Instituto Schafik Handal fiel al legado de nuestro pueblo en sus luchas, retrocesos, aspiraciones, sueños y ante todo la firme convicción de que otro El Salvador es posible, comparte en esta ocasión el relato de las últimas horas de nuestros dirigentes fundadores de la lucha organizada en nuesttra historia.
“Trágica fue también la suerte de los principales dirigentes de la insurrección. Martí fue sometido a interrogatorios desde el primer día de arresto. No respondió a las preguntas del juez de instrucción que se referían al partido.
Le decían: “Reflexione, Ud. Ha perdido, la sublevación ha sido aplastada. Díganos toda la verdad y encontraremos para Ud. una justificación”.
A esto Farabundo respondía: “El explotador y el explotado tienen verdades diferentes. En cuanto a los comunistas, no venden su convicción”.
No logrando nada de esta forma, los verdugos sometieron a Martí a despiadadas torturas. Las heridas dolían de manera insoportable, pero aún más doloroso era escuchar que la insurrección había sido aplastada, que el partido ya no existía.
¿Es posible que esto sea verdad? A veces llegaba hasta la celda el ruido de los aviones. Farabundo adivinaba que habían levantado vuelo del aeródromo de Ilopango e iban a bombardear en el oeste los baluartes de los insurrectos.
A veces oía Martí gritos y gemidos: los verdugos estaban torturando a la víctima de turno. Llegaba el ruido de disparos, especialmente por las noches, provenientes de lugares cercanos al edificio del Departamento Central de Policía.
Era amargo, muy amargo, reconocer que perecían los mejores hijos e hijas del pueblo salvadoreño. Martí volvía mentalmente a aquellos días en que se preparaba la insurrección. Claro, por parte del Estado Mayor clandestino se habían cometido errores tácticos. No había que haber postergado la fecha del levantamiento armado del pueblo.…Los días pasaban lentamente,
Martí había perdido la cuenta del tiempo, parecía que el día se había fundido con la noche. Siendo un hombre de acción desfallecía por la inactividad. Hoy había sido sometido a otro interrogatorio. Ya Martí no sabía a cuántos.
El mismo juez de instrucción, junto con las viejas preguntas del tipo: “¿Dónde consiguió el Partido Comunista las armas, dónde las escondió?”, “Diga los nombres de los oficiales que estaban ligados a los insurrectos”, le hizo otras nuevas: “¿Qué instrucciones dio la Internacional Comunista para realizar el levantamiento?”, “¿Cuánto dinero recibió el Partido Comunistas de manos de Moscú?”, “¿Cuántas personas tenían intención los comunistas de aniquilar?”. En los últimos tiempos Farabundo casi no reaccionaba a las preguntas provocativas del juez de instrucción, simplemente las pasaba por alto, pero las últimas lo hicieron explotar.-
Abra de una vez los ojos- le dijo acaloradamente al juez de instrucción-.
La miseria sin ninguna clase de derechos, el hambre, las enfermedades, he aquí lo que obligó al pueblo a tomar las armas. Catorce familias se bañan en oro, mientras que los obreros y los campesinos están condenados a comer toda su vida tortillas de maíz.
El juez de instrucción gritó: “¡A callar, contesta lo que te pregunto!”
-No, no me callaré- continuó acaloradamente Martí-.Uds. Quieren cerrar la boca de los obreros y campesinos con plomo, pero no se saldrán con la suya. El lugar de los caídos será ocupado por otros combatientes y ellos llevarán al triunfo nuestra justa causa…
También Luna y Zapata, fueron interrogados y torturados. Los verdugos trataron de quebrar su voluntad, pero ellos permanecieron inflexibles.
