El Diccionario de la Lengua Española define esperpento como “Persona, cosa o situación grotesca o estrafalaria”. Referido a El Salvador, grotesco y esperpéntico resultan calificativos adecuados para definir la forma de gobierno de quienes sostienen actitudes delirantes y narrativas fantasiosas para controlar una sociedad, haciéndola víctima de la manipulación mediática oficial.
Como un espectáculo percibe la política este grupo de nuevos ricos, artistas del engaño al pueblo; facinerosos con trajes de ejecutivo, gorritas de beisbol y actitudes de estrellas de Hollywood, que harán lo que sea para favorecer sus propios intereses particulares, familiares, y de sus socios y cómplices.
Farsa y tragedia
Durante los últimos cinco años montaron una farsa sobre una tragedia, la del sufrimiento de un pueblo acosado por criminales que asolaban el país desde las colonias y barrios populares. El régimen de terror llamado también de excepción, vino a cambiar las reglas de juego y también los roles.
Desplazados los pandilleros de sus áreas de control, encarcelados justos y pecadores en prisiones violatorias de todo tipo de derechos humanos y jurídicos, otros delincuentes, esta vez con uniformes policiales y militares, o con disfraces de funcionarios públicos, ocuparon aquellos espacios para seguir extorsionando a las mismas víctimas, el pueblo pobre y excluido, sobre todo a los sectores de la economía popular informal, pero también a sectores medios.
A los más vulnerables y excluidos los acostumbró a vivir de limosnas gubernamentales, expresadas en cajas de alimentos que llegan sobre todo en tiempos de campaña electoral, con el demagógico mensaje: “esto le manda el señor presidente”.
La falta de creación de empleos, la insignificante inversión extranjera, el recorte permanente a los programas sociales, el endeudamiento público para obras invisibles, deja en las remesas familiares el casi exclusivo sostén del consumo básico alimentario de la familia salvadoreña. Según un informe del Banco Central de Reserva (BCR), publicado en febrero de 2024, en El Salvador, las remesas son el sostén del 24 % de los hogares; casi $9 de cada $10 de esos fondos se dedicaron al consumo.
El precio de la canasta básica no deja de subir. En el informe de febrero del BCR, la canasta básica cuesta $256.82. En El Salvador un hogar es pobre cuando percibe ingresos entre esa cantidad y $513.64. Una familia en pobreza extrema es aquella incapaz de adquirir una de ellas. Mientras tanto, el gobierno afirma que la inflación se desacelera, pero no explica por qué las cosas cada vez son más caras y este año llevamos seis aumentos consecutivos en el precio de las gasolinas.
Al mismo tiempo, el gobierno emite deuda para pagar deuda. Anuncia esta semana mil millones de dólares en deuda a tasas históricas estratosféricas, superiores al 12%, para colocar bonos de recompra de deuda de 2025, 2027 y 2029. Son verdaderos bonos basura pero el gobierno los publicita como si fuera caviar.
La supuesta seguridad ciudadana tiene cada vez más agujeros; los cadáveres de jóvenes trabajadores, mujeres, adolescentes, campesinos de toda edad, siguen apareciendo en descampados; también las denuncias de desaparición de personas se acumulan. Y la persecución a dirigentes y líderes comunitarios los sigue llevando a las cárceles y al exilio.
El caso de los líderes ambientalistas de Santa Marta, juzgados por un sistema de justicia corrupto, al servicio exclusivo de CAPRES, es un ejemplo de la intención oficial de disciplinar a la población que se rebele o resista.
La muerte, la cárcel y el exilio es lo que se les promete, mientras los traidores al movimiento sindical y popular, que compiten entre ellos por ver quien se arrastra más ante el poder, reciben migajas, en tanto resulten útiles para dividir a cualquier sector social. Cuando dejen de serlo, posiblemente les pase como a Alejandro Muyshondt, asesinado en las cárceles por el Estado, o a su primo Ernesto, que sigue siendo juzgado y sometido a las peores condiciones posibles, a la espera que su deterioro físico lo lleve a la muerte.
En ningún caso importa la justicia pues lo que se requiere es la venganza o, en estos dos casos en particular, el silencio definitivo de esos exponentes de la derecha más rancia que impulsaron el ascenso del actual presidente y su clan, para que no puedan revelar los secretos más oscuros de los infames que hoy ocupan el gobierno y que alguna vez consideraron sus amigos.
El esperpento salvadoreño
El esperpento salvadoreño es producto directo del aplastamiento del Estado de Derecho, que eliminó de un plumazo la justicia, el derecho a la información, los derechos humanos y cívicos y determinó el control absoluto del Estado y sus poderes desde un Ejecutivo que hoy no sabe siquiera qué hacer para mantenerlo, más allá de establecer campañas mediáticas y fantasiosas.
Baste señalar algunas de las grotescas y falsas promesas para poner en perspectiva la parodia. Recordamos entre los anuncios que pretenden hacer creer a la población que aunque la pobreza crezca y los pobres se multipliquen el país avanza, las ocurrencias del usurpador de CAPRES cuando anuncia una central nuclear, el satélite Cuscatlán, la ciudad de las criptomonedas, un centro digital de Amazon, el aterrizaje de Google, el estudio cinematográfico más grande de América Latina, el aeropuerto de Oriente, el tren del Pacífico, el Hospital Rosales, y nuevas sedes de la Universidad de El Salvador.
