Trescientos dólares de los Estados Unidos de América ($300). Ese parece ser el precio de la libertad en El Salvador, a juzgar por la tabla que suele aplicar el régimen que rige el país. Ni siquiera estamos hablando de un salario o pago periódico.
Un “pago” de $300 fue el recurso que utilizó el gobierno para contentar a las familias obligadas a recluirse durante los meses de pandemia. El “donativo” se complementaba con cajas de provisiones básicas como aceite, pastas secas (macarrones), latas de atún, frijoles, maíz, y algunos otros elementos esenciales para la dieta salvadoreña.
La dictadura parece creer que bastan $300 para que la ciudadanía entregue alegremente su albedrío, su voluntad y cualquier aspiración a pensar o actuar en dirección opuesta a lo establecido por las autoridades; $300 parecen haber comprado la voluntad a discentir, considerada por algunos seguidores del oficialismo una suerte de anomalía incomprensible e irresponsable frente a la sabiduría de quien conduce el régimen salvadoreño.
Hoy, ante los daños ocasionados a la agricultura, afectada por vientos y lluvias asociadas al paso de la tormenta tropical Sara por Centroamérica, nuevamente el presidente “ordena” la entrega de $300 a mil agricultores cuyas cosechas fueron afectadas.
El garrote y la zanahoria
Mucha gente aplaude el anuncio presidencial. Nadie se pregunta como se llegó a saber que eran mil y no 600 o diez mil los afectados. Por supuesto que no eran mil; eran miles y así lo confirmaron los productores organizados, que anunciaron haber perdido 1.88 millones de quintales de granos básicos (maíz y frijol) por lluvias. Aunque pocos días después desde Capres intentasen corregir, anunciando el aumento de beneficiarios, la cifra resulta insignificante ante los daños.
La tormenta afectó 33,152 manzanas de cultivos de maíz, donde se perdieron más de 1.45 millones de quintales. La gremial CAMPO (Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios) calcula que la inversión perdida es de $38.78 millones. Si ese maíz se hubiera vendido en el mercado, a $28 en promedio, los productores habrían recibido $40.8 millones, por lo que las pérdidas alcanzan $79.5 millones.
Antes de la llegada de la tormenta Sara ya era un hecho que este año iba a haber una cosecha de frijol menor a la del año pasado, pues en el presente ciclo se sembraron 33,000 manzanas menos, una cuarta parte del total, pasando de 143,000 a 110,000. Los productores calculan que, tomando en cuenta esa superficie sembrada y el rendimiento usual de la tierra, se producirían 1.65 millones de quintales, lo que representa un déficit de 750,000 quintales con respecto a la demanda de la población, calculada en 2.4 millones de quintales. El mercado salvadoreño requiere unos 25 millones de quintales de granos básicos al año, por lo que el déficit total en 2025 será superior a 9.2 millones de quintales.
Las cifras demuestran la insignificancia de esos $300 ante la magnitud del problema, que no es solo económico, es político. Es la política oficial de abandono del campo, para favorecer a sus socios agroimportadores lo que va llevando con rapidez a un grave peligro de insuficiencia alimentaria, ante la incapacidad de producir lo esencial para la dieta de la familia salvadoreña.
Pero el hecho, festejado por los agricultores que reciben el donativo junto con una caja de alimentos básicos, no hace sino subrayar el modelo paternalista, sin planes ni organización, que rige El Salvador. No es un plan de gobierno, es un plan de propaganda al servicio de la dictadura para mantener no solo la popularidad, sino en su mínima expresión los límites de la organización y la protesta popular.
Ambos componentes del modelo de dominación que se aplica en El Salvador -autoritarismo y paternalismo-, deben necesariamente estudiarse unidos, entrelazados y de manera interdependiente, porque es así como operan. Constituyen una poderosa herramienta en manos de los enemigos del pueblo, que la utilizan como la zanahoria y el garrote, imagen tan ampliamente difundida en tanto estrategia imperial de dominación neocolonial .
El fenómeno podría no solo afectar a este pequeño país del istmo centroamericano. Puede ser un plan regional en la medida que demuestre ser exitoso, pudiendo implementarse en contextos similares en América Latina y el Caribe.
No se comprende la sumisión de amplios sectores de la población ante medidas injustas, autoritarias, intolerantes y dictatoriales, que atentan contra los más elementales derechos humanos y civiles, sólo basándonos en la apelación al miedo. El miedo permanente puede generar terror pero en igual medida, resistencia y lucha.
Es ese factor, combinado con el paternalismo, lo que convierte a estas dictaduras en efectivas; no se trata solo de los famosos $300, sino también del recurso permanente a la distracción, al ocio de mala calidad pero interpretado por el régimen como adecuado para mantener adormecida a una masa considerable de población (“influencers”, raperos, conciertos, concursos de belleza, desfiles de famosos y famosas, pistas de patinaje sobre hielo, campeonatos deportivos de élite que sirven como ventana al mundo, y de distracción para la gente de a pie). Todo adecuado a las diversas edades que sea necesario conquistar.