Al no lograr nada con estos procedimientos, las autoridades resolvieron organizar un proceso judicial contra los dirigentes de la insurrección. Este proceso comenzó el 30 de enero de 1932 en la cárcel donde se consumían los presos. El edificio fue cercado por destacamentos reforzados de la guardia nacional. El juicio transcurrió a puertas cerradas y a el asistieron solamente policías y guardias vestidos de civil. La audiencia de la causa se prolongó casi cuatros horas. El fiscal militar exigió condenar a los acusados a la pena de muerte.
Martí, como siempre, se comportó de manera heroica, se negó a la defensa. “Proclamó que él era el único responsable de la insurrección a pesar de que con ello no pretendía desconocer la autoridad y la dirección del Comité Central del Partido Comunista.
Por otra parte, sostiene que si se defendiera estaría justificando su muerte y que, además, no tiene el propósito de echar mano de las leyes que ha combatido toda su vida.”
También se negaron a ser defendidos Alfonso Luna y Mario Zapata. Ellos defendieron sus convicciones, desenmascararon las ferocidades de la dictadura.
El juez y el fiscal los interrumpían constantemente, los provocaban, pero los comunistas no retrocedieron ni un ápice en sus posiciones ideológicas.
A la una de la mañana del 31 de enero terminó la audiencia del proceso. Los miembros del tribunal se retiraron a deliberar. Su resolución fue comunicada a los presos a las 6 y 30 de la mañana.
Martí, Luna y Zapata, fueron condenados al fusilamiento. Los tres prisioneros escucharon la condena con dignidad: sabían que no habría misericordia por parte del enemigo de clase.
Lo único que lamentaban era no poder participar en la lucha contra el odiado régimen.La noche del 31 de enero Martí, Luna y Zapata no durmieron. Ellos recordaron a sus parientes, a sus seres próximos, a los camaradas caídos en la lucha contra la tiranía, los distintos acontecimientos de su vida. Farabundo, les contó detalladamente su participación en la lucha de los guerrilleros nicaragüenses, sus encuentros con Sandino, sobre quien dijo las siguientes palabras: “…En estos momentos en que estoy a dos pasos de la muerte quiero declarar categóricamente que creo en Sandino, que no se ha vendido a los norteamericanos y que es un hombre sincero.
Cuanto se ha dicho de él con respecto a que se ha vendido, es completamente falso, pues Sandino es uno de los pocos patriotas que hay en el mundo…” Temprano en la mañana del 1 de febrero los comunistas fueron sacados al patio de la cárcel e introducidos en un vehículo cerrado.
Algunos otros automóviles, llenos de guardias y soldados. Acompañaban a los arrestados. Las autoridades se precavían contra el posible intento de los grupos clandestinos de liberar a los condenados a muerte. En uno de los automóviles iba el secretario personal del presidente asesino, Jacinto Castellanos Rivas. El general Martínez le había ordenado presencial el cumplimiento de la sentencia.Se les leyó una vez la condena de muerte. Se acercó a ellos el sacerdote Pedro Jesús Villafán con la invitación a confesarse. Los presos se negaron.
Dirigiéndose a Rivas, quien posteriormente sería un activo miembro del Partido Comunista de El Salvador. Martí, dijo:-Cumpla nuestra última voluntad. No nos venden los ojos, disparen al pecho.
Reino un silencio siniestro. Los presos levantaron bien alto las cabezas.
Los soldados corrieron los cerrojos de sus armas, apuntaron. El oficial que estaba a cargo del fusilamiento pronunció: “¡Fuego!”. Martí con firmeza empieza un: “Viva el Soco…” La bala cortó la frase. Cayeron los tres combatientes comunistas. El reloj marcaba las 7 y 15 de la mañana.El mismo día los presos fusilados fueron enterrados en el Cementerio Central de San Salvador. Sus tumbas llevan los números 9991, 9992, 9993.”
Nota:
El texto citado se encuentra en el libro Farabundo Martí, escrito por A. Petrujin y G. Churillov, quienes lograron recopilar datos de las últimas horas de nuestros Héroes del Intento a a tomarse el cielo por asalto.