Por Leonardo Parrini
Estabilidad, palabra sospechosa de usos ambiguos, se ha puesto de moda
conjuntamente con su antónimo: inestabilidad. Precisamente, por su
ambigüedad o polisemia, se la usa en política para referir una cualidad de
estable o inestable -que mantiene o no un equilibrio, que no cambia o
permanece en el mismo lugar durante mucho tiempo-, de un gobierno, una
institución o una situación determinada. Extrapolando su significado, bien
podríamos decir que la estabilidad es la cualidad de un país de permanecer
con una situación ausente de crisis importantes. ¿Es acaso el caso de
Ecuador? Aparente, o mejor, evidentemente no.
Sin embargo, en la actual coyuntura nacional cuando el presidente de la
República, Guillermo Lasso, enfrenta la posibilidad de un juicio político en la
Asamblea Nacional, por eventual cometimiento de faltas contempladas en el
numeral 2 del artículo 129 de la Constitución, que habla de «delitos de
concusión, cohecho (soborno), peculado (malversación de fondos) o
enriquecimiento ilícito», el discurso oficial arguye grave peligro de inestabilidad.
Es decir, el juicio político al presidente Guillermo Lasso provocaría en el país
una grave desestabilización. Se trata de una narrativa que soslaya la realidad
de una nación en la cual el riesgo país -o desconfianza del inversionista
extranjero – se ha triplicado. Un territorio en el cual se comenten 30 asesinatos
por día y los secuestros extorsivos ha aumentado de 30 anuales en el 2021, a
30 en lo que va del año 2023.
Un Ecuador, como nunca antes, con la economía estancada con sectores que
no se recuperan efectivamente después de la pandemia como la industria, el
comercio, el turismo, entre otros. Mientras esto ocurre a vista y paciencia del
régimen, los personeros oficiales de la economía criolla se ufanan de mantener
reservas monetarias ingentes -diez mil millones de dólares- en consecuencia,
de que la dolarización en el país no lo requiere, puesto que no hay ninguna
situación monetaria que respaldar. Mientras esta es la fotografía de la
macroeconomía, a nivel de la economía familiar el drama es de proporciones
incalculables sin medicina en los hospitales, sin inversión suficiente en
educación, seguridad y otros rubros de los servicios públicos en total
calamidad. Hasta hace poco no se podía tramitar un pasaporte por falta de
especies y cuando la demanda del documento aumenta, el director del Registro
Civil, en insólita declaración, sale a decir a la prensa que ahora hay más
ecuatorianos que salen hacer turismo por el mundo gracias a la recuperación
económica. Una broma de mal gusto, seguro. Aquel despistado burócrata
olvida, intencionalmente, que la migración ilegal de ecuatorianos hacia los
EEUU, en busca de la pesadilla americana, supone la muerte para muchos
compatriotas que emprenden la aventura de alto riesgo de cruzar la selva de
Darién, los ríos torrentosos de la frontera con México o exponerse a violación,
robo o crímenes de los propios coyoteros que los conducen a lo peor, incluso a
la muerte por hacinamiento en vehículos donde viajan como animales.
El “Ecuador de la estabilidad” es un mito grosero, propio de una narrativa
irresponsable de funcionarios de un régimen que se tambalea al margen de la
realidad nacional. La desestabilización es un argumento político falaz para
confundir al país. La situación política, económica y social de Ecuador ya no
tiene dónde ser más inestable con un mandatario sin liderazgo, un régimen que
no tienen capacidad de diálogo con la oposición, con una crisis institucional en
la que ningún poder del Estado -Ejecutivo, Legislativo y Judicial- se entiende
con el otro. El problema, para muchos observadores, radica en el propio
presidente Lasso, en su postura como mandatario, en su actitud como político,
en sus acciones a la cabeza del poder central.
La percepción ciudadana es de total indefensión por parte de un Estado que no
cumple su rol de proteger a los ciudadanos y normar la vida del país, al punto
que ya no se puede caminar tranquilo por las calles sin el riesgo de ser
asesinado por una bala perdida de sicariato organizado o secuestrado por una
banda delictiva común. En el país donde se prometió dos millones de empleo
no hay sino cesantía, mientras las empresas no crean empleo porque no
existen condiciones seguras de inversión privada.
El juicio político no va a agravar más la crisis. El estado crítico del país es
responsabilidad del poder central, por acción u omisión.
El argumento de la desestabilización es esgrimido por una prensa obsecuente
que distorsiona los hechos, miente y oculta la realidad ante el país. En las
últimas horas los ecuatorianos presenciamos una “entrevista” de prensa en la
que el entrevistador, Carlos Rojas, hizo todo lo necesario para posicionar la
idea de que el juicio político al presidente Lasso implica la desestabilización
nacional. El entrevistado, Sebastián Torres -asambleísta socialcristiano-, tildó a
Rojas de tonto mentiroso, al decirle: «usted está fallando a la verdad, usted
está hablando tonterías, discúlpeme Carlos, usted quiere confundir a los
ecuatorianos”. En tanto, el periodista de Ecuavisa hacia esfuerzos por
posicionar la idea de que no existen causales legales para enjuiciar al
presidente Lasso, no obstante, que se trata de un juicio político, es decir, de un
cuestionamiento sobre la responsabilidad política del presidente al haber,
supuestamente, dejado hacer en el sector público a delincuentes organizados
habiendo el mandatario conocido el presunto entramado de corrupción en
empresas públicas y no hizo nada «por cuidar y velar el dinero de los
ecuatorianos», en tanto actuó por omisión. Torres argumentó que,
independientemente, de si hay o no causales penales para encarcelar al
presidente, el juicio político no implica casual de encarcelamiento presidencial y
tampoco requiere de sentencia judicial previa alguna.
La Corte Constitucional, que analizará aspectos formales del proceso, se
concentrará en la existencia de requisitos de procedimiento y no en los
contenidos de los argumentos de los interpelantes. El supuesto riesgo de
mayor inestabilidad nacional por el enjuiciamiento parlamentario al presidente
Lasso constituye un argumento político de un régimen de por sí y ante el país
inestable por sus propias acciones y omisiones.
Cuando la objetividad y la racionalidad abandonan a la política, la incertidumbre
conduce directamente al desequilibrio de un estado de convivencia armónica,
enemigo principal de la estabilidad nacional.
Leonardo Parrini: Periodista. Fotógrafo. Director-Editor de la revista digital
LAPALABRABIERTA. Colaborador de las revistas ROCINANTE y BABIECA
(Campaña de Lectura Eugenio Espejo). Conductor del programa La Oreja
Libertaria, Radio Pichincha 95.3 FM. Autor de los libros La hora del lobo (2000),
Decapitar a la Gorgona: ¿la corrupción, una moral de la crisis? (2001), Eva sin
paraíso (2003), Diálogo comunitario en democracia (2013), Égüez. La memoria
insumisa (2016), Escritos en clave morse (2018), Retrato Íntegro, testimonio
vital (2019), El canto de todos (2022). Ha colaborado en Revista Diners como
comentarista de obras literarias.