Betto no concibió Cartas… para publicarlas; sin embargo, testimonian su incesante interrogatorio a la sociedad y a la vida presente en todo lo que escribe. «Somos lo que somos… El futuro es inevitablemente fruto de lo que sembramos en el presente… un puente sin límites entre lo que fue y lo que será. Somos nuestros actos»
¿Puede haber algo más bello que la vida humana? ¿O más significativo? ¡Pero el mismo hombre capaz de cultivar rosas, expresarse mediante la poesía y producir música también fabrica armas, decreta la muerte de sus semejantes y los oprime! Queda mucho por hacer para recuperar la unidad descrita en el primer capítulo del Génesis. Somos un haz de contradicciones.
Frei Betto, un revolucionario que militaba activamente desde su fe cristiana, que se había jugado la vida con las guerrillas urbanas y cumplido cárcel, me conectó con realidades, concepciones, praxis políticas nuevas: el vínculo entre revolucionarios creyentes o no creyentes. Portador de todas las heterodoxias posibles, se convirtió, desde ese lejano 1986, en un desafío. Desde entonces encaja perfectamente esta pieza ver-juzgar-actuar y ese es el tono íntimo, confesional, sus puntos de vista políticos en un vínculo amistoso, fraternal. Todo eso está en Cartas de la cárcel, un libro que ve la luz por la Editorial Caminos, del Centro memorial doctor Martin Luther King, una dimensión nueva –otra– del afecto y la amistad, sobre todo un enriquecimiento humano que crece y se renueva.
El libro Bautismo de sangre tiene como telón de fondo la explosión rojinegra de la revolución sandinista. Me estremeció leer aquel texto, historia personal vinculada intensamente a ese particular momento de Brasil, un relato con todos los recursos de una novela. Uno queda atrapado en esta historia, una emoción trastornada, una conmoción, porque todo esto lo escribe un sacerdote dominico en jean y sin sotana. No sospechaba en 1986, cuando le propuse filmar un documental alrededor de estas vivencias, que tendría que lidiar con una amplia gama de los que se autodenominaban «soldados de la fe». Visiones estrechas y prejuicios, dogmatismos, reacciones en militantes revolucionarios y, para sorpresa, también presentes en creyentes y religiosos ante lo que Frei Betto encarnaba, sí. Frei Betto asumía todos los riesgos, incluida la libertad o la vida. Había escogido el camino de la lucha de liberación a través de una Iglesia que necesitaba comprometerse con los procesos sociales latinoamericanos más intensamente y aún más de lo que ya habían hecho Camilo Torres o Ernesto Cardenal. Esto no lo podían objetar. «¿Qué somos nosotros? ¿Qué identidad tenemos? ¿Cuál es nuestra misión? ¿Qué significa evangelizar en el mundo que contiene el fenómeno nuevo del ateísmo colectivo?», escribe Betto.
La idea de hacer un documental era contar, a través del testimonio personal, en el tejido sociopolítico y cultural de Brasil y la religión, desde otros significados. Frailes católicos y guerrilleros marxistas en una misma lucha.
Un día de filmación llegamos al libro que tanto me había impactado, y aclaré con Bautismo de sangre todos los detalles, cómo se había dado la Operación Sotana Blanca, comprender que no se podía inculpar a dos frailes por la muerte de Marighella…, años sombríos, descubrimiento de acontecimientos. Desde su testimonio no solo me emocionaba, enseguida supe que iniciaba un nuevo y diferente aprendizaje que me armaba para comprender el presente aquel y todos los presentes futuros. Para Betto, «mi opción política tiene su fundamento y mi propia experiencia de fe que aquello que nosotros llamamos Revolución al nivel social, los cristianos llaman mística a nivel personal».
«En el año 65 –explica–, cuando entré en la Orden de los Dominicos, hay una crisis en la izquierda brasileña como reflejo de la división entre la Unión Soviética y China, y los cristianos habían formado su propio partido, la Acción Popular, mas después del golpe del 64 la Acción Popular hizo una opción
marxista-leninista y ha decidido que todos sus militantes tienen que ser ateos, y entonces algunos tienen que abandonar la iglesia para seguir en el Partido y otros abandonar el Partido para seguir en la iglesia, y en ese momento entraba yo en los Dominicos. Mucha gente pensaba que yo estaba traicionando la lucha». Para él la fe cristiana no es una ideología y el marxismo no es una religión.
Bautismo de sangre me estremeció porque encontramos una visión profunda de la condición humana sometida al límite, a prueba de convicciones y fe. Los ensayos contenidos en La mosca azul y Paraíso perdido completan parte de un espacio de experiencias en –y con– la política, a través de una praxis coherente con otro de sus textos, Fidel y la religión. Su afirmación de que «la teoría sin práctica es un embuste» se cumple. El libro Fidel y la religión convocó a toda Cuba a una reflexión inédita en plazas públicas, fue una revelación: salían a la luz zonas ocultas en cada uno de nosotros. Una suerte de exorcismo ilimitado.
«Somos nuestros actos», siempre subraya Frei Betto, y expresa y explicita una coherencia entre lo que piensa y lo que escribe, entre lo que dice y lo que hace; y eso también se lee en Cartas de la cárcel, la necesidad de los amigos de siempre, la emoción al compartir el recuerdo de los «girasoles sembrados en tu casa»… hace mucho tiempo que no veo nada verde», le confiesa a la directora de cine Marlene (França); y a la actriz Liana Duval –que está en París– le recomienda que no se preocupe por traer cosas en las maletas: «Tráelas dentro de ti. Esos son los recuerdos más duraderos e importantes».
Betto no concibió Cartas… para publicarlas; sin embargo, testimonian su incesante interrogatorio a la sociedad y a la vida presente en todo lo que escribe. «Somos lo que somos… El futuro es inevitablemente fruto de lo que sembramos en el presente… un puente sin límites entre lo que fue y lo que será. Somos nuestros actos».