Un pueblo sin miedo que golpea al despotismo

Reflexiones y debates mayo 2, 202

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Foto de archivo

Dichos frente a hechos

Para la clase trabajadora mundial cada 1 de Mayo es una jornada de lucha, reivindicación y defensa de sus derechos conquistados; una reafirmación de orgullo y conciencia de clase, auténtico motor de cambios revolucionarios. La clase trabajadora salvadoreña no es la excepción. Rica en gestos y jornadas heroicas a lo largo de la historia, con espíritu de lucha combativa, hoy como ayer las y los trabajadores salvadoreños marchan, protestan, desfilan, advierten.  Sin miedo

Frente a las palabras y amenazas de matones al servicio del gobierno, la clase trabajadora responde con hechos, desafiando con sus marchas y protestas los intentos inútiles de amedrentar a quienes salieran, banderas y pancartas en mano, a decir una vez más que la dictadura va a caer, y será, como otras muchas veces en la historia, el pueblo en las calles el protagonista de esa gesta.

Sin duda, este 1 de mayo reviste para el Pulgarcito de América unas connotaciones muy especiales por varias razones.

En primer lugar porque este 1 de mayo se cumple un año del asalto al poder del Estado por una banda de mafiosos y corruptos que no dudan en mostrarse como la fuerza fascista que son, violando derechos humanos y civiles, manipulando y mintiendo a discreción, desmontando piedra a piedra el estado de derecho y toda la institucionalidad burguesa – SU INSTITUCIONALIDAD-, sobre la cual se montaron para llegar al gobierno pero que, una vez instalados en el Ejecutivo, rápidamente sintieron como una camisa de fuerza.

El golpe institucional de hace un año fue el mecanismo para poner todo el aparato del Estado (ejecutivo, judicial, legislativo, ministerio público, policía y fuerza armada) a su disposición para robar con toda comodidad, engañar y manipular, encarcelar disidentes, perseguir opositores, poner el Estado al servicio de sus intereses, en fin para hacer retroceder a las clases trabajadoras en sus conquistas, afianzando nuevas formas de dominación y explotación, haciendo que la crisis la paguen los sectores subalternos mientras el grupo burgués emergente continúa acumulando ganancias y capital, consolidando su hegemonía sobre el resto de sectores oligárquico-burgueses.

Para poder hacerlo con mayor impunidad tomaron control de medios públicos de comunicación, manipulan las redes sociales, gobiernan a través de una permanente campaña publicitaria y pretenden silenciar a fuerza de infamias, insultos y mentiras a la prensa que no controlan, con el único fin de seguir jugando el juego de apariencias y mentiras que los llevó a la presidencia.

La segunda razón por la que este 1 de Mayo resulta especial para El Salvador, tiene que ver con el hecho que las clases trabajadoras, del campo y la ciudad, se ven compelidas a una lucha decisiva, donde su propia existencia está en juego. El fascismo instaurado en el país ya demostró su decisión de arrasar con todos los derechos y conquistas arrancados a fuerza de lucha por generaciones de trabajadores organizados. Las marchas de este 1 de mayo fueron la representación viva de ese enfrentamiento de clase. Y el pueblo organizado, con la clase trabajadora a la cabeza, ganó la batalla, al régimen y al miedo.

El régimen jugó también el viejo juego de convocar sindicatos amarillos para aparentar que hay trabajadores organizados que los apoyan (es bueno recordar que también el fascismo de Mussolini y el régimen nazi de Hitler contaron con masas de trabajadores, organizaron sindicatos paralelos y estructuraron aparatos de esquiroles y rompehuelgas).

Lo cierto es que lo único que buscaba con su campaña de amenazas era impedir una nueva derrota en las calles, evitar las imágenes de marchas protestando, poniendo en evidencia y ridiculizando al régimen, en particular al ególatra que ejerce la presidencia con su aberrante incapacidad para recibir críticas. Simulan fortaleza donde solo hay debilidad y cobardía. Resulta insoportable al gobierno que las imágenes de la protesta rueden por el mundo.

Y este 1 de mayo, ese gobierno dictatorial, esos matones vociferantes que pretendieron hacer creer al mundo que las y los trabajadores que marcharan en las calles serían delincuentes, ese régimen sufrió una derrota humillante. De nada valieron los retenes y revisiones prepotentes a cargo de policías de garrote fácil. Nada impidió a la gente llegar a los puntos de encuentro. La humillación del régimen fue un hecho que no pudieron ocultar ante las cámaras y redes sociales del mundo.

Avances y limitaciones

Se trata de una guerra de posiciones entre el pueblo y el régimen; un régimen que por todos los medios intenta retrasar la hora en que se vea obligado a ejercer su control social por medio de la represión abierta contra marchas y manifestaciones. Por eso prefiere agotar los métodos de intimidación.

Al mismo tiempo, el efecto de acumulación de la lucha, de la resistencia permanente, de la forma en la cual queda al desnudo la incapacidad manifiesta del gobierno para resolver cualquiera de los problemas existentes al momento en que llegó al Ejecutivo, alberga el peligro para éste de que la resistencia se extienda, que más sectores comiencen a despertar, a romper con el miedo y a unirse a la lucha. Eso buscaron evitar con las amenazas y los retenes: amedrentar y desmovilizar es su objetivo.

