Recientemente, el presidente de El Salvador recibió a los empresarios más ricos de América Latina, haciendo gala de lujo y poder. Ante ese público selecto, confesó su “fe capitalista” y pronunció su enésimo juramento de lealtad al más salvaje neoliberalismo.
Se esforzó en no desentonar con aquellos a quienes pretende imitar. Con todas sus fuerzas criticó a la izquierda y sus gobiernos, mientras alababa el Estado pequeño, el mercado grande y la “libertad de empresa” para enriquecerse a costa del hambre de millones. El usurpador rogaba a sus invitados que regresaran a sus países hablando bien de El Salvador.
Los magnates tomaban en cuenta las palabras de quien demostró ser capaz de aplastar sin escrúpulos todo tipo de derechos humanos, políticos y civiles para “pacificar” el país y declararlo “open for business”. Lo escuchaban respetuosamente, pero sin mirarlo como a un igual. Al fin y al cabo, no deja de ser un aspirante a entrar en ese club de grandes ligas con que sueña en sus delirios de grandeza.
Pero en el país real se manifiestan las consecuencias del salvajismo neoliberal del régimen salvadoreño. Esto se materializa de la peor manera en la vida del pueblo, eterna víctima del despojo en favor de esa élite depredadora y entreguista a los intereses imperiales y los capitales multinacionales.
Aunque esas políticas afectan a las mujeres y hombres de hoy en su cotidiana lucha por salir del pantano de miseria en que lo hunde un gobierno ciego a sus necesidades, la auténtica tragedia se cierne sobre el futuro.
La noticia podría haber pasado inadvertida, en medio de las falsedades y cortinas de humo que lanza el régimen a cada momento, pero la distracción no ocultará jamás por completo la realidad. Asociaciones de docentes y gremiales sindicales informaron esta semana que anticipan para este año lectivo una alarmante baja en la matriculación de estudiantes.
Las causas son conocidas, pero no por ello deben dejar de mencionarse: deterioro, abandono y cierre de escuelas, pobreza creciente, migración, y reducción de personal docente.
Las consecuencias nos dibujan un futuro de devastación para El Salvador, en la medida que se sigue consolidando la actitud histórica de las clases dominantes de desprecio a la educación del pueblo.
La tendencia no solo se mantiene, sino que se incrementa exponencialmente, Fueron 20,000 las niñas y niños que el año pasado quedaron fuera del sistema educativo, pero este 2025 la cifra escalaría a más de 50,000 estudiantes (al menos 25,000 del sistema público y una cantidad similar en la baja de matriculación en el privado).
Francisco Zelada, secretario general del Sindicato de Maestros y Maestras de la Educación Pública de El Salvador (SIMEDUCO), y Javier Hernández, presidente de la Asociación de Colegios Privados de El Salvador (ACPES), coincidieron en esas cifras.
Entre las causas que los docentes identifican para la baja matrícula, aparece el cierre de centros educativos, especialmente en zonas rurales y comunidades con menor acceso a recursos, lo que limita las opciones para que niños, niñas y adolescentes continúen su formación académica. En algunos casos, los estudiantes hacen trayectos más largos para asistir a clases, lo que desmotiva la inscripción y fomenta la deserción.
Más de 30 centros educativos han cerrado sus puertas en los últimos meses debido a que las infraestructuras implican riesgos para alumnos y docentes. Al mismo tiempo, hay que recordar la promesa presidencial jamás cumplida de reparar mil escuelas por año durante cinco años.
Otra de las causas para el abandono del sistema educativo tiene que ver con la migración. “El fenómeno de migración está golpeando la escuela pública; bastantes familias están abandonando el país. Llegan (los padres) a las escuelas y nos dicen que han decidido irse a Estados Unidos, a España, a Italia”, mencionó Zelada.
¿Qué hicieron con el dinero?
Entre 2022 y 2024, el Ministerio de Educación (MINED), presupuestó $816 millones provenientes de préstamos para financiar cuatro proyectos de construcción de escuelas, pero según reportes de Transparencia Fiscal, solo ejecutó $33.5 millones. De cada $100 provenientes de préstamos externos que el gobierno presupuestó utilizar para proyectos del MINED solo ejecutó $4.
Los $816.4 millones provenientes de préstamos, se repartieron de la siguiente forma: $195.9 millones en 2022; $234.7 millones en 2023; y $385.6 millones en 2024.
La gestión Bukele tiene tres préstamos activos, gestionados durante su primer mandato, para financiar programas educativos. Todos fueron aprobados y ratificados entre 2020 y 2021, y comenzaron a aparecer en presupuestos en 2022:
- $200 millones con el BCIE, para el programa “Mi Nueva Escuela”;
- $100 millones con el BID para el programa “Mejora de la Calidad y Cobertura Educativa: Nacer, Crecer, Aprender”;
- y uno por $250 millones con el Banco Mundial, para el programa “Crecer y Aprender Juntos: Desarrollo Integral de la Primera Infancia en El Salvador”.
