Testimonio de uno de los asesinos de Monseñor Romero

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23 de marzo

El 22 de marzo del 2010, el periódico digital El Faro, publicó una entrevista exclusiva, del capitán (retirado y prófugo) Álvaro Rafael Saravia, titulada: Así matamos a Monseñor Romero.

Es un relato de verdades a medias, pero qué establece de manera clara, el involucramiento de todos los personajes que el pueblo reconoce como autores intelectuales y materiales, del asesinato de Monseñor Romero.

Transcribimos algunos pasajes, de esa entrevista.

Así matamos a monseñor Romero.

El mayor D’Aubuisson fue parte de la conspiración para asesinar a Monseñor Romero, aunque el tirador lo puso un hijo del ex presidente Molina, dice el capitán Álvaro Saravia.

30 años después él y otros involucrados reconstruyen aquellos días del tráfico de armas, de cocaína y secuestros.

Ese domingo 23 de marzo de 1980, monseñor Romero ha dicho unas cosas tremendas. Les habló a los soldados, a los guardias nacionales, a los policías… a todos los cuerpos de seguridad, para decirles que no deben matar a sus hermanos campesinos.

Les dijo que la ley de Dios prohíbe matar.

Temprano en la mañana del 24 de marzo de 1980, el capitán Ávila Ávila entra a la casa de Alex “El Ñoño” Cáceres y despierta a Fernando Sagrera y al capitán Saravia. Lleva en la mano un ejemplar de la Prensa Gráfica, abierto en la página 20, como prueba de que hoy es un buen día para matar al Arzobispo.

El periódico anuncia una misa conmemorando el primer aniversario de la Muerte de la señora Sara Meardi de Pinto. La familia invita a la santa misa que oficiará el Arzobispo de San Salvador, en la iglesia del Hospital Divina Providencia, a las 18 horas de ese día.

El capitán Eduardo Ávila Ávila les informa el plan: en esa misa será asesinado Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez. Ya todo ha sido coordinado con Mario Molina y Roberto D’Aubuisson.

No hay mucha vigilancia en el parqueo del Hotel Camino Real. Es un lugar movido, pero en el que a nadie le extraña ver a hombres armados, en marzo de 1980.

No hay restricciones de ingreso y está bien ubicado. A veces, unos desconocidos pasan arrojando cadáveres frente a la entrada del hotel, pero los tiran afuera, en la calle. No entran.

Ambos carros se estacionan. Garay se queda en el Passat rojo y Montenegro en la Dodge Lancer blanca. El capitán Saravia y El Negro Sagrera se bajan a encontrarse con cinco hombres que ya están ahí. En una camioneta blanca. Un hombre alto, delgado, barbado, se sube al asiento trasero del Passat Rojo, lleva un fusil.

-No. Nosotros nos vamos a buscar la iglesia. Porque no conocía ni el Negro, ni el Bibi, ni yo donde quedaba.

-¿Quienes van a buscar la iglesia?

-Los tres que estábamos en el carro.

Encontramos la iglesia después de un rato y nos parqueamos enfrente. No enfrente, aquí (a un costado de la entrada).

-Y no lo habían matado todavía.

-No. Ahí estábamos nosotros parqueados. No habíamos pasado ni cinco minutos cuando se oyó el disparo. Si es que esos fueron llegando y matándolo.

-¡O sea que usted estaba enfrente a la iglesia cuando lo mataron!

-Si, estábamos nosotros. Ahí estaba el Negro Sagrera, Bibi Montenegro y yo, en la parte de atrás del asiento del carro.

Tomado de: https://elfaro.net/…/As%C3%AD-matamos-a-monse%C3%B1or…

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Fuente: https://www.facebook.com/institutoschafikhandal

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