La suerte del FMLN no está echada para 2019, pese a desastre electoral del 4 de marzo

Por Jorge Urbina, licenciado en Ciencias Jurídicas y experto electoral.

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Pese a lo que muchos piensan, el FMLN sigue teniendo opciones de triunfo en las elecciones presidenciales del próximo tres de febrero, a pesar del fracaso electoral del pasado 4 de marzo. Ahora explico por qué.

Se ha discutido en la coyuntura electoral del 4 de marzo sobre los resultados electorales y en particular sobre los candidatos electos, los excluidos, sobre el candidato independiente, que fue electo; los partidos favorecidos con el voto del electorado y la nueva correlación en la Asamblea Legislativa, que favorece a los partidos más conservadores del espectro político.

Se ha afirmado que el desempeño electoral del FMLN es producto de un voto de castigo, principalmente del llamado voto duro de dicho partido; pero poco se ha hablado de las motivaciones del votante para ejercer el voto, de sus características, de las razones de su preferencia electoral o su abstención de participar o de anular su voto. Incluso se llega hasta afirmar que este resultado electoral, es el preludio de lo que será el resultado electoral del 2019 y que, partidos como el FMLN, tienen la suerte echada, situación a nuestro criterio, todavía muy alejada de la realidad.

Los especialistas en procesos electorales siempre han sostenido que un partido político o sus candidatos, deben hacer al menos tres cosas: asegurar su voto duro, desmovilizar el voto de su oponente principal y cooptar el voto indeciso. Para cada una de estas estrategias hay un plan, un equipo y acciones distintas que aseguren el propósito buscado.

Por ejemplo, en el tema de cooptar el voto indeciso, es fundamental la estrategia de la política de alianzas; en el aseguramiento del voto duro, es imprescindible los aspectos ideológicos, la movilización, la propuesta política coherente con el perfil político e ideológico del partido. Y en la desmovilización del voto del oponente principal, son dos factores claves, la capitalización de los errores del oponente y sacar el expediente negro del oponente.

En cuanto al ejercicio del sufragio por parte del votante hay que destacar que “la participación (electoral) varía igualmente en función de las características sociales; habitualmente, los sectores con mejor nivel de vida y con mayor nivel de instrucción son los más participativos. Ambos rasgos facilitan vínculos regulares, diversos y frecuentes con el tejido institucional y con las distintas esferas de la actividad pública, propician el seguimiento de las peripecias de la coyuntura política y, por lo tanto, incrementan la probabilidad de participar en los comicios”.

El área de residencia es importante. En América Latina, las personas que viven en áreas urbanas participan más, en tanto que las de áreas rurales tienden a sufragar menos. En la misma línea, comicios en ambientes de polarización o de percepción que pueden marcar un realineamiento durable de las políticas públicas o del sistema de partidos generan una masiva movilización; por el contrario, elecciones con una carga atenuada de conflicto, atraen menos, dicen los expertos.

Las elecciones intermedias, como los escrutinios legislativos, municipales, regionales, o ciertos referendos, movilizan menos. La participación en las presidenciales de El Salvador entre 1999 y 2014 fue de 55.4%; en las parlamentarias entre 2000 y 2012 baja al 44.3%”, según los datos oficiales.

La clasificación que tradicionalmente se hace de los electores, toma en consideración la orientación de su voto y las simpatías o antipatías políticas que se han formado los ciudadanos a través de los años. De esta forma, la segmentación habitual de mercados ha clasificado a los electores en cuatro categorías: El voto duro, el voto blando, el voto opositor y los indecisos.

El Voto Duro, según algunas definiciones, se utiliza para describir a los electores que muestran gran identidad, lealtad e identificación con un determinado partido, de tal forma que siempre votarán por éste, independientemente de los candidatos que postulen o la circunstancia política que se viva en el momento

El votante blando es aquel que tiene cierta afinidad e identidad con alguna sigla partidista, orientando su voto tradicionalmente por ese partido. Sin embargo, el sufragio no es completamente seguro, ya que evalúa la coyuntura del momento, el tipo de candidatos postulados, así como el carácter y naturaleza de su oferta electoral. Este sector de electores puede decidir no acudir a las urnas el día de las elecciones o incluso, puede votar a favor de otro partido, ya que, como su nombre lo dice, el grado de identidad y simpatía política del elector con el partido es elástica.

