Ante la amenaza del COVID-19, el presidente Nayib Bukele dijo el día 23 de marzo que “desde esta noche, a partir de hoy, hemos decidido decretar una cuarentena domiciliar completa en el territorio nacional por 30 días. Nadie podrá salir de su casa (…) todos estamos obligados por ley a quedarnos en nuestra casa”.
Cuatro días después, el 27 de marzo, el presidente dijo que el lunes 30 iniciaría la entrega de 300 dólares a millón y medio de familias afectadas por la emergencia. Cada día, 100,000 personas retirarían los 300 dólares, hasta completar el millón y medio en 15 días.
Desde ese momento nos encontramos ante un hecho insólito. Resulta que el presidente Bukele, que había ordenado no “salir de las casas”, luego exhortó al pueblo a salir de las casas. O sea, indujo a la población a romper la cuarentena y exponerse a ser contagiada por el COVID-19.
Lo que pasó y seguirá pasando es lamentable. Miles de personas hacen filas en los bancos para conseguir los 300 dólares y otras miles se aglomeran en oficinas de CENADE para verificar si son sujetas del subsidio o pedir que las incorporen en la lista. Muchas de esas personas incluso se quejan porque teniendo derecho a recibir el dinero, no aparecen como beneficiarias del mismo.
¿Para qué la cuarentena, el estado de emergencia y el estado de excepción? ¿Es que el presidente no cree en eso y solo desea atacar a la Asamblea Legislativa, para hacerse la víctima y pedir votos para las elecciones venideras?
La permanente confrontación con diversos sectores sociales y políticos, en medio de la emergencia, evidencia que el presidente Bukele piensa menos en la emergencia que en la campaña electoral que se avecina. Pero lo más trágico de este asunto es que mucha gente puede ser afectada indebidamente por el COVID-19 y por otros problemas.
La Presidencia de la República tiene un presupuesto bastante grande. Solo para propaganda aumentó varios millones.
¿De qué le sirven esos recursos si no puede ni diseñar un plan correcto para la entrega de 300 dólares?
Ante el caos provocado por sus decisiones, el presidente escribió unas notas donde calificó al pueblo de desordenado, hambriento e inculto. Dijo que “el 90% de la gente que ha llegado a los bancos ni siquiera le tocaba llegar hoy. La mayoría de la gente que llegó a los CENADE iba a traer el dinero, cuando siempre dijimos que ahí no se entregaría dinero. Pero muchos no leyeron. Otros piensan que si llegan primero, le ganarán a los demás”.
O sea, lo ocurrido se debe a la avaricia de la gente. Solo falta que Bukele se declare víctima del pueblo que lo hizo presidente.
En su escrito lastimero, el presidente cierra con estas palabras: “ya estamos comiéndonos unos a otros cuando ni siquiera ha empezado la verdadera crisis (…) Dios nos ampare. Aunque ya no sé si lo merecemos”.
Si el presidente Bukele cree que no merece el amparo de Dios, debería asumir su responsabilidad individualmente, sin involucrar al pueblo, que es la víctima del mal Gobierno que padecemos.
1 de abril de 2020
Escrito por Rigoberto Palma