La pobre ejecución de los préstamos internacionales sobre proyectos educativos coincide con el cierre de escuelas.
Según reportes de prensa que dieron a conocer algunos de los datos aquí citados, el ministro de Educación, José Mauricio Pineda, sigue brillando por su ausencia a la hora de responder a las solicitudes para aclarar el uso de fondos. Es otro de los tantos ministros sordos y mudos cuando de dar respuestas a la ciudadanía se trata.
Las consecuencias para el futuro
Lo más grave, en cualquier caso, no es la displicencia del funcionariado con la prensa o con la ciudadanía, sino el hecho que esta decisión de abandonar políticas que fomenten la educación gratuita y universal, desviando esos fondos a intereses ocultos a los ojos de la población, afectan estratégicamente el futuro de la nación.
Las consecuencias de estas acciones las pagaremos por décadas por venir; no se trata solo de tener que reembolsar préstamos que jamás beneficiaron al pueblo, sino que, por sobre todas las cosas, nos están heredando una sociedad escasamente educada.
Una sociedad, por lo tanto, fácilmente manipulable, y además, incapaz de enfrentar los desafíos de un mundo que ya está aquí, con su cuarta revolución industrial, con una tecno-oligarquía posesionada en un mundo donde los perdedores se alistarán en el lado de la historia que Bukele y los suyos nos están heredando, el de las sociedades sin formación, con hombres y mujeres que seguirán dependiendo de formas de producción atrasadas, destinados a ser consumidores de segunda mano, y depreciada mano de obra para ser explotada por naciones que forman a su gente para los nuevos desafíos del siglo XXI.
Esa es la verdadera tragedia para El Salvador, que además es recurrente, porque fue la actitud de los gobiernos de la oligarquía agroexportadora desde muchas décadas antes de que nos impusieran el neoliberalismo.
No son tampoco, todos lo mismo, como miente a los cuatro vientos el oficialismo. Fue en el periodo de diez años de gobiernos del FMLN que se redujo la pobreza, la cual volvió a crecer con el actual régimen, pero también en aquellos gobiernos, con todas las fallas que se les pueda adjudicar, se implementaron sistemas educativos que ya quisiéramos hoy, ante el desastre del abandono total de la educación para las grandes mayorías.
La tragedia se complementa con el abandono de las políticas de salud para el pueblo. Porque los enfermos no se curan con spots emocionantes que hablan de hospitales inexistentes, de servicios imposibles en las condiciones materiales de El Salvador, si ni siquiera se empieza a dotar a los centros hospitalarios con medicamentos, insumos o personal pagado adecuadamente. Lejos de ello, se desfinancia la salud pública y el Seguro Social, se expulsa personal médico, como en educación se despide a los docentes, para satisfacer al FMI. De 31 hospitales nacionales, el presupuesto 2025 reduce las asignaciones a 30 de ellos, recortando 54 millones de dólares.
Finalmente, se supo esta semana que están eliminando por completo otra de las herencias del periodo de gobierno del FMLN, los ECOS (Equipos Comunitarios de Salud). El gobierno ha ordenado el cierre de los pocos ECOS que habían quedado de la Reforma de Salud que lideró la entonces ministra, María Isabel Rodríguez, iniciada en el primer gobierno del FMLN.
A través de redes sociales, habitantes de Aguacayo, Teotepeque, La Libertad y Chalatenango denunciaron el posible cierre de la Unidad Comunitaria de Salud Familiar (UCSF), que atiende a 493 familias de los caseríos Aguacayo, Metayo, Ulata y Texicio.
Informa la prensa local que fuentes del Ministerio de Salud, que hablaron en condición de anonimato, confirmaron que a final de este mes se eliminarían los 15 o 18 ECOS familiares restantes. El anonimato responde al hecho que todos los empleados del sistema de salud salvadoreño han firmado un contrato de confidencialidad.
Y así se va completando la tragedia histórica para El Salvador. Pero, como la historia nos enseña, en este país la última palabra no la tendrán jamás los oligarcas y burgueses aspirantes a serlo, sino que la tendrán los más, los olvidados de todos los tiempos, quienes los arrogantes creyeron condenados, pero que siempre, más temprano que tarde se levantan, rebeldes y orgullosos, como ya lo están haciendo hoy, cada día, para defender su aire, su agua y su tierra; su vida, frente a la minería metálica.
La lucha popular será pues, la encargada de revertir la tragedia y, sobre todo, de escribir un nuevo futuro para nuevas generaciones, lejos del desprecio de esta clase gobernante que sigue olvidando que nada es para siempre. Mucho menos el poder efímero que los embrutece.