El voto opositor, en cambio, es el voto duro de los otros partidos, en tanto que el elector indeciso es aquel poco involucrado en la política, que no manifiesta identidad, simpatía o lealtad con ninguna fuerza partidista. Es un elector poco informado de los asuntos públicos y que, por igual, puede decidir votar por un partido u otro, o incluso, no votar”.

El acto de votar sintetiza y refleja las lealtades político-electorales, los sueños y esperanzas de la gente, así como los temores y, de cierta manera también los rencores sociales, sus filias y sus fobias. En el acto de votar, el elector no sólo se enfrenta y se reencuentra con la urna, sino también con sus problemas, sus necesidades, sus emociones, sus deseos, sus pasiones, sus expectativas y sus sentimientos. Las investigaciones y estudios que se han realizado sobre el comportamiento electoral señalan que el voto es de naturaleza multifactorial. Es decir, no es solamente un factor el que determina e incide en la conducta del votante y explica su comportamiento, sino que son diferentes los factores que lo determinan.

Sin embargo, es importante considerar que cada elector, cada campaña y cada proceso electoral son diferentes y que no puede haber una única explicación sobre el complejo y diverso comportamiento del votante. En algunos casos, las motivaciones de los electores respondieron a razones culturales y otras a causas emocionales.

En algunas campañas, el voto corporativo es importante para definir el resultado de una elección, pero en otras el voto de castigo o ira se constituye en el factor determinante del resultado electoral. Ante esta complejidad y diversidad de hechos y circunstancias presentes en los procesos electorales, es conveniente utilizar un enfoque integral u holístico que nos permita un acercamiento más preciso a la realidad.

En la experiencia del pasado 4 de marzo en El Salvador, hay que recordar que hubo una acumulación de inquietudes y frustraciones de los salvadoreños, que incidieron en su comportamiento electoral, así por ejemplo, los datos del “Latinobarómetro coinciden al señalar que de acuerdo a la opinión de la población, los principales problemas que enfrenta el país desde 2004 hasta 2016(exceptuando 2012 y 2014, dado que no se presenta información), han sido el desempleo, la delincuencia, la pobreza, los problemas económicos y financieros( a partir de 2007) además de las pandillas.

Dicha percepción, no fue superada por la inadecuada gestión gubernamental, percepción negativa de muchos de sus funcionarios, que se incrementó, por medio de la implementación de políticas públicas, que afectaron directamente y de manera incomprensible, a los sectores más desposeídos y una clase media, cada día más agobiada por su situación social y económica.

Pero hay otros factores asociados al perfil de los candidatos y mal manejo de los procesos internos de escogitación en algunos lugares; la estrategia negativa de descalificación de la derecha hacia el GOES y el FMLN y el ahogamiento económico de la gestión de gobierno; la percepción negativa del voto indeciso hacia el partido de gobierno, una ilusa campaña electoral y con una aparente tranquilidad, cuando se construían aparatos electorales paralelos, para la disputa el día de las elecciones.

Según la encuesta de opinión realizada por el IUDOP en febrero de 2018, el interés por concurrir a las urnas parecía verse influido, también por el contenido de las propuestas que prevalecen en la campaña y el escepticismo respecto a su cumplimiento. Para el 75.9% de la población consultada, las propuestas hechas en la campaña fueron más de lo mismo, mientras que solo un 16.5% opinó que había propuestas novedosas.

Los partidos políticos de la derecha no deben cantar victoria o arroparse con un falso manto de triunfalismo, ya que no obstante haber incrementado el número de diputados y lograr el control de la Asamblea Legislativa, su oferta electoral fue insuficiente y no respondió a las expectativas de la gente. Prueba de ello es que redujeron su votación en varios miles, como en el caso de ARENA, o lo mantuvieron como en la última elección de 2015.

Los partidos de la derecha no pueden pasar por alto, como se ha dicho aquí, que el comportamiento de los electores es multifactorial. Si en los próximos meses los supuestos ganadores de las elecciones del 4 de marzo no demuestran que sus ofertas de cambio eran reales, los electorales terminarán creyendo que fueron engañados de nuevo por candidatos y partidos que siempre ofrecen lo mismo, pero nunca cumplen como sucede casi siempre.

Si el FMLN hace lo que tiene que hacer, los cambios inevitables y las correcciones urgentes tanto en el partido como en el gobierno, y una campaña exitosa conducida por profesionales de la comunicación, seguirá siendo una opción de triunfo el próximo tres de febrero.