La locura
Los niveles de esquizofrenia y locura del gobierno parecen anticipar su debacle. A punto de iniciar su inconstitucional usurpación presidencial el próximo 1 de junio, desde las redes sociales oficiales se presume de ofertas de nacionalidad salvadoreña, como si estuviera ofreciendo visas de residencia o ciudadanía de países europeos, de norteamérica o Japón.
El año pasado ofreció pasaportes a cambio de invertir un millón de dólares en bitcoin. El gobierno esperaba mil inversionistas pero solo llegaron ocho. Ocho millones de dólares en el agujero negro de la economía salvadoreña es igual a nada. Ahora ofrece gratis ese pasaporte a científicos, ingenieros, doctores y artistas extranjeros.
Mientras los salvadoreños huyen en masa de un país sin oportunidades e inseguro en mucho más que la seguridad física, los publicistas en el gobierno esperan que sólidos profesionales, establecidos en países desarrollados, con carreras y vínculos sociales y familiares poderosos, decidan dejarlo todo para llegar a un país que no les garantiza ni siquiera la seguridad jurídica de ser oídos y vencidos en juicio, si alguna denuncia anónima recae sobre ellos o sus familias.
El gobierno pretende atraer científicos mientras deja morir de hambre a la única universidad pública del país. Espera que lleguen médicos, mientras maltrata y persigue a los galenos nacionales y a su organización gremial, el Colegio Médico, al que excluye de cualquier toma de decisiones en materia de salud pública. Así de ezquizofrénica la actitud de este gobierno de demagogos con débiles anclajes a la realidad que los rodea.
El llamado modelo Bukele no atrae a nadie más que a un reducido grupo de fanáticos de derecha que desean verlo implementado en sus respectivos países. Solo llega a El Salvador un minúsculo grupo de turistas selectos, sin potencial para dinamizar la maltrecha economía nacional. Las reinas de belleza, los atletas, equipos de fútbol, cantantes y otros personajes de la farándula no han venido para quedarse; solo llegan porque les pagan para estar y para hablar bien del régimen.
Ciertamente no se anticipan buenos tiempos en este ciclo de usurpación que está próximo a comenzar. El hambre y la miseria se acumulan y la sorda desconfianza de sectores cada vez más castigados por un gobierno sin ningún tipo de empatia ni interés por el pueblo, no podrán conducir a otra cosa que desesperación, bronca, resistencia y lucha. El próximo 1 de mayo será otro momento para seguir midiendo la acumulación de la protesta y manifestación popular. Otra vez, el pueblo enfrentará las maniobras disuasivas e intimidantes de un régimen que sigue usando la militarización como instrumento de control social para evitar la movilización popular.
La vergüenza
Será una nueva oportunidad para medir fuerzas con un gobierno que no solo ataca, roba y castiga con hambre y prisión a su pueblo, sino que también se aisla en el Continente. En efecto, con el único que se ha aliado en estos días, y solo por omisión, es con un paria de América, el régimen ecuatoriano, violador de embajadas, soberanías y derechos internacionales.
Para vergüenza del pueblo salvadoreño, que tanta solidaridad internacional y muy en particular desde México, ha recibido a lo largo de décadas de lucha contra régimenes militares, oligárquicos, proimperialistas y profundamente antipopulares, tal como el actual, su representación en la OEA fue la única que se abstuvo en la justa reclamación de México en defensa de su soberanía, de la inviolabilidad de su cuerpo diplomático y del respeto al derecho de asilo.
Una mancha imborrable, que solo puede ser adjudicada a este regimen neofascista que no tiene empacho en asociarse y vincularse con lo peor de la derecha extremista del mundo, con los Milei, Bolsonaro, Trump y compañía. Para muestra, la visita esta semana pasada del excandidato a la presidencia chilena, del partido Republicano, el pinochetista José Antonio Kast, para conocer el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) en San Vicente, la mega cárcel utilizada como recurso publicitario para los extremistas de derecha que quieran imitar el “modelo”. Con esta gente el régimen se siente tan cómodo como con los sionistas que asesinan civiles inocentes en Gaza y a los que no ha dejado de expresar su apoyo.
Ojalá estas actitudes de la diplomacia salvadoreña sirvan para que sectores de la comunidad internacional, que aún veían -sin justificación o explicación racional alguna- al régimen asesino de El Salvador como un “gobierno democrático y civilizado”, recapaciten acerca de la verdadera esencia del régimen. Incluso, algunos se manifestaban “hermanados” con él, como si tuviera alguna suerte de contenido nacional y popular. Ojalá todos ellos comprendan hoy su error.
Entenderán así lo catastrófico que resulta para el pueblo salvadoreño que este tipo de regímenes neofascistas sigan contando con expresiones de apoyo en el exterior, cuando lo que urge es la solidaridad con la lucha de un pueblo que, poco a poco y a pesar de todo, irá encontrando su camino unitario para derrotar una vez más, a los que hoy lo persiguen y reprimen sus justas luchas.