Nuestra Latinoamérica se une, estemos donde estemos, la causa es la misma. Cuando en su momento salimos de nuestras tierras obligados a salvar nuestras vidas y las de nuestros familiares lo hicimos. Eso significó arrancarnos de nuestras raíces, lugares de nacimiento y origen.
En el exilio obligado e impuesto, también apendimos a luchar. A darle continuidad a nuestras luchas. Aunque no somos, ni menos pretendemos ser voceros de las mismas, queremos seguir aportando nuestra humilde lealtad a las causas que nos obligaron a abandonar fisícamente nuestras cunas maternas.
Cierto es que, ya no vivimos en el exilio. Nuestros descendientes también son parte importante de nuestra lealtad y compromiso.
La lucha continúa. Nos da la oportunidad en las coyunturas que vivimos de ser una herramienta para vencer la dura prueba de aún estando fuera de la Madre Tierra donde el cordón umbilical está enterrado según las tradiciones ancestrales, no siginificó ni antes y menos ahora que nuestras raíces nos empujaron a olvidarnos de quiénes somos.
La batalla de las ideas y defensa de las mismas son legítimas, tanto en el terruño que el destino decidió que tuviéramos vida como en el lugar al que hablando en términos de jardinería se nos transplantó.
Lo importante es la formación. En la que desde la humildad que nuestros antecesores nos dieron la vida con enormes limitaciones y ante todo con Principios y una Moral, de enfrentar cada situación con la firmeza de que somos capaces de cambiar esa realidad.
En esa lucha estaamos, en desventaja, resistiendo y venciendo cada trampa y artimaña que intentan contra nuestros pueblos, luchas e ideales.
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