Hasta una biblioteca se desnaturaliza desde su origen para transformarla en pasarela de famosos, zona de autorretratos y área de juego; la lectura no entra en sus funciones, es simplemente una sala de visitas.
Una marcha para seguir acumulando fuerzas
Pero ese precio de la libertad también impone un límite al poder. El límite de quienes no pueden ser comprados, y por lo tanto desbaratan planes maestros basados en mercantilismo, y obligan -desnudado el paternalismo- a privilegiar el componente autoritario, la arbitrariedad, la represión y la imposición; a lo que podríamos sumar el sistemático ocultamiento de información en materia económica, toma de decisiones, persecución política, entrega del país al capital transnacional, entre otros.
Las cosas ya no salen tan bien para un régimen que, como venimos insistiendo, ve acelerar su deterioro y disminuir su capacidad de control social desde su irrupción inconstitucional en el Ejecutivo, el pasado 1 de junio.
Ni el autoritarismo ni el paternalismo funcionan como al principio. Después de más de cinco años de gobierno, se acabaron las excusas para seguir culpando de sus fracasos a gobiernos anteriores.
La resistencia se acumula en protestas contra un presupuesto injusto, que representa una agresión contra las grandes mayorías amenazadas por el hambre; un presupuesto elitista que quita a Salud, a Educación, a programas sociales, para entregar fondos al ejército, a la policía y al aparato de propaganda del Ejecutivo.
La marcha del 23 de noviembre, continuidad de la marcha blanca del 9 de octubre, de docentes y personal de salud, pero acompañada de la solidaridad gremial y popular en general, muestra que los límites del poder están en la resistencia y no en el precio que el poder estime que vale la libertad y la dignidad de un pueblo.
Nuevamente la militarización previa, como en zonas de Chalatenango, o los retenes en torno a la capital, fueron insuficientes para impedir la marcha, aunque efectivos en reducir su caudal.
Corresponderá al pueblo dar continuidad a la lucha y neutralizar las maniobras contra su derecho de movilización y de protesta, en tanto el objetivo central del gobierno es evitar e impedir cualquier forma de organización popular que no caiga bajo su control. Sabe que allí reside el germen de su destrucción.
El fiscal que no fue
Tampoco las cosas están saliendo bien para el régimen en política internacional. El último caso tiene que ver con la administración que tomará las riendas de Washington a partir de enero.
Se sabía que las relaciones de Donald Trump con los que gestionan el régimen ilegal en El Salvador no serían como alguna vez fueron durante el primer mandato del republicano. Eso había quedado claro desde que el magnate, en campaña desmereció, ridiculizó y acusó al mandatario salvadoreño de mentir (es un buen tipo, me gusta, pero no deja de mandarnos delincuentes, porque eso es lo que presenta como su política exitosa de seguridad.) Más o menos eso dijo el entonces candidato Trump, de su “amigo”.
Pero si eso ya ponía en duda el potencial entendimiento entre ambos jefes de Estado, la ansiedad de personajes de segundo nivel que rodean al salvadoreño, puso en evidencia la escasa habilidad para leer política internacional y desnudó la desesperación por encontrar amigos en puestos de poder en la Unión Americana.
Ante el posible nombramiento de fiscal general a un senador republicano al que el gobierno de facto había reclutado para lanzar un “caucus parlamentario sobre El Salvador”, encargado de cabildear (no se sabe a qué precio) para mejorar la deteriorada y cuestionada imagen del dictador centroamericano, se apresuraron a organizar una delegación con el vicepresidente Ulloa, el presidente del legislativo, Ernesto Castro y sus dos vicepresidentas, Suecy Callejas y Alexia Rivas. Junto a la embajadora de El Salvador, Milena Mayorga rindieron pleitesía a Matt Gaetz, a quien consideraban ya el próximo fiscal general de EEUU.
Unos pocos elementos recogidos de las mismas publicaciones oficiales en El Salvador ponen en perspectiva el nivel del ridículo. “Gracias, Matt Gaetz, por tu confianza y apoyo a nuestro país. Ahora más que nunca, El Salvador y los Estados Unidos estamos fortaleciendo nuestros lazos, como amigos trabajando codo a codo”, publicó la cuenta en X de Casa Presidencial junto con un video con palabras de Gaetz, en una reunión, la semana pasada, en las instalaciones del Archivo Nacional de Washington.
Mala y torpe jugada de quienes no tienen idea de la forma en que se mueven los asuntos en la capital de EEUU. Gaetz declinó su nominación tras la investigación parlamentaria sobre presunto tráfico sexual, conducta sexual inapropiada, tráfico de drogas y otras acusaciones que cuestionan su papel como futuro secretario de Justicia de los Estados Unidos.
Las relaciones internacionales siguen acumulando fiascos, como la fracasada visita a Javier Milei, o los escándalos del paso presidencial por Costa Rica. Ahora se suma el ridiculo ante un fiscal que no será, y no lo será por las peores razones, aunque la delegación salvadoreña, y hasta el presidente, haya expresado su admiración hacia quien las investigaciones muestran como impresentable, para cualquiera menos para un régimen tan falto de ética y de moral como el que sufre El Salvador desde hace demasiado tiempo.