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martes, diciembre 3, 2024
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El fracaso del Golpe “blando” en Venezuela

Venezuela está en la mira mundial. “Seguramente los JJOO de París iniciarán el 29 de julio” decía, irónico, el presidente Nicolás Maduro ante cerca de mil observadores internacionales, dos días antes de la celebración de las elecciones del 28 de julio. Una semana después de realizados los comicios presidenciales, Venezuela permanece en el ojo del huracán.

¡Es el petróleo, estúpido!

Aquella expresión relacionada con la economía, lanzada en un debate presidencial estadounidense se ajusta hoy como analogía perfecta a la situación en Venezuela, mientras fracasa un golpe al estilo de las “revoluciones de colores”, inspiradas en las teorías de Gene Sharp, a las que tan afectos han sido personajes como Victoria Nuland, en Ucrania o Hillary Clinton, en Libia. Las riquezas naturales de Venezuela y las aspiraciones imperiales por poseerlas definen el juego.

Para explicarnos los sucesos que vive la República Bolivariana de Venezuela, debemos remontarnos hasta fines de los años 90 del siglo XX, momento en que surge un movimiento de profunda raigambre nacional y popular que, al calor de la inspiración, la acción política, el pensamiento y el liderazgo del Comandante Hugo Chávez Frías, movilizó una sociedad adormecida, sometida a un modelo neocolonial, cuya aparente placidez superficial, sus concursos de belleza internacionales, sus amplias carreteras surcadas por vehículos de lujo  y sus comercios repletos de “todo importado”, ocultaban profundas contradicciones, abismales diferencias sociales, hambre y sed de justicia postergadas.

El triunfo del proceso bolivariano vino a reivindicar a las mayorías populares excluidas, las mismas que habían salido a las calles en el Caracazo de 1989 para ser masacradas por la oligarquía al servicio de las multinacionales petroleras, dueñas y señoras del país de aquellos años. Así, el Movimiento Quinta República (MVR), antecedente histórico del actual Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), retoma aquellas luchas.

El acceso del chavismo al gobierno dio visibilidad a la parte más oculta de la sociedad, a la mayoritaria y olvidada parte de ella, que al expresarse en las urnas dio al Comandante Chávez el 56.20% de los votos frente a la coalición de derecha, que obtuvo el 39.97%. Recordamos esta primera confrontación en las urnas, porque la continuidad histórica en base a porcentajes, demuestra que a lo largo de los años la fuerza electoral de la derecha rondó habitualmente el 40%.

El resultado ofrecido por el CNE, el 2 de agosto, con el 96.87% de las actas transmitidas, refleja un panorama porcentual relativamente similar. En esta ocasión, las presidenciales de 2024 fueron ganadas por el presidente Nicolás Maduro Moros, con el 51.95% de los votos frente a la alianza de derecha que obtuvo el 43.18%.

Estas cifras no solo reflejan una correlación de fuerzas electorales. Son, en realidad, el espejo de una Venezuela dividida desde tiempos lejanos.  La irrupción del chavismo dio visibilidad a aquella mayoría explotada que ya no permitiría que se le oculte y asfixie en beneficio de quienes se proclamaban dueños de un país al que esquilmaban.

El porcentaje no electoral es, si acaso más alto que lo reflejado en el escrutinio, puesto que si aquella conjunción de intereses antipopulares, nacidos y robustecidos al abrigo de la renta petrolera, constituida por la oligarquía, y las clases gerenciales de las corporaciones, configuran un 40% de la población, el 60% restante correspondería al pueblo pobre y empobrecido.

Aunque no todo mundo vote, porque en Venezuela votar es un derecho, pero no una obligación, esos porcentajes reflejan con bastante claridad la forma en que se divide aquella sociedad.

Aquel 40% de fuerzas conservadoras jamás dejó de soñar con regresar a sus “años dorados” y decidió hacerlo por los medios que fuesen necesarios, con el apoyo indiscutible de los Estados Unidos. El 60%, por su parte, se fue fortaleciendo detrás de un proyecto de corte nacional y popular que por primera vez los incluía.

Ese es el enfrentamiento que presenciamos hoy. Cambian los nombres a lo largo de la historia, pero los intereses permanecen. Por eso, por más que griten y pataleen los medios hegemónicos de comunicación mundial, el problema no son las actas sino el petróleo. Cada vez que la derecha pierde una elección se aleja de su objetivo, y cuando eso sucede encuentra la disposición imperial para financiar “cualquier forma alternativa” de recobrar el poder perdido. Lo han intentado todo y siguen sin lograrlo.

Gritar fraude hasta que gane la oposición

 Los datos electorales no mienten. Los que mienten, y de forma descarada, son en este orden: los candidatos y voceros de la oposición extremista de derecha en canal directo con Washington, las encuestadoras internacionales, que asignaban a la oposición 27 puntos de ventaja a lo largo de la campaña (dato anti-histórico pues supondría una caída del oficialismo de unos 30 puntos porcentuales o 2.5 millones de votos), y por supuesto la prensa hegemónica mundial, que se hace eco de cada una de las afirmaciones de todos los actores mencionados anteriormente.

