Por David Alfaro
06/09/2024

𝗟𝗮 𝗱𝗲𝘂𝗱𝗮 𝗺𝗼𝗿𝗮𝗹 𝘆 𝗺𝗮𝘁𝗲𝗿𝗶𝗮𝗹 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝗺𝗮𝗹 𝗴𝗼𝗯𝗶𝗲𝗿𝗻𝗼 𝗵𝗮 𝗮𝗰𝘂𝗺𝘂𝗹𝗮𝗱𝗼 𝗲𝘀 𝘁𝗮𝗻 𝗴𝗿𝗮𝗻𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗶 𝘁𝗼𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝗕𝗶𝘁𝗰𝗼𝗶𝗻 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝘂𝗻𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗱𝗿á 𝘀𝗮𝗹𝗱𝗮𝗿𝗹𝗮

Recientemente, los hackers de #CiberinteligenciaSV han dejado al descubierto lo que ya muchos sospechaban: El descarado saqueo del Estado salvadoreño no es un mito, es una realidad. La filtración de información del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) reveló detalles sobre los salarios de más de 950 mil cotizantes, entre ellos los de algunos altos funcionarios del gobierno. No estamos hablando de sueldos dignos, sino de auténticos insultos y burlas a la miseria.

Tomemos el caso de Douglas Rodríguez, presidente del Banco Central de Reserva, quien devenga la módica suma de $41,400 al mes. O Pedro Dumas, director del Organismo de Inteligencia del Estado, que gana $11,900 mensuales. Claro, sin contar con bonos, viáticos y demás prebendas que son muchísimas. ¿Quién no querría tener un trabajo así? Pero claro, no todos tienen la suerte de ser leales servidores de Bukele.

Mientras tanto, en el otro El Salvador, ese que no aparece en los discursos presidenciales ni en las campañas publicitarias que se proyectan en Time Square, la realidad es bien distinta. La mayoría de los salvadoreños sobreviven con salarios miserables, saltándose tiempos de comida para poder pagar los recibos. Los hospitales están desabastecidos, las escuelas se caen a pedazos, y las calles parecen un campo de minas con cráteres por doquier.

Pero no nos detengamos en lo superficial. Después de todo, ¿qué importa el hambre, la pobreza o el deterioro de la infraestructura? Al final, tenemos «al mejor y más cool gobierno del mundo», o al menos eso nos repiten constantemente los portavoces de la mentira oficial. Porque en El Salvador de Bukele, la propaganda y la mentira se han convertido en los verdaderos pilares del gobierno, y mientras más grande es la mentira, más fácilmente la cree el pueblo.

El país está ahogado en deuda, con una carga que ya roza el 90% del PIB. Pero eso tampoco es un problema, siempre y cuando haya fondos para engrosar las cuentas de los funcionarios más cercanos al poder. Y si las filtraciones apuntan a estos niveles de saqueo entre los funcionarios de primer nivel, ¿quién se atreve a imaginar cuánto habrán acumulado Bukele y su familia en sus maletines invisibles? ¿Cuántos miles de millones de dólares tienen escondidos ya en paraísos fiscales donde no existe la extradición?

La reflexión moral es inevitable: ¿Cuánto tiempo puede sostenerse un régimen que prospera sobre la miseria de su pueblo? La historia, esa vieja y sabia maestra, nos enseña que todos los déspotas tienen fecha de caducidad. Al final, la justicia, aunque tarde, siempre llega. Porque, como decía el poeta inglés Thomas Fuller, “nunca es más oscuro que cuando va a amanecer”. ¿Será que estamos cerca de ese amanecer en El Salvador? Sólo el tiempo lo dirá, pero la deuda moral y material que este gobierno ha acumulado es tan grande que ni todo el Bitcoin del mundo podrá saldarla.

icial. Después de todo, ¿qué importa el hambre, la pobreza o el deterioro de la infraestructura? Al final, tenemos «al mejor y más cool gobierno del mundo», o al menos eso nos repiten constantemente los portavoces de la mentira oficial. Porque en El Salvador de Bukele, la propaganda y la mentira se han convertido en los verdaderos pilares del gobierno, y mientras más grande es la mentira, más fácilmente la cree el pueblo.

El país está ahogado en deuda, con una carga que ya roza el 90% del PIB. Pero eso tampoco es un problema, siempre y cuando haya fondos para engrosar las cuentas de los funcionarios más cercanos al poder. Y si las filtraciones apuntan a estos niveles de saqueo entre los funcionarios de primer nivel, ¿quién se atreve a imaginar cuánto habrán acumulado Bukele y su familia en sus maletines invisibles? ¿Cuántos miles de millones de dólares tienen escondidos ya en paraísos fiscales donde no existe la extradición?

La reflexión moral es inevitable: ¿Cuánto tiempo puede sostenerse un régimen que prospera sobre la miseria de su pueblo? La historia, esa vieja y sabia maestra, nos enseña que todos los déspotas tienen fecha de caducidad. Al final, la justicia, aunque tarde, siempre llega. Porque, como decía el poeta inglés Thomas Fuller, “nunca es más oscuro que cuando va a amanecer”. ¿Será que estamos cerca de ese amanecer en El Salvador? Sólo el tiempo lo dirá, pero la deuda moral y material que este gobierno ha acumulado es tan grande que ni todo el Bitcoin del mundo podrá saldarla.