Una economía quebrada, una inflación inusitada, fracasos inocultables en su política de criptomonedas, desempleo creciente, desconfianza de la comunidad internacional, violaciones a derechos humanos, torrentes de migrantes ilegales partiendo hacia Norteamérica, hambre, miseria, represión, desmontaje de las mínimas estructuras del Estado de Derecho que el pueblo había construido a lo largo de procesos dolorosos. Contra todo eso el pueblo diverso, multicolor, con reivindicaciones propias y generales, marchó masivamente este 1 de Mayo, y para ello se alistó durante los días previos. Sabe y lo sabemos todos -hasta el régimen- que en la organización popular, en la movilización y en la lucha, en sus propias manos, está la solución a sus problemas, que empieza por desmontar la maquinaria de la dictadura.

La masiva marcha fue sin duda un acto de conciencia, de rebeldía, de decisión combativa, de demostración que esta Clase Trabajadora no tiene miedo ni al régimen ni a sus amenazas. Un paso adelante, sin duda, uno más en una lucha compleja, con altas y bajas, avances y retrocesos. Una victoria en una larga guerra. El desafío es la continuidad, la profundización y ampliación de la lucha, la acumulación.

Sin embargo, todo lo anterior no debe ni puede impedirnos reconocer debilidades que desde el campo popular resulta imprescindible superar.  Por esos caprichos de la historia, desde 1975 nos toca conmemorar el 1 de mayo con los puños alzados y cerrados, pero con la sonrisa en los rostros por el recuerdo inalterable de la caída de Saigón, el 30 de abril de 1975, primera gran derrota del imperialismo más brutal que conoció la humanidad.

Aquella gesta de Vietnam Heroico dejó enseñanzas imborrables a las fuerzas revolucionarias y antimperialistas del planeta. Algunas se han aplicado exitosamente, adaptadas a cada realidad concreta, contribuyendo sin duda al avance de las luchas populares en el mundo.

Sin embargo, otras enseñanzas parecen aún pendientes de ser comprendidas o aplicadas con creatividad y audacia en la realidad específica de El Salvador de la segunda década del Siglo XXI.

Un país sometido a un régimen represivo, autocrático, populista y dictatorial, que criminaliza las luchas del pueblo y que basa su éxito en implementar un discurso de odio, binario, divisionista, de buenos y malos, del conmigo o contra mi, que pretende adjudicarse un mandato ciudadano que jamás tuvo para violar derechos, hambrear, perseguir y encarcelar al pueblo pobre. Lo hizo durante la pandemia y lo vuelve a repetir en su supuesta guerra contra pandillas.

En ambos casos, la respuesta popular fue la resistencia, pero también la fragmentación, la división que sigue sin ser superada; en muchos casos, esas divisiones son fomentadas por sectores que pretenden “controlar” y “adueñarse” de la lucha, desplazando en más de una ocasión a los instrumentos legítimos del pueblo, por el interés de posicionarse en la línea de salida ventajosa para “cuando caiga el dictador”.

A esta altura, los llamados a la unidad en la acción no parecen haber pasado de ser gritos en el desierto. A un año del golpe a las instituciones, y a casi tres de la instauración del régimen dictatorial, este pueblo sigue viendo convocatorias con puntos de salida diversos, no por una cuestión de coordinación de las fuerzas en la lucha sino como manifestación dolorosa de la fragmentación. El enemigo, sin duda, sonríe ante este panorama, que facilita sus planes.

He aquí donde las enseñanzas luminosas del pueblo vietnamita son de imprescindible reflexión. Si algo nos enseña esa lucha fue la capacidad para definir paso a paso en cada momento al enemigo principal y, consecuente con esa definición, la imprescindible acción revolucionaria de fomentar los frentes más amplios posibles, las acciones unitarias con todas aquellas fuerzas que presentaban contradicciones con el enemigo principal del pueblo en cada momento. Por supuesto, para ello, las fuerzas revolucionarias auténticas se reconocían como tales y ponian por sobre cualquier consideración partidaria o sectorial, el interés supremo de hacer avanzar los intereses del pueblo en su lucha histórica.

El Salvador parece hoy huérfano de más de una de esas características. Inmadurez, desconfianza, inflexibilidad, sectarismo, incomprensión del momento histórico, más allá de los discursos revolucionarios y los mensajes combativos en las redes sociales, sean cuales sean las razones, sea una o más de ellas las que laceran y amarran las luchas del pueblo frente al enemigo en el gobierno, es imperativo superarlas, para avanzar de manera sólida, consistente y determinante en esta batalla que, por el lado de los enemigos directos del pueblo, apuntan cada día a una creciente militarización, represión y brutalidad policial para intentar controlar las formas de resistencia popular, única forma de asegurar su continuidad ilegal.

Ante eso, la responsabilidad histórica de las fuerzas revolucionarias es buscar las formas prontas, urgentes, imprescindibles, de concentrar las capacidades del pueblo en la lucha. Son múltiples las posibilidades y enormes las ventajas. Ya lo decía el Guerrillero Heroico, en su llamado a los pueblos del mundo a la unidad en la lucha; aquellas premisas, válidas entre los pueblos, también lo son para cada pueblo en particular, sus fuerzas y métodos, para resolver sus contradicciones internas. Decía Guevara:

Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!” [1] (negritas nuestras).

Y lo decía, nada más y nada menos, que en relación a la necesidad de apoyo a la heroica gesta vietnamita. Esa gesta de la que aún en El Salvador, podemos y debemos extraer sabias lecciones. Se requiere para ello honestidad y valentía revolucionaria.

RLL


[1] Guevara, ErnestoMensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, abril de 1967 (Ed. Digital, Cátedra Libre Ernesto Che Guevara, Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo).