Por Yoselina Guevara López
Este 23 de noviembre el Parlamento de la Unión Europea a través de una resolución no vinculante, calificó a la Federación Rusa de “Estado patrocinador del terrorismo” con 494 votos a favor, 58 en contra y 44 abstenciones. Como era de esperarse desde Kiev llegó el agradecimiento inmediato del ministro de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba quien declaró “Rusia debe ser reconocida como un estado terrorista en todo el mundo y Ucrania debe equiparse con todos los sistemas de defensa aérea necesarios lo antes posible”.
Desde Moscú llegó la respuesta franca y exenta de cualquier edulcorante diplomático en la voz de la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, María Zajárova “el Parlamento Europeo aprobó una resolución que reconoce a Rusia como ‘patrocinador del terrorismo’. Propongo que se reconozca al Parlamento Europeo como ‘patrocinador de la idiotez’”. El mismo día de la votación, el sitio web del Europarlamento sufrió un sofisticado ciberataque, el cual consistió en una denegación distribuida de servicio (DDoS), según los expertos esta es una técnica que consiste en la saturación de los servidores a través del envío masivo de solicitudes emitidas con la intención de colapsar el sistema.
Ataques terroristas en Rusia
En términos de diplomacia, y sobre todo de posibles tratativas y negociaciones, la decisión de declarar a Rusia como un “Estado patrocinador del terrorismo” no ha sido la más acertada, y por el contrario puede resultar un bumerán.
Por una parte la historia contemporánea, de al menos veinte años atrás, nos señala que la Federación rusa ha dedicado grandes esfuerzos a la erradicación del yihadismo, sufriendo inclusive varios atentados. Basta recordar la tragedia del Teatro de Dubrovka, Moscú, en 2002 cuando el líder separatista checheno Movsar Baráyev, acompañado por cerca de 50 terroristas armados con granadas, explosivos de todo tipo y fusiles, en medio del segundo acto de un espectáculo teatral-musical tomó por rehenes a más de 900 personas entre artistas y espectadores. Luego de tres días de negociaciones, el desenlace fue cruento y más de 130 rehenes murieron durante la irrupción al teatro de las fuerzas de seguridad rusas.
Otro clamoroso ejemplo sucedió el 1 de septiembre de 2004 con la denominada masacre de Beslán cuando un grupo de 30 terroristas mayoritariamente, armados y con explosivos adosados a sus cuerpos, entraron en un colegio en la ciudad de Beslán. El saldo fue en este caso también despiadado 334 muertos, 186 de ellos niños, y más de 700 heridos. En este sentido la lucha de las fuerzas de seguridad rusas contra el terrorismo ha sido constante y reconocida inclusive por el occidente, desarticulando células yihadistas del Daesh, y vinculaciones contra estas organizaciones. Así mismo si tomamos en cuenta las acciones recientes como el asesinato de la joven periodista Daria Aleksándrovna Dúguina, hija de Aleksandr Duguin con la explosión del vehículo donde se desplazaba; el atentado con explosivos en el puente de Crimea, son todas operaciones, realizadas, organizadas e inclusive llevadas a cabo por agentes ucranianos que demuestran claramente de quien es verdaderamente el Estado terrorista. Vale destacar que ante esta absurda resolución del parlamento europeo las naciones históricamente azotadas por el terrorismo internacional podrían distanciarse de la declaración de la Unión Europea, al igual que algunos países protestaron cuando se trató de aplicar el término “genocidio” a la operación rusa en Ucrania, que evidentemente no persigue una limpieza étnica o racial.
Plegados a Estados Unidos y la OTAN
No obstante esta resolución no debe causar asombro, porque ya la OTAN en su reciente asamblea en Madrid, España decidió clasificar a Rusia como Estado terrorista. Más allá de la retórica mediática intrínsecamente lo que se trata de sembrar en la opinión pública es la creencia y justificación que el terrorista, o mejor dicho el “Estado terrorista” debe ser aniquilado, derrotado, sin mediación posible. Es necesario recordar que justamente la OTAN es la que ha acuñado esta definición que ha servido para justificar invasiones, ataques, y acciones beligerantes. Cabe preguntarse porque razón nunca se ha emitido desde ningún organismo internacional una resolución que califique a los Estados Unidos como Estado Terrorista, en virtud de todas las guerras, invasiones, sanciones y golpes de estado que a lo largo de su existencia ha llevado y sigue llevando a cabo a lo largo y ancho del orbe.
Operación especial igual a razonamiento y estrategia
La operación especial que está llevando a cabo Rusia en Ucrania sigue una lógica militar. Es decir vincular el concepto de “terrorismo” a la destrucción de infraestructuras civiles en el curso de una campaña bélica es intelectualmente deshonesto. El bombardeo de las infraestructuras críticas del país enemigo, pertenece a la teoría estratégica militar y este ha sido también un componente de las guerras libradas por los países occidentales.
No serán las declaraciones de condena, más aún no vinculantes, las que hagan que Rusia desista de poner en marcha planes militares y estrategias más amplias para doblegar al gobierno ucraniano. La destrucción sistemática de la red eléctrica, de los sistemas de agua y, potencialmente, de los centros de mando político-militares, el bombardeo del cuartel general de los servicios de inteligencia es un ejemplo, continuarán llevándose a cabo probablemente durante toda la estación invernal. La evacuación de los grandes centros urbanos que ya no podrían calentarse y estarían sin servicios esenciales, ONU ha hablado de cerca de 2 millones personas que saldrán de Ucrania, permitiría a las Fuerzas Armadas de Moscú golpear con mayor facilidad los centros de poder locales ucranianos. El general Invierno, está a punto de hacer su primera incursión en este conflicto, sigue siendo el principal aliado de Rusia. Lamentablemente no hay paz en el horizonte, por el contrario, el conflicto cada vez más se radicaliza, esperemos que no llegue a su punto más desastroso, más exacerbado, más catastrófico para la humanidad.
Yoselina Guevara López: comunicadora social, analista política, articulista en
diferentes medios internacionales, cuyo trabajo ha sido traducido al inglés,
italiano, griego y sueco. Ganadora Premio Nacional de Periodismo Simón
Bolívar 2022 (Venezuela), mención especial Opinión; Premio Nacional de
Periodismo Aníbal Nazoa 2021 (Venezuela); I Concurso Memoria Histórica
Comandante Feliciano 2022 (El Salvador) Tercer lugar.