si hablamos en el titular de máscaras que se caen, también nos referimos a los mitos. Por más de dos años, el régimen, la prensa afin al gobierno, los aparatos de manipulación masiva en redes sociales, e incluso el aparato político, social y cultural hegemónico, habían insistido día y noche, incansablemente, sin cesar, en que el pueblo odiaba al FMLN; bombardeando sistemáticamente las mentes del pueblo salvadoreño, desde los humildes hogares en los cantones más alejados hasta los círculos académicos y a los hermanos lejanos, desde los discursos oficiales hasta las más bajeras expresiones del grupo de peleles que acompañan al presidente desde la asamblea legislativa y demás órganos del estado.
En cada caso, se siguió un cuidadoso guión, estructurado para consolidar una narrativa donde “el enemigo del pueblo” era el FMLN; el partido que no había hecho nada durante sus diez años de gobierno era el FMLN; los corruptos y delincuentes comprobados, venían a acusar al FMLN de lo que ellos hacian cada día; frente a los 500 años de dominación y aplastamiento, frente a las décadas de explotación capitalista y hundimiento del pueblo en el dolor, con un neoliberalismo brutal y criminal, exigían en su narrativa que los 10 años hubieran bastado para desmontar aquella tragedia histórica de nuestro pueblo. Nos hiceron poco a poco, a fuerza de repeticiones, hacer creer que el pueblo odiaba todo lo que tuviera que ver con el FMLN, su bandera, sus símbolos, sus discursos, su programa revolucionario, su historia heroica, sus mártires.
Esta narrativa tuvo su efecto. No es el FMLN el que niega, particularmente su actual dirigencia, los errores y desviaciones cometidos en el andar, en el quehacer cotidiano de los años de gobierno; pero precisamente por andar se cometieron, no por estar inmóviles sin hacer nada. Pero esa narrativa tuvo también su efecto en la propia militancia efemelenista, que poco a poco pasó a la defensiva, y en muchos casos fue ganada por una sensación de frustración y derrotismo. Por momentos pareció que en nuestras cabezas había calado aquella idea fascista de que los pueblos odian a las fuerzas de izquierda, a sus propios hermanos y hermanas de lucha. El bombardeo mediático afectó la capacidad de movilización sin que la militancia, a título personal o integrada en organizaciones sociales, dejara jamás de acompañar las luchas y movilizaciones en calles y veredas de la capital y de todo el país. Es decir, el FMLN expresado en sus militantes nunca abandonó las luchas y el sentir del pueblo, pero en cambio desaparecieron temporalmente sus colores, sus emblemas, sus símbolos.
Pero aquello era un mito. Y ese mito se rompió en mil pedazos el 12 de diciembre de 2021. Y esa fecha ha de quedar en la historia de luchas de este pueblo. Este domingo, el FMLN, con su joven dirigencia y con veteranos dirigentes, codo a codo, mujeres y hombres de diversas edades y extracción social pero con una misma identidad revolucionaria, se hicieron presentes en la marcha contra el gobierno neofascista, esgrimiendo sus banderas, luciendo orgullosamente sus colores y consignas, enarbolando una pancarta que dejaba clara la posición revolucionaria, antiimperialista, anticapitalista y socialista.
El mito, la fábula creada artificialmente se hizo pedazos cuando la realidad demostró que ese contingente de combatientes de la revolución, marchó acompañando la lucha; y ese contingente fue abrazado cariñosamente por el pueblo movilizado, no fue repudiado, no fue alejado o aislado de las fuerzas que avanzaban hacia el centro histórico de la capital. Lejos de ello, se pudo comprobar que al pasar entre los puestos de ventas callejeras que abundan a lo largo del recorrido, esas mismas mujeres y hombres que no hace mucho expresaban su apoyo al régimen, hoy sonreían, aplaudían o levantaban el puño en señal de apoyo, aún tímido, a estas expresiones de lucha, de resistencia, de dignidad y de orgullo popular.
Pero además, el esfuerzo del FMLN no se limitó a la participación en la marcha, sino que recogiendo el testigo de mantener la memoria histórica viva, lo que significa desafiar el plan del régimen de hacer olvidar al pueblo sus luchas, su historia, sus derrotas y sus victorias, y recoger enseñanzas de todo ello para avanzar con firmeza en el proceso de liberación nacional, las nuevas generaciones, la juventud del FMLN retomando también el ejemplo de las generaciones de jóvenes revolucionarios que les precedieron, se preparan para la lucha conociendo la historia, homenajeando a las y los mártires de este pueblo; en este caso, organizando y participando en un campamento en el sitio histórico de El Mozote. Ese esfuerzo, esa parte de la lucha han intentado invisibilizar no solo desde la derecha, sino desde algunos sectores de una izquierda miope que debe necesariamente rectificar si de verdad pretende mantenerse en las filas del pueblo diverso y amplio, en una lucha que no solo va contra un gobierno autoritario y anti-popular, sino contra un sistema y un imperio que lo cobija y alienta.
Se rompió el mito en todos los frentes porque era falso. Y es importante subrayar que ese día también se rompieron las limitaciones y dudas que pudiera haber en cualquier mente de compañeras y compañeros efemelenistas, que sólo esperaban una muestra como ésta para sumarse decididos a la lucha. Las consignas del FMLN vuelven a las calles con sus colores y banderas, con su militancia aguerrida y dispuesta para nuevos combates. El FMLN seguirá acompañando las luchas del pueblo, con sus hombres y mujeres incorporados como una más en esos esfuerzos.
Tenemos dos enemigos enfrente, y ambos coinciden en querer vernos desaparecer, el gobierno nacional y el imperialismo yanki. Ambos lo intentaron y se quedaron con las ganas. Lo seguirán intentando y les seguirá pasando lo mismo; y además, lo seguirán intentando juntos. No se trata de un capricho idealista, sino que el FMLN sigue siendo un instrumento de lucha del pueblo salvadoreño y lo seguirá siendo mientras el pueblo vea en él la esperanza necesaria, la inspiración de lucha y de victoria a que el pueblo aspira.
El reflujo de masas es pasado, y por eso podemos decir nuevamente que
La lucha, ¡continúa!
Fuente:
Fuente:reflexionesypensamientocritico.com
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