Situado en su misma altura, otro quijote preguntó una vez, al tiempo que respondía, cómo quisiéramos que fueran nuestros hijos, aquellos que ahora somos nosotros y pretendemos en los nuestros: «Queremos que sean como el Che»
Soy o seré tal vez sea la disyuntiva personal más recurrente que, en asuntos de ética revolucionaria, promueve ese debate individual con uno mismo cuando convoca la memoria del Che.
Soy o seré es quizá esa pregunta punzante que hinca el pecho de los hombres más conscientes, conocedores de la fuerza viva que compulsa desde la historia y el ejemplo impecable de Guevara.
Está claro, primero, que no es una pregunta para todos, así como él no significa lo mismo para todos. Un hombre se hace símbolo solo en aquellos que comparten utopías, mientras en otros sigue siendo el hombre de la historia, aunque un hombre renombrado.
La cuestión está en que el Che convoca precisamente desde todas las alturas: leyenda, líder, soldado, compañero, padre, hombre llano…
Nada en su vida y obra necesita un alegato de defensa que argumente sus valores. No lo necesitó vivo, cuando hablaban por él la postura y el acto aleccionador en sus días de mortal en crecimiento. Menos después, tras su ascensión desde el mundo de los vivos de carne al estrado de los vivos para siempre.
Del niño de Rosario al jefe guerrillero de Bolivia hay pasajes constantes de retos colosales: ¿contra el asma?, subir todas las montañas; ¿para sanar?, no importa cruzar a nado un río de la selva; ¿aprender los dolores de los pueblos?, basta rodar sobre el lomo de una moto la columna vertebral de un continente febril; ¿ayudar a remediarlos?, darse a sí mismo al combate, y embarcarse en un yate, y pelear, y triunfar, y hacer la Revolución que empezaría la rebelión continental por la cual él ya sabía que moriría.
Legendario como el hombre fueron sus alcanzables metas imposibles y, aun así, para los revolucionarios mortales que lo entienden legó un testimonio amplio de desafíos practicables a diario en los marcos de lo humano y lo virtuoso.
Situado en su misma altura, otro quijote preguntó una vez, al tiempo que respondía, cómo quisiéramos que fueran nuestros hijos, aquellos que ahora somos nosotros y pretendemos en los nuestros: «Queremos que sean como el Che».
De eso se trata hoy, de preguntarnos si somos o seremos, de entender que la cuestión no es escoger ser hoy o ser mañana, sino ser siempre, francos, audaces, laboriosos, solidarios, críticos, resolutivos y, por supuesto, sensibles, soñadores y dados al bien común, porque la felicidad construida para sí mismo no es genuina. Solo es verdad cuando, como aquel propio guerrillero del mundo, tiene alma colectiva y vocación de humanidad.
Fuente Granma.cu òrgano oficial del Partido Comunista de Cuba