Editorial Arpas
Lunes 21 de diciembre 2020
En forma sorpresiva, Nayib Bukele tomó su helicóptero y viajó a El Mozote la tarde del pasado jueves 16 de diciembre. El presidente montó su evento en el centro escolar de la comunidad, con apoyo logístico de una ADESCO afín a su partido Nuevas Ideas y sin coordinar con la Asociación Promotora de Derechos Humanos de El Mozote (APDHEM), la organización local que representa a las víctimas y lidera la lucha por la justicia.
¿Por qué fue? Pues, el acto desesperado del mandatario se debe al enorme desgaste político que le ha causado su negativa de abrir los archivos militares que contienen información valiosa sobre la horrenda masacre de más de mil personas civiles, en su mayoría niños y niñas, perpetrada en El Mozote y lugares aledaños, durante los días 10, 11 y 12 diciembre de 1981.
La presencia de Bukele en El Mozote busca, sobre todo, levantar su caída imagen ante connotados diplomáticos, congresistas y otros altos personeros del Partido Demócrata que pronto asumirá el gobierno en Estados Unidos, quienes lo han criticado fuertemente por no colaborar en el esclarecimiento de la verdad y obstruir el acceso a la justicia en este emblemático caso.
El evento también fue para hacerle contrapartida a la conmemoración organizada una semana antes por la APDHEM y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), y en la que participaron los máximos representantes de las Naciones Unidas y de la Unión Europea respaldando las demandas de las víctimas.
¿Y a qué fue? Pues, su discurso no fue el esperable mensaje sobre las víctimas y sus demandas, sino una pieza electorera cargada de odio, confrontación y mentiras. Bukele llegó a despotricar contra sus adversarios políticos, a descalificar la lucha histórica de organizaciones y activistas de derechos humanos, a seguir mancillando los Acuerdos de Paz (porque según él “no sirvieron para nada”) y a decir que “la guerra fue una farsa”.
El mandatario no prometió verdad ni justicia, como exigen los familiares de las víctimas; y en vez de reparación moral ofreció calles pavimentadas, una casa para ancianos, becas para los estudiantes, conexión a internet gratis para toda la comunidad y convertir el lugar en un destino turístico.
Por eso y a eso fue el presidente. Su falta de entendimiento y sensibilidad, su indolencia y su grave irresponsabilidad con la causa de las víctimas fue evidente; como evidente es también su complicidad con la impunidad de los hechores de este deplorable crimen de lesa humanidad, aun cuando -como intenta justificarse- “él recién había nacido y su ministro de Defensa ni siquiera había entrado a la escuela militar cuando esto sucedió”.