Por Yoselina Guevara López
Los gasoductos Nord Stream 1 y 2, la infraestructura energética que conecta
Rusia con Europa bajo las aguas del Mar Báltico, sufrieron este 27 de
septiembre daños sin precedentes, los cuales todos los expertos coinciden en
afirmar que fueron producto de un “acto deliberado”, es decir, un vil sabotaje.
Los sismólogos daneses y suecos no tienen ninguna duda que las explosiones
registradas en torno a la isla danesa de Bornholm no habrían sido causadas
por un terremoto u otro evento geológico, sino por detonaciones deliberadas.
Las explosiones provocaron una pérdida de presión y causaron cuatro fugas en
los oleoductos, las mismas fueron confirmadas este 29 de septiembre por los
guardacostas suecos, ubicando dos fugas en la zona económica exclusiva de
Suecia y dos en la parte danesa. Aunque ninguno de los dos gasoductos
estaba operativo, ambos contenían gas que ahora se está filtrando al Mar
Báltico. Las imágenes de las fugas de gas burbujeando en la superficie marina
han dado la vuelta al mundo mostrando diámetros que van de los 200 a los
1000 metros. No obstante estos accidentes no deberían causar daños en el
ecosistema pero ya Copenhague ha señalado que durarán al menos una
semana y las tuberías de los gasoductos al recibir internamente agua salada
seguramente se volverán inoperativas.
En este sentido cobra fuerza la hipótesis formulada por el Kremlin, sustentada
por válidas argumentaciones, bajo la cual hay que buscar a los culpables y
autores de estos actos en las naciones que tienen un beneficio económico
directo de la interrupción de los flujos de gas entre Rusia y Alemania, con lo
cual las acusaciones apuntarían a Polonia y Estados Unidos. Las declaraciones
de la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zakharova,
fueron enfáticas “el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, debe aclarar si
Estados Unidos está detrás de los incidentes del Nord Stream”.
Beneficiarios de la explosión y alegres tuiteros
El mismo día de los accidentes en los gasoductos rusos Varsovia inauguró el
gasoducto Baltic Pipe que llevará el gas noruego a las costas de la Pomerania
polaca, haciendo que el principal aliado de Estados Unidos en Europa Central y
Oriental, Polonia, sea completamente independiente del gas ruso. Al no poder
importar directamente gas de Rusia a través de las tuberías diseñadas y
construidas para eludir a Polonia y no pagar los correspondientes cánones a
Varsovia, es posible que Alemania tenga que depender ahora de su vecino del
este, que se ha convertido de repente en el centro neurálgico del gas de
Europa Central.
Con la noticia del sabotaje en los gasoductos Nord Stream 1 y2 Washington
se mostró inmediatamente dispuesto a aumentar la venta de gas licuado
estadounidense para “ayudar” a las debilitadas cancillerías europeas. El
secretario de Estado Antony Blinken aprovechó la ocasión para insistir en la
necesidad de “acabar con la dependencia del gas ruso en Europa”.
Así mismo el daño de los gasoductos ha sido motivo de alegría para algunos
políticos polacos como el europarlamentario y ex ministro de asuntos exteriores
de Polonia Radosław Sikorski, que escribió en la red social twitter “Gracias,
Estados Unidos”, tuit que fue borrado posteriormente. Cabe resaltar que los
Estados Unidos no pueden adjudicarse a nivel internacional la destrucción de
una infraestructura rusa porque esto sería una declaración de guerra a Moscú.
Además también se trata de la ruina de la infraestructura de una empresa a la
que varias compañías europeas han aportado miles de millones, que además
no serán compensados. De allí que probablemente Sikorski haya recibido un
regaño desde Washington por su indiscreto tuit, con el añadido que un acto tan
nefasto solo puede causar alegría en una mente perversa que adolezca de
cordura. Pero este es el reflejo del estado demencial en el cual está sumido no
solo Varsovia sino también toda la Unión Europea, que aún con la cercanía de
un invierno, que vaticina ser largo y duro, continúa con su obsesión
sancionatoria contra la Federación rusa.
Escalada del conflicto
Golpear las infraestructuras que unen a diferentes países es una acción de
profundo significado geoestratégico, pero lo que es más preocupante es que
este hecho puede significar la entrada en una “nueva fase” del conflicto entre
Rusia y Occidente. No cabe duda que cada vez se ha hecho más notorio que
no se trata solo de Ucrania, sino de un Occidente comandado por los Estados
Unidos y sus aliados contra Moscú. A lo que nos referimos con el término
“nueva fase” es a una escalada del conflicto a nivel de ataques directos a
infraestructuras físicas, lo cual sería bastante peligroso porque estaríamos
hablando de dotaciones, muchas de ellas submarinas, que facilitan el
transporte de energía, conexiones a nivel comunicacional como internet, etc.
En pocas palabras esto abriría la posibilidad a la intervención directa de fuerzas
militares europeas para la defensa de infraestructura estratégica con probables
enfrentamientos directos con las fuerzas armadas de la Federación rusa.
Esta es la locura guerrerista a la que está empujando los Estados Unidos al
mundo, un imperio en decadencia con un gobernante que se muestra cada vez
menos apto para ejercer el cargo para el que fue elegido, y donde se hace
evidente que quien gobierna es un estado profundo norteamericano al cual
nunca le ha interesado el bien de la humanidad.