La operación destinada a impedir por cualquier medio el triunfo chavista concertó todos los dispositivos de las llamadas guerras de quinta generación, iniciando con una coordinada ofensiva mediática internacional a través de medios hegemónicos tradicionales y redes sociales, presiones diplomáticas, injerencia del gobierno de EEUU, otros gobiernos títeres de América Latina, como el de la dictadura peruana, que reconoció como ganador al candidato opositor aún antes que Washington; incluimos en esta ofensiva a la OEA y al multimillonario ultraconservador Elon Musk.

Aunque se pretende instalar la idea que en las revoluciones de colores las acciones se restringen a métodos pacíficos, es por demás conocido el permanente recurso a formas violentas y agresivas contra la población que apoye al gobierno, y contra funcionarios civiles, policiales o militares. Se recurre a la violencia a manos de bandas criminales contratadas para destruir, robar y quemar todo lo que encuentren a su paso, presentadas por la prensa hegemónica como «pacíficos manifestantes opositores». Es el caso de Venezuela.

Hoy se sabe que reconocidos extremistas de derecha se han encargado desde el exterior de coordinar las labores que buscaban hacer fracasar el proceso saboteando el sistema, lograr su impugnación y la auto-declaratoria de la oposición como vencedora, para que esto fuese de inmediato reproducido por la prensa mundial.

Entre los elementos inescrupulosos que resultan instrumentales para esta operación aparece Lester Toledo, quien huyó hace años de Venezuela y encontró cobijo en las guaridas salvadoreñas de otro grupo de corte neofascista, el clan del usurpador Nayib Bukele, a quien ayudó a diseñar esquemas de desmontaje del Estado de Derecho, criminalización y persecusión de la oposición y violación de la Constitución para asegurar la hegemonía del grupo burgués emergente, dispuesto a hacer en El Salvador lo que la oligarquía venezolana hizo décadas atrás.

Personajes como Toledo estuvieron a cargo de campañas de desinformación contra Venezuela, boicot al proceso electoral, ataques informáticos a los centros de cómputos, entre otra acusaciones que se van conociendo.

Agreguemos que el relato de fraude, sin pruebas, se usó en los últimos años en varios escenarios latinoamericanos, entre ellos Bolivia (2019), Brasil (2022), Guatemala (2023), México (2024) buscando desacreditar victorias democráticas y legítimas. Hoy el mismo método se repite en Venezuela.

Las movilizaciones, los reclamos y la violencia

Como ha sucedido reiteradamente en la historia política reciente de Venezuela, a las movilizaciones convocadas por la derecha le responde el pueblo chavista movilizado. En esa batalla de masa contra masa, resulta evidente la enorme superioridad del pueblo movilizado frente a las expresiones de quienes salen a las calles abanderados por la oposición.

El sábado 3 de agosto no fue la excepción. Mientras la prensa extranjera ignora en gráficas y en textos la masividad de la convocatoria chavista, que según señala el diario El País de España -único medio en el que encontramos una referencia al respecto-, habría ocupado 8 kilómetros de calles capitalinas, de la marcha opositora hablan todos los medios y redes sociales consultadas; sin embargo, lejos de poder cuantificar la misma, se limitan a ponderar que “miles” de venezolanos se habrían lanzado a las calles en protesta.

Si bien el componente popular es indiscutible en el campo chavista, no sería adecuado afirmar que sólo grupos violentos o marginales se movilizan junto a la derecha; hay sin duda sectores populares que participan en las protestas, afectados por necesidades insatisfechas y una situación económica que no deja de agobiarlos, en parte como producto de las sanciones económicas de EEUU, pero también por posibles insuficiencias en políticas que permitan elevar los niveles de vida de la población; resultan así presa fácil del discurso de derecha, como ha sucedió en otros casos en el Continente.

Serán sin duda temas que abordará el próximo gobierno, y así lo dejó entrever el propio presidente re-electo al anunciar que su próxima administración se volcará a resolver los problemas económicos de amplios sectores sociales, en un llamado a un diálogo nacional. Si las protestas de la derecha parecen tener poco oxígeno, es gracias a que la situación económica del país no se parece en nada a la que enfrentaba la sociedad hace seis o siete años. Aunque pueda haber rezagos, hoy Venezuela muestra un crecimiento del 8% anual, muy superior al promedio del continente, que según CEPAL o el Banco Mundial, rondará del 2 al 4 por ciento. 

En la Venezuela de hoy el autobastecimiento de alimentos básicos se garantiza gracias a la producción local comunitaria. Ya la familia venezolana no depende de la importación de alimentos, y eso sin duda es un avance significativo a profundizar. Haber superado en parte (y por sus propios medios) aspectos cruciales de las sanciones internacionales, habría afectado objetivamente la capacidad de la derecha para capitalizar frustraciones populares.

Por eso, y no solo porque la verdad sobre el resultado electoral demostrará la farsa montada desde el exterior, estamos seguros que, una vez superadas las consecuencias del frustrado golpe suave, el gobierno bolivariano tendrá una excelente oportunidad para ampliar sus fuerzas y apoyos sociales, promover el diálogo, y apuntar a programas que mejoren sustancialmente la calidad de vida de las grandes mayorías del pueblo venezolano.

Fmln Suecia
Fmln Suecia
FMLN-SUECIA se crea con el fin de informar a los pueblos del mundo sobre el acontecer político, económico y social en El Salvador. También informar objetivamente del acontecer en los países que luchan por liberarse de la dominación imperialista y buscan los cambios estructurales para transformar el estatus qúo en una sociedad más avanzada donde desaparezca la esclavitud del hombre por el